viernes, 30 de septiembre de 2011

Rafael




Es 28 de Septiembre en 2004 y Rafael se levanta de su cama, se cepilla los dientes y se va al colegio. Está roto las pelotas del colegio. No lo aguanta más. Para colmo hace rato que viene trayendo malas notas y su padre lo cagó a pedos por enésima vez. Y le pegó. Es muy vergonzoso que tu padre te pegue a los 15 años. Siempre es vergonzoso porque la primera no te la esperás, justo de tu padre, que es quien te trajo al mundo y quien “te quiere” más que nadie, que venga y que te pegue... Es shockeante y te corre del eje. La vida ya no es más lo que uno supone. Pero que te pegue de grande es más vergonzoso. Más humillante.

Y encima a Rafael le da vergüenza todo, le molesta que lo miren o que le pregunten cualquier cosa, no le gusta incluirse en el grupo del aula. Es muy tímido, pero se disfraza de cabrón, porque es más copado ser cabrón que ser tímido. Él prefiere que no le hablen. Cuanto menos lo jodan, mejor. Y nadie le habla, eso es lo más terrible, porque tanto jodió con mostrarse estrecho, cerrado y hermético que al final nadie le da bola. Y eso es lo que más lo jode. Contradicción adolescente.

Y en la casa tampoco le dan bola. Viven cagándolo a pedos y recriminándole cosas. Los únicos que lo entienden son Dante, su único amigo, y Marilyn Manson, extraño ser hermafrodita que no es ni mina ni tipo ni travesti ni gay ni hétero que intenta incansablemente no parecerse a un ser humano para vender más y más discos y merchandising de la mierda que produce. Y canta unas canciones muy violentas, con gritos cavernosos desgarradores, que es lo que necesita Rafael. Necesita gritar todo eso que grita Marilyn Manson por él. Y por eso le cae simpático.



Y Rafael tiene 15 años, momento difícil en la vida si los hay, con la cabeza construida por la mitad y con el cuerpo ya listo para enfrentar cualquier cosa. Y el tiempo que pasa en el colegio es insoportable, porque una de dos: O sus compañeros no le dan ni cinco de pelota, o lo gastan hasta reventar. No tienen término medio. Desolación. Ahogo. Desesperación.

Y ya está en el límite. Él lo sabe. Hace rato que lo sabe. No aguanta más y no tiene con quién hablar del tema. El único que lo escucha es Dante, su íntimo amigo. Y para colmo Dante no es precisamente la mejor oreja del mundo para escuchar sus desesperados reclamos: adolescente como él, enfrascado en la onda gótica y escuchando Marilyn Manson…, mejor invitarlo a un recital antes que ponerse a debatir sobre "inclusión social" o sobre cómo contrarrestar su personalidad "impulsivo-explosiva". Pero ¿con quién va a hablar?, si Dante es el único que lo escucha…





Y aquello que venía pensando desde hacía años finalmente se le instaló en el bocho y se decidió a llevarlo a cabo. Incluso sabe que está listo desde anoche, que fue cuando le avisó a Dante que lo haría. Y Dante le aprobó la idea y lo alentó en su proyecto.

Así fue entonces que esa mañana Rafael entró en el colegio, respetó la bandera y se metió en su aula infestada de compañeros de curso. Nadie lo mira. Como siempre. Ya lo van a mirar. Falta muy poco para que finalmente le presten atención. Se pone de pie y va al frente del aula, se afirma con la espalda pegada al pizarrón y saca la Browning 9 mm de su padre prefecto, el mismo que anoche lo abofeteó haciéndolo sentir la peor mierda del mundo, el mismo que se metió con sus posters de Marilyn Manson y de Hitler, arrancándoselos de la pared. Rafael se da vuelta y apunta a sus compañeros, que se le cagan de risa en la cara. Rafael empieza a los tiros. Todos siguen riendo. El arma hace un ruido que dista mucho al de las películas, parece una pistola de cebitas. Y se siguen riendo. Hasta que uno ve a Sandra volcada en el pupitre con los pelos derramados en la cara y los ojos abiertos sin vida. Y finalmente ahí, en ese momento mágico, Rafael es tenido en cuenta por sus compañeros. Pero ya es tarde. Ya no hay marcha atrás. Y mata a Federico. Y mata a Evangelina. Y le pega 3 tiros a Pablo que casi lo matan, dejándolo herido de gravedad junto con Natalia, Nicolás, Cintia y Rodrigo que, desmayado, vomita sangre sin parar. Todo el episodio no dura diez segundos.

Rafael se queda sin balas. Tira el cargador vacío en el piso y sale al pasillo a recargar su pistola, y una vez recargada le dispara al kioskero, que justo se encomendaba a abrir su ventanita para atender los pedidos de los chicos en un recreo que no llegaría por dos semanas.

Los bendecidos por el milagro de no haber recibido disparos salen despavoridos del aula, a los gritos y golpeándose contra el marco de la puerta al querer salir todos a la vez. Dante también sale del aula y ve a su amigo arrodillado en el piso del pasillo llorando a los gritos y tapándose la cara. Dante lo abraza y le aleja el arma con el pie y le pregunta, a los gritos: “¿Qué hiciste?”.

Pero Rafael no escucha nada. Está completamente sordo y aturdido. Acaba de construir con sus propias manos la “Masacre de Carmen de Patagones”. Acaba de matar a tres compañeros. Acaba de destrozar la vida del resto. Acaba de matarse en vida.



Esta semana se cumplen siete años de ese episodio y Rafael está internado en un neuropsiquiátrico de Ensenada con 22 años ya cumplidos. Nadie sabe qué fue de la vida de Dante ni de la familia de Rafael. Todos escaparon de Carmen de Patagones y viven nuevas vidas en otras localidades sin levantar la perdíz de quiénes son.

Rafael está solo y aislado. Su familia no lo visita. Nunca fueron a verlo. Siete años.

Pablo y Rodrigo, los dos heridos graves, estuvieron a punto de morir. Solo que la suerte les jugó de su lado. A Pablo le falta un riñón y el bazo. A Rodrigo hubo que reconstruirle el estómago.






No sé ustedes, pero seguramente sí tuvieron, como en mi caso, un buscapleitos en el aula. Seguro. Como también tuvieron un tímido. En todas las aulas hay de esos. Porque las aulas expresan la realidad de la vida, que somos todos diferentes. Todos somos en algún punto un poco cagones, buscapleitos, tímidos o populares.

En mi caso particular recuerdo dos buscapleitos de horario completo, uno de la primaria y otro en la secundaria. El de la primaria era bien rompe huevos: un poco gordo, enorme e intimidante, se la agarraba con los más chiquitos mientras las maestras hacían la obsesiva vista gorda. Nunca pasó nada grave con él, pero sé que muchos chicos lo sufrieron bastante. Incluso a mí me jodió durante todo un año y la impotencia que me generaba no poder terminar con el suplicio al que me hundía este muchacho me hacía desear convertirme en un gigante y aplastarlo con un pie hasta que solo quede una mancha sanguinolenta en el piso de lo que alguna vez fue su exagerado cuerpo. Era realmente insufrible ir a la escuela en la época en que este idiota se proclamó mi rompe huevos personal. Y las maestras nunca jamás le pusieron un coto. Nunca. Hoy tengo la data de que se fue a vivir a EEUU y que importa cosas para la policía, como no podía ser de otra manera, creo que les vende escudos y macanas y borceguíes y esas cosas. Tiene un buen pasar.

Y en la secundaria recuerdo a otro, que vivía repitiendo años y sacándose terribles notas, gigante también y con apellido pesado, que fue un gran rompe huevos que torturó sistemáticamente durante los tres años que estuve en el colegio a otro compañero al que nadie le daba pelota porque era feo, lenteja, tímido, introvertido y tenía un sinnúmero de granos en el rostro.

De ninguno de los dos supe más nada hasta hace poco, que me enteré que el buscapleitos está pasando un momento económico bien de mierda por más apellido pesado que portaba. Y de su víctima me han contado que se volvió loco. Que no soportó ni las cargadas ni las torturas que este pelotudo le propinaba.

Y yo me siento un poco culpable, porque a mí jamás se me ocurrió acercarme a este flaco y brindarle mi amistad, porque yo también era chico y también elegía las amistades dependiendo un poco de la cantidad de granos y de la cantidad de chispa que portaban en sus currículums.

Y seguramente no tiene nada que envidiarle la desesperación que sufrió durante la secundaria mi compañero de curso a la que debe haber sufrido Rafael. Y habría que agradecerle al cielo que el padre de mi compañero torturado se haya dedicado a lo que fuera que se haya dedicado en lugar de ser policía o prefecto, porque estoy seguro que si mí compañero hubiera tenido la posibilidad de acceder a un arma, quizás no solo se hubiera vuelto loco, quizás una mañana hubiéramos asistido a la primera masacre nacional en una escuela, allá por 1987. Y quizás yo esté muerto ahora, por qué no…

Yo fui testigo de la desesperante tortura que le propinaron a mi compañero y no hice nada porque tenía 15 años y no me importaba. Pero mis hijas ya están en edad de empezar con esas cosas, y me voy a montar en una cruzada por inculcarles que eso no se hace. Y que si queremos vivir en un mundo sin diferencias, sin barreras, sin prejuicios y sin “loquitos armados”, debemos respetar a todo el mundo como todo el mundo debe respetarnos a nosotros, porque dicen las autoridades competentes que Rafael tuvo un brote psicótico del que aún no salió y que por eso continúa encerrado en un psiquiátrico. Pero yo creo que si le dieran a elegir si volver a ese día y asistir a clases sin el arma, creo que Rafael elegiría dejarla en el placard.

No debemos olvidarnos nunca de este horrendo episodio. Y deberían poner al 28 de Septiembre como feriado escolar y hacer actividades con los chicos recordando aquel hecho, porque tímidos y buscapleitos habrá por siempre. Y esto que ocurrió en Carmen de Patagones hace 7 años volverá a ocurrir si no tomamos cartas en el asunto.

Ojalá que los padres de Federico, Evangelina y Sandra puedan superar algún día esto y no sientan todo el tiempo el punzante dolor que tienen en sus corazones.

Ojalá que Pablo y Rodrigo no tengan problemas de salud luego del episodio que les marcó el cuerpo para siempre.

Ojalá que Rafael se recupere y entienda lo que hizo y pueda vivir con eso.

Ojalá que Dante dé la cara y se haga cargo de la parte que le toca.

Ojalá que el papá de Rafael, esté donde esté, entienda que todo esto fue culpa suya, y que no suma nada olvidando y abandonando a su hijo como si fuera un terrible error. Porque un hijo no es un error. En todo caso el error es uno.

Ojalá que Marilyn Manson se pegue un tiro en las pelotas esas que insiste en ocultar, siendo también culpable de esta tragedia, cuando en lugar de pagar por sus actos recauda millones de dólares.






Ojalá.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Filiberto Gallardo, eje del mal.




El martes 13 de Setiembre a las 6:23, Filiberto Gallardo venía por milésima vez por Artigas y se encaminó a atravesar una vez más la barrera de la estación Flores del tren Sarmiento.



Pero cuando llegó al momento de cruzarla notó algo raro, la barrera estaba a 45°. Y no había nadie dirigiendo el tránsito, cuando debería haber habido estando la barrera en esa confusa posición. Así que se mandó. Y nunca hubiera imaginado que un tren lo reventaría a toda velocidad sin decir “agua va”, porque la barrera estaba alta. En realidad no estaba alta, estaba baja, pero no del todo baja. Estaba lo suficientemente alta como para que un colectivo como el que Filiberto conducía pudiera pasar sin problemas.

Y entonces se mandó. Y no creo que se haya dado cuenta de lo que pasó. Lo más probable es que el impacto lo haya matado en el acto. Es más, cuando uno ve el video que salió a la luz días después, que muestra la realidad del accidente por la orientación que tiene, se ve claramente un cuerpo volando por la ventanilla en la zona en donde hasta hacía pocos segundos, Filiberto cumplía su horario de trabajo conduciendo el interno 52 de la línea 92 que hacía 6 años manejaba.

Y de inmediato y como en un alud implacable lo culparon por IMPRUDENTE. Filiberto Gallardo se convirtió en un instante en el asesino de 10 vidas, transmutando de simple colectivero a fundamentalista talibán que se inmola llevándose consigo la mayor cantidad de víctimas posibles.

Y todo el mundo lo señaló como el CULPABLE. Todos. Porque desde el momento preciso en que ocurrió el accidente me quedé escuchando la radio y todos lo señalaban como el IMPRUDENTE y el CULPABLE por haber pasado una barrera a 45°. Y que esas cosas no se hacen.

Y qué le vamos a hacer, no puedo conmigo. No puedo. No puedo quedarme callado y dejarla pasar, porque estoy podrido. Hace años que estoy podrido y por eso escribo acá las cosas que escribo. Porque me indigna que periodistas serios que tienen la posibilidad de tener un micrófono pegado con cinta scotch en la jeta salgan alegremente a señalar con total seguridad cosas que no solo no son ciertas, sino que, por respeto a los muertos, deberían callarse y dejar que el tiempo pase y que las pruebas hablen por sí solas.

Porque durante toda esa mañana vi el video que muestra de atrás al colectivo, que parece que entrara en puntitas de pie a pisar las vías cuando el tren lo aplasta y destroza contra un costado. Y realmente parecía que Filiberto había entrado despacito, que había metido la trompa con cuidado. Y suena raro que no haya visto ni la luz enceguecedora ni haya escuchado el ruido asomándose a las vías como parecía que se había asomado. Y continuaron culpándolo, tanto Víctor Hugo como Daniel López, ambos dos le tiraron con toda la artillería posible. Daniel López, justamente, que hace unos meses atrás cayó un camión con acoplado del puente Zárate-Brazo Largo. Cayó de 45 metros de altura, que es algo así como tirar un camión de esas características con su camionero dentro desde la terraza de un edificio de 17 pisos y el tipo salió ileso, vaya uno a saber por qué. Y Daniel López, con su voz de locutor, le mandó, señalando prudente: “Fijensé la importancia de ir con el cinturón de seguridad puesto, ¿no?” construyendo el comentario más pelotudo y falto de lógica que haya escuchado jamás en la radiofonía toda.





Y yo seguía pensando y pensando en lo que seguro estábamos pensando todos los que veíamos el accidente, repitiéndome las mismas preguntas hasta que me lastimaron el coco:

¿Qué carajos quiere decir una barrera a 45°?


¿No debería estar baja?


¿Se pone una barrera a 45° si va a venir un tren echando putas como cabaret en quiebra?

¿No sería lo más lógico del mundo que si va a pasar un tren a esa velocidad descomunal en la que pasó el del incidente, la barrera esté baja-baja?

¿Por qué estúpido motivo hay una posición de barrera a 45°?

¿Existe como norma de tránsito “No pasar – Barrera a 45°"?

Y entonces, días después apareció un nuevo video que mostraba una filmación tomada desde el tren que iba en sentido contrario al que colisionó al colectivo, que venía haciendo paradas y que comenzaba a acelerar despacio para continuar su periplo cuando se escucha ensordecedora la bocina de un tren que viene de frente, para luego ver como un colectivo cruza las vías a velocidad normal, sin siquiera haber tocado el freno:



Filiberto Gallardo venía por Artigas. La barrera estaba “medio alta”. La edificación de la derecha le impide ver si viene o no un tren por ese lado. Filiberto supone que la barrera está a 45° porque ya vio un tren a su izquierda, a punto de partir. Filiberto pasa. Un tren a toda velocidad lo pone por la derecha, matándolo en el acto y llevándose otras 10 vidas.

No creo que esa mañana Filiberto Gallardo haya tenido interés alguno en salir despedido por la ventanilla de su colectivo para no volver a ver nunca más a su familia. Tampoco creo que Filiberto Gallardo haya pretendido pasar adrede una barrera “medio baja” por una simple cuestión de torpeza, sobre todo sabiendo que hacía ese recorrido varias veces por día y que lo conocía hasta el hartazgo, esperando sentado y paciente las otras mil barreras que agarró bajas, contemplando la velocidad que alcanzaban los trenes cuando atravesaban Artigas con luz verde.

Y me parece una falta de respeto, qué quiere que le diga. Porque conozco a los colectiveros, y sé que son insufribles. Y en muchas ocasiones he discutido con alguno de ellos al punto de la puteada irreversible. Pero también tengo una cosa muy clara: El colectivero no es ningún boludo. Y sabe perfectamente lo que hace, porque hay que estar sentado ahí arriba y manejar ese coso en este mundo lleno de tránsito. Y puedo poner las manos en el fuego en mi aseveración de que ese martes 13 de Setiembre, si a Filiberto Gallardo le daban a elegir entre morir al salir despedido por la ventana de su colectivo, matar a 10 pasajeros y amputarle una pierna a un maquinista de tren, o volver a su casa y cenar con su familia, estoy convencido en un 100% en que Filiberto elegía la segunda opción.

Y entonces volvamos al tema que nos compete, del que aún no dije nada. ¿Por qué motivo absurdo estaba la barrera a 45° esa fatídica mañana? ¿Por qué hubo un banderillero dirigiendo el tránsito toda la madrugada y se fue diez minutos antes del accidente sin recibir un relevo que esté parado en el lugar para detener a Filiberto advirtiéndole la llegada de un tren a toda máquina? ¿Por qué cuando entre las 2 y las 3 de la mañana un recolector de basura rompió la confusa barrera a 45° no vino de inmediato personal de TBA a repararla o a cerrar el paso hasta nuevo aviso?



No creo que lo sepamos nunca. Y le voy a explicar por qué. Porque Filiberto Gallardo es un pobre gil, es un simple colectivero. Y tiene otra ventaja a favor de TBA: Está muerto. No puede hablar. No puede dar su versión de los hechos. Así que culpémoslo a él. Culpémoslo. Así rápido nos ponemos a hablar de otra cosa. La culpa no la tienen ni TBA ni Claudio Cirigliano ni las promesas incumplidas durante décadas de soterramiento. Ni siquiera es culpable la barrera defectuosa que estuvo toda la madrugada a 45° confundiendo a medio de mundo. No. La culpa la tiene Filiberto Gallardo, 34 años, 2 hijos, Colectivero. Imprudente.



Tienen que tener un poco más de respeto por las víctimas de accidentes de tránsito. Porque nadie quiere morir. Nadie. Todo el mundo va como pelotudo por la vida intentando llegar a fin de mes circulando en ciudades cada vez más intransitables, cada vez más arcaicas y cada vez más infestadas de autos. Y nadie hace nada por revertir esta situación. Y va a haber más Filibertos imprudentes. Porque la ciudad es una trampa mortal. Es una telaraña muy bien tejida y muy resistente que seguirá cobrándose víctimas a la Bartola.





Ojalá que TBA pague las indemnizaciones correspondientes si se descubre que había un problema con la barrera.

Ojalá que se prohíba de ahora en adelante la modalidad “Barrera a 45°”... Digo, así dejan de aparecer imprudentes por todos lados.

Ojalá que la familia de Filiberto logre salir adelante luego del terrible batacazo que les dio la vida.

Ojalá.

martes, 6 de septiembre de 2011

El reino de la pelotudez



Pregunta larga:

¿Vieron el tema ese de que Mauricio Macri le hizo una manganeta a Filmus mandando un mensaje por un telecentro a miles de ciudadanos señalando que el papá de Filmus era socio de Schocklender haciendo entonces que Filmus pierda posibles votantes por haber sido difamado en su buen honor unas semanas antes de la elección en donde finalmente perdió?

Bueno, Filmus le está haciendo juicio a Macri por esto. Parece ser que Macri no tiene manera de despegarse del tema y está medio hasta las manos, aunque esto tampoco me queda claro porque el que lo dice es Víctor Hugo, ser que últimamente es imposible tomar en serio por la manera obscena en que se pone del lado del gobierno y que tanta gracia me da y que por eso lo escucho con atención todas las mañanas.

Pero el tema es así, aparentemente una empresa contratada por el gobierno de la ciudad (Macri, Mauricio Ernesto) le pagó a Telefónica no sé cuántos millones de pesos para que, durante el transcurso de un mes, una computadora llame al tún tún a la ciudadanía porteña toda para informar sobre la oscura y secreta sociedad que el padre de Filmus tendría con Sergio Schocklender. Y parece que esto es mentira, ya que el padre de Filmus sería más bueno que Lassie atada y que no habría manera de vincularlos.

Y Filmus no tiene ninguna mancha en su haber. Y viniendo de parte de Macri sería lo más lógico del mundo que otra vez haya metido la gamba hasta la ingle, si es lo que mejor le sale.



Bueno, una semana antes de la elección en donde finalmente ganó por choreo Macri en la “ciudad de pobres derechistas”, (Sí, lo sé, es data vieja, pero es bueno que estas cosas nos las planteemos por más viejas que sean) Víctor Hugo entrevistó por este tema a un colaborador de Filmus para que lo tenga al tanto de cómo marcha la querella que le presentaron al gobierno de la ciudad a favor del perjudicado candidato kirchnerista. Y el colaborador, presa de un severo ataque de espanto exagerado, enumeraba un sinfín de cosas que habían hecho a propósito tanto Duran Barba (publicista de la campaña del Pro) como Mauricio Macri y el brillante Rodríguez Larreta (nunca supe a quién es que reta este hombre). ¿Y a que no saben quién era el colaborador de Filmus que tan indignado, tan espantado y tan humillado se sentía por las ilegítimas maneras de complotar en campaña que Macri y sus secuaces habían utilizado en su favor?

Aníbal Ibarra.



El día que escuché hablar por primera vez a Aníbal Ibarra me di cuenta quién era en un santiamén. Aníbal Ibarra es un empleado público con todas las letras. Aníbal Ibarra es “el” empleado público. Si alguna vez viene algún extranjero y le pregunta cómo es, cómo se desenvuelve, qué lenguaje técnico-burocrático utiliza un empleado público de esos que nunca resuelven nada y que lo mandan a buscar otro formulario en lugar de solucionarle el problema, usted debe recomendarle que escuche a Aníbal Ibarra.

Aníbal Ibarra trabajó muchos años en el poder judicial, yendo de secretario a fiscal. Y de ahí entonces su manera tan crispante de hablar, que no dice nada, que se abraza a lenguajes absurdos que solo él y sus burócratas compañeros de trabajo del poder judicial entienden y utilizan.

Aníbal Ibarra fue concejal mucho tiempo, y ganó ese puesto hablando esas incongruencias que habla. Luego, electo “convencional constituyente”, fue el encargado junto con otros de reformar la constitución nacional. Sí, leyó bien. Aníbal Ibarra fue uno de los que reformó la constitución nacional en 1994, por eso hay cosas en la constitución que no se entienden… Y en 1997 fue nombrado por la revista TIME “joven sobresaliente hacia el siglo XXI”. Hágame acordar que nunca lea esa revista.

En el año 2000 convenció con su discurso inentendible a miles de porteños y fue electo “jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires”. Nunca entendí porque no le dicen “intendente” a ese cargo, que es más corto y dice lo mismo, debe ser porque son porteños.

En 2004, luego del incendio de Cromañón donde murieron 194 pibes por la inoperancia y el enquistado grado de corrupción de los inspectores municipales bajo su mando, Aníbal Ibarra fue presionado por el pueblo para que renuncie. Pero éste hizo oídos sordos, aparándose en cuestiones burocráticas que manifestaba en aquel lenguaje técnico que no se entiende, hasta que luego de un par de años fue, finalmente, destituido del cargo, cuando lo único que debería haber hecho si es que tenía dos dedos de frente o un poco de respeto por los ciudadanos que gobernó o ética, era renunciar de inmediato y ponerse a disposición de la justicia. Eso es lo que haría una persona de bien. Pero no, no hizo eso, por supuesto, no. Insistió. Que es lo que hacen los tipos como él, aferrarse a los cargos que consiguen sin importar ni la ética, ni el buen nombre, ni el honor, ni nada.

Y en 2007 volvió a las andadas políticas bajo el ala de Daniel Filmus y un tiempo más tarde, Malnatti lo entrevistó en la calle mientras un horda exagerada de lujuriosos ciudadanos demasiado conformes con sus diversas gestiones se acercaban a estrechar su mano, o a abrazarlo, o a pedirle un beso; hasta que el mismo Aníbal Ibarra pidió por teléfono celular y delante de la cara estupefacta de Malnatti que dejen de mandarle fanas truchos a saludarlo ya que se iba a descubrir la trampa e iba a quedar como un pelotudo. Y quedó como un pelotudo. Y se prendió fuego sólo, como el pelotudo que es.

Y debo reconocer que me alegré mucho aquel día que vi hasta el cansancio las imágenes en TV… Y me dije: vamos, carajo, uno menos. Pero fiel a su condición de inoperante catatónico crónico, no entendió ni que quedó como el culo ni que el mundo está lleno de gente que no lo puede soportar en un cargo público. E insistió, vehemente.

Y ahora sale, completamente horrorizado, a señalar a Mauricio Macri como un tránfuga que le meo el asado a Filmus.

¿No es genial?

¿No es genial que Aníbal Ibarra sea el estandarte de la lucha de Daniel Filmus por esclarecer ese deshonroso acto de cobardía que utilizó Macri para ventajearlo?

¿No es genial que Aníbal Ibarra continúe aferrado como sea a la política cuando debería haber quedado hace muchos años en el olvido?

¿No es genial que el kirchnerismo acepte en sus filas a tamaño inoperante?



Ojalá que Mauricio Ernesto Macri vaya preso si le entorpeció el camino hacia la victoria a Daniel Filmus.

Ojalá que Daniel Filmus se rodee de gente más seria para la próxima elección. Digo, así gana de una vez por todas.

Ojalá que Aníbal Ibarra se ponga una zapatería de barrio y no salga más por TV o por radio a hablar en ese idioma exasperante en el que habla. O que se cosa la boca con hilo sisal. O que se reconozca algún día, cuando se mire al espejo a la mañana y abdique. O que se vaya a vivir a otro país. O que se ponga una mercería. O que se haga monje tibetano. O que tenga un momento de lucidez, qué se yo.

Y otra vez, y vamos todos con las palmas:

Ojalá pase algo que me borre de pronto, una luz segadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos. En todas las visiones.