jueves, 17 de febrero de 2011

Wi Fi (Without Internet For Iú)




Hay un temita que me tiene podrido, el de los bares con WI FI.

En casa estoy sin internet, hace tiempo; no consigo una que me guste y pretendo contratar sólo ese servicio, no un pack-combo súper ventajoso lleno de líneas de teléfono fijas y cable de TV para ver esas barbaridades que hace años pasan por la tele y que yo decidí no ver más. Y sigo esperando encontrar la mejor. Y no uso tanto internet. Escribo mucho y cuando tengo que postear algo lo hago desde mi oficina, donde sí utilizo internet paga. O me voy a un bar, aunque esto último rara vez lo hice. Hasta ahora, en donde sufrí 5 episodios seguidos muy desagradables y, sobre todo, muy indignantes; a describir:

Lunes 31 de Enero. 14:30 horas. Acceso Norte. Buenos Aires. Shell de General Paz.

Me estaba por ir de vacaciones y tuve que viajar por trabajo a Capital Federal, tenía que asegurarme de que una persona haya leído un mail que le envié con anterioridad a mi viaje, y debía corroborar esto antes de volver a Rosario, así que a la vuelta y antes de tomar la ruta de regreso, paré a cargar combustible y me senté en el minimercado de la citada estación de servicio pidiendo previamente una gaseosa para chequear el correo. La muchacha que me atendió me dijo que me siente, que ya me traía el pedido, y abrí mi notebook y me dispuse a esperar que la compu reconozca el servicio de WI FI del lugar. Y lo encontró, pero tenía clave. La moza vino y le consulté: ¿Cómo es la clave para ingresar a internet? – y me dijo: “Shell Gral Paz” o algo así. Y probé y no conectaba. Y me tenía que ir. Llamé a la moza y le expliqué que no se conectaba y me respondió: “Ah, entonces no sé”. Pagué la Levité sabor naranja que había consumido por la mitad y me fui. No pude chequear el mail y gasté $8 en una bebida que no necesitaba tomar. Y perdí 20 minutos de mi valioso tiempo.

Viernes 4 de Febrero 16:00 horas. Bar “Equis” (por esta vez, guardaré el nombre) – Rosario

Necesito corroborar si recibí otro mail importante que no puede esperar hasta mañana, ya que me voy de vacaciones muy temprano. Voy a dicho bar. Pido una bebida cola y la clave. La moza me la dice. Ingreso en internet. El mail no llegó. Trato de hacer tiempo posteando una película en el blog de cine ya que tengo una hora. Cuando estoy cargando la foto se corta y tengo que volver a ingresar todos los datos del filme: Título, año / Copete / Autor / Crítica / Nombre mío / Foto / Redimensionar. Ups! ¡Se cortó otra vez!: Título, año / Copete / Autor / Crítica / Nombre mío / Foto / Redimensionar. Ups! ¡Otra vez más! Y así cuatro veces. Me molesta lo que está sucediendo pero debo revisar de cuando en vez el correo y el mail que necesito recibir no llega así que tengo paciencia. Le pregunto a la moza en el único momento que vuelve a pasar por mi lado cuál puede ser el problema y me dice: “Qué, ¿no anda?, ah, entonces no sé Finalmente logro postear el filme y el mail que debo recibir no llega, pero no me preocupo, tengo toda la tarde por delante y debo hacer más trámites en Librería “Zeta”.

Viernes 4 de Febrero – 17:30 horas – Librería Zeta (otra que por esta vez se salva) – Rosario

Me siento en el café de la librería y prendo la computadora. La moza me dice la clave y yo le pido un agua mineral, única bebida que no me coloca en situación desesperante de fumar. Ingreso en internet pero tengo conectividad limitada o nula. La moza me trae el agua y le digo qué no me puedo conectar, a lo que responde: “Ah, entonces no sé
Tengo que hacer más trámites dentro de la librería, así que me quedo insistiendo, pero internet no recibo.

Viernes 4 de Febrero – 21:30 horas – mismo Bar “Equis” que el anterior – Rosario.

Un poco desesperado por no haber podido chequear los mails en toda la tarde, esa última tarde antes de salir de vacaciones, la tarde en que mis hijas se quedaron en casa para estar conmigo ya que luego no las vería por 15 días y me la pasé chequeando de bar en bar ese mail que llegó tipo 19:30 cuando ya había agotado todas las chances de leerlo antes que caiga la noche y ya no pueda hacerlo, esa tarde en que necesitaba imprimir ese mail que debía recibir para poder corregir sobre papel durante mis vacaciones para luego reunirme a avanzar en ese tema, decidí volver al Bar “Equis”, pedirme otra bebida cola y bajar el archivo en PDF que me enviaron para poder imprimirlo. Por lo que dejé solas a mis hijas en casa y me fui al bar. Me senté. Prendí la computadora y vino el mozo, un muchacho macanudo y muy atento, a preguntarme qué quería tomar. Yo le respondí que quería una bebida cola. Y se fue a traérmela. La notebook reconoció el router del bar y se conectó. Me fijé en el correo y sí. ¡Tenía el mail que tanto había estado esperando!.
El archivo adjunto del mail pesaba 2,2 megabatios, o sea, un poco más que un viejo diskette plástico. Una ganga. Cliqueé “bajar archivo”, “guardar en tal lugar” “aceptar”. Y el archivo de 2,2 megabatios comenzó a bajar con gran lentitud, me sorprendía porque era un archivo bien pedorro, no era una película o una cosa de locos, era un simple gil e hijo de la chingada archivito chiquito-chiquito que, en 2011, debería tardar en recibirlo unos segundos, diez pongamos como tope. Y el archivo no bajaba. Y a partir del 50% se puso realmente intolerable la cosa, bajando el resto durante larguísimos 15 minutos. Sí, querido lector, quince minutos para terminar de bajar el siguiente 50%. Aunque en realidad, el siguiente 45%, porque cuando llegó al 95% se clavó, remachó, engrampó, soldó, afirmó y abrazó a ese 95% para nunca más aumentar aunque más no sea un solo 1%. Y lo esperé 15 minutos más. Pero el 95% me miraba desafiante desde el cartelito del orto de Windows y no se mosqueaba ante mi mirada de asesino serial. Estuve media hora en el Bar “Equis” tratando de bajar un archivo PDF de 2,2 megabatios, y me tomé una bebida cola que no sólo no quería tomar sino que, aparte, ya era hora de clavarse un tinto.

La desesperación, la ira, el enojo, la indignación y el absoluto e insobornable malhumor se apoderaron de mi ser de manera inusitada y llamé a mis hijas por teléfono para avisarles que debía demorarme aún más (ya eran las 10 y pico de la noche y debíamos cenar y aún no me había encargado de la cena, que se transformaría en una pizza de La Venganza, lo digo en español para no hacer propaganda). Me subí al auto y me fui, muy pero muy encolerizado, a la plaza de la catedral, donde hay internet gratuita. Y me conecté. Y bajé el archivo en un santiamén. En los 10 o 15 segundos que debería poder bajarse un archivo de 2,2 megabatios en febrero de 2011, en este mundo. Y me fui a comprar la pizza. Y luego de comer imprimí lo que necesitaba con mis hijas durmiendo sin haber tenido casi contacto conmigo en toda la tarde y con mi psiquis diezmada hasta nuevo aviso.

Ahora yo sé lo que usted me va a decir:

Que rata que sos, jodete por no tener internet”, o:

Eso te pasa por pelotudo”, o:

Y ¿qué querés? Si este país es una cagada”, o:

No te la agarres con el mozo, que no tiene la culpa” y demás comentarios de café. De café sin WI FI.

Y está equivocado, lamento informarle. Porque hay una calcomanía, muy cheta y muy entradora en algunos bares en las puertas y en las ventanas que dan a la calle que dicen, en blanco y negro: “WI FI”. Y “WI FI” quiere decir “Wireless Fidelity” (fidelidad sin cables), no quiere decir “Without Internet For Idiots who supose that they can check mails and they don’t”. Y no sé usted, pero yo fumo, y generalmente lo hago luego de tomar un café, una bebida cola o una levité de naranja, y en los bares no se puede fumar, y todo eso que tomo antes de fumar lo tengo en la heladera de mi casa, y no necesito para nada ir a un bar a gastar entre 6 y 10 pesos para tomarme una bebida que me dará grandes ganar de pitar un negro. Y no voy a un bar si no tiene patio. Y con el quilombo de tiempos que tengo no estoy para perder media hora en un bar, si lo hago es porque quiero aprovechar el servicio que el bar amenaza tener en sus escaparates. No por otra cosa.

Los bares que tienen WI FI y tienen algún problema de conexión lo saben, les figura en la computadora del mostrador, en la parte de abajo, a la derecha, como nos figura a los que queremos conectarnos y no logramos hacerlo. Un parroquiano que ingresa en un bar a “conectarse”, lo hace con un portafolios que muestra a las claras que viene con una notebook, todavía no escuché que alguien haya entrado en un bar y, antes de sentarse, se haya sacado la notebook de adentro del orto, todo el mundo que necesita conectarse en un bar, lo hace mostrando un portafolios y, al sentarse, generalmente saca de adentro de ese portafolios la notebook esperando que el mozo le diga la clave, porque este es un mundo loco, y todos estamos al palo y no tenemos tiempo. El mozo debería hacerle notar al parroquiano que no hay conexión por “un problema técnico” si el dueño del bar no lo hizo antes estando sentado detrás de la caja registradora, en un ángulo de visión perfecto, que le deja ver tanto la entrada como cada recóndito lugar del salón, eso sería honorable y no dejaría al parroquiano con la sensación de que le cagaron una bebida cola de arribeño.

Otra cosa, los mozos deberían contemplar que todos están diciendo lo mismo y que algún día alguien se enojará. Lo más probable es que no lo sepan, ¿cómo van a imaginar que todos los mozos del mundo, ante la pregunta sobre el problema de conexión, van a responder “ah, entonces no sé” Es imposible que lo sepan, y seguro no lo hacen de malos tipos, pero deberían contemplar varias otras opciones, sobre todo analizando el implacable mundo en el que vivimos, que está lleno de loquitos.

Aquí van, queridos mozos, unos ejemplos:

¿No hay internet? ¡Qué raro!
Esta es una manera simpática de salir airoso, ya que el empleado no queda pegado y el cliente comienza a mirar con inquietud al cajero, que supone dueño del establecimiento. Y el mozo queda libre de culpa y cargo.

¡Ah, sí! ¡Qué boludo! Me olvidé de decirte, sí. Se cortó hace un rato. ¿Querés quedarte o preferís irte? Por el pedido no te preocupes que lo doy de baja.
Esta otra opción deja al mozo muy bien parado, ya que se pone del lado de su cliente y, sabiendo o no si había internet, puede volver a la caja y decirle a su jefe: “el tipo de la 34 se va porque no hay internet” Y listo. El mozo no paga la bebida. El cliente tampoco. El jefe se pone las pilas y trata de solucionar el problema para que no vuelva a ocurrir.

“Y, lo que pasa es que qué querés… Este hijo de puta es una rata… No pone un mango… Hace como 1 año que hay problemas con internet… Los clientes se quejan, pero a él todo le chupa un huevo”
Este ejemplo no es una buena elección, ya que es ponerse demasiado del lado del cliente y el mozo puede no haber advertido que el jefe justo pasaba por detrás suyo porque se estaba meando y puede haber escuchado el comentario, enojarse, y echarlo a la reputa madre que lo re mil parió.

“Ah, entonces no sé” es la manera más directa de ir, sin escalas, al lugar del odio del cliente. El cliente pasa a odiar al mozo sin culpar a nadie más. Porque esa actitud de “me chupa un huevo si te podes conectar o no” o “a mi qué carajo me importa si hay o no internet, está jugando deportivo la palangana y yo estoy laburando porque falté ayer y me hicieron hacer hoy doble turno” hace volcar toda la ira sobre el mozo. El cliente deja de lado, incluso, hasta el tema de la falla de conexión, poniéndose bastante colérico con un tipo que acaba de demostrarle por todos lados que no solo no le importa que no se pueda conectar, tampoco le importaría si su cliente se muriera en ese instante o si la bebida cola tenía un sorete de perro flotando dentro. Y eso es de muy mala educación. Y es probable que en un futuro muy cercano salga en la tapa de un importante matutino: “Asesinan a mozo metiéndole por el ano un router y una bebida cola”

Así que, querido mozo, yo sé que usted no tiene la culpa, pero por su propio bien trate de elegir alguno de los dos primeros ejemplos que le regalé. Sea bueno con su cliente. Su cliente es su amigo. Y sin su cliente, usted se queda en casa mirando Tinelli. O el partido de deportivo la palangana...

Por el consejo no me debe nada.


PostData: Ya me fui de vacaciones. Y en la zona de Santa Rosa de la Pampa me quedé sin batería en el celular, así que entramos en la ciudad buscando un bar con WI FI. Santa Rosa es grande, es una gran ciudad, llena de santarroseños. Y llena de bares con mesas en la vereda. El día estaba lindo, pero íbamos mucho más lejos que Santa Rosa de la Pampa, debía continuar el viaje si quería llegar en el mismo día. Pero debía avisar a mis hijas que estábamos bien así que paramos en un bar con WI FI para, al menos, mandarles un mail.

El mozo vino. Le pedimos una pizza y un par de bebidas colas. Cuando nos trajo el pedido le pregunté por la clave para ingresar a internet. Gonzalo (que así se llama) me dijo que no tenían internet, sorprendido por mi pedido, entonces le señalé el cristal del escaparate del bar donde trabajaba, en donde había una inmensa calcomanía de WI FI, y, sonriendo, me dijo que no, que eso era del bar anterior, que se habían olvidado de sacar la calcomanía…

La viveza de los dueños de los bares se está zarpando un poquito.

Váyanse todos a cagar.