miércoles, 16 de marzo de 2011

No se puede hacer nada...

En 1984 mi padre me recomendó que vea una película que recién se estrenaba en VHS, alquilábamos en Córdoba entre Corrientes y Paraguay, cuando todavía se podía andar en auto por esa cuadra, donde hoy está Ateneo o Triángulo Color, no recuerdo bien. Yo tenía 12 años, y mi padre menos criterio que un palo de amasar a la hora de recomendar películas a su hijo preadolescente.

La película se llamaba “The Day After”, y trataba sobre una posible tercera guerra mundial, esta vez disputada entre Rusia y EEUU, en donde ambos países se recagaban a cuetazos nucleares y casi todo el mundo moría. Y la historia se desarrollaba, como bien pregona su título, en el día después de las explosiones, y el director del filme se encargaba de mostrar con acertado tino como los pocos que quedaban vivos buscaban desesperados, mientras se les caía el pelo y comenzaban a tener náuseas, mareos y problemas pulmonares, a sus familiares que no sólo no encontrarían por ningún lado sino que, aparte, estaban desintegrados, diseminados y mezclados junto con el polvo de todo lo demás que las bombas nucleares habían hecho polvo, valga la redundancia.



La película era medio chota, no era la gran cosa, habrá sido algo así como la 2012 de hoy, con la tecnología de principios de los 80 y sin grandes actuaciones, pero hubo una escena que me marcó a fuego, que me angustió hasta más no poder, que me abrió para siempre los ojos, y que me hundió de inmediato en una depresión severa de la que me costó salir al menos un año:

Señor sesentón, sabiendo que se viene el inminente estallido nuclear, sube las escaleras de su casa en busca de su esposa, también sesentona, que está haciendo las camas. Él la toma del brazo y le dice que es la hora de guarecerse en el sótano, pero ella insiste con hacer la cama. Él la aprieta más fuerte del brazo. Ella se zafa y, muy nerviosa, insiste con hacer la cama. Él la toma de los hombros y le dice, perplejo, que ya no hay tiempo, pero ella, poseída, insiste en continuar con sus labores de ama de casa, por lo que el marido le da una bofetada y la obliga a bajar al sótano. Y ella lo abraza llorando y le hace caso y bajan a protegerse.

Esa escena me aniquiló. Me hizo mierda. Por primera vez en mi vida me daba cuenta de en qué mundo había nacido. Por primera vez en mi vida me daba cuenta de lo desprotegido que estaba. Que no importaba lo que hiciera con mi vida recién arrancada, nunca tendría control absoluto sobre ella. Fue ese día que me di cuenta que mi padre no era Superman y que no podría prevenir un carajo, como antes de ver esa película yo suponía. Estaba solo. Solo en un mundo enfermo.

Y comencé a preguntarle cosas a mi padre, ilusionado de encontrar respuestas alentadoras emanadas de la boca de ese ser que me engendró y que hasta ese momento de mi vida era escuchado atentamente por mí. Pero mi padre no tenía respuestas a mis preguntas, y por primera vez lo vi titubear, divagar y mirar para el costado, cortando intempestivamente mis preguntas con un implacable: “No se puede hacer nada”. Y la sensación de inseguridad se aferró a mi cuerpo y me abrazó para no largarme por varios meses.

Entonces, luego de largas charlas con mi padre para no conseguir respuestas que me hagan sentir completo, fui transformando mi desesperación por revertir el dilema nuclear mundial en una apatía extrema al tema. No se cómo logré hacerlo, quizás el sólo hecho de verme imposibilitado de solucionar nada de lo que me planteaba me haya bastado para guardarlo en algún lugar bien negro de mi marulo y así no andar viéndolo a cada rato. Porque, como bien había señalado mi padre, “no se puede hacer nada”.

Y el tiempo pasó y cuando ya se podía decir que lo había superado va y pasa lo de Chernobyl (1986) y volví a espantarme, aunque esta vez ya tenía una edad más acorde para afrontar esas cosas (14) y lo tomé un poco mejor (…)



Desde 1945 hasta el día de hoy, EEUU, Rusia, Francia, Inglaterra, China, India, Pakistán e Israel han estado stockeando sin parar armas de destrucción masiva en unos hangares súper acolchados y llenos de extrema seguridad, esa extrema seguridad que es birlada en un santiamén por un terremoto, que es una sacudida violenta de terreno producida por el choque de las placas tectónicas que conforman el planeta y que no tenemos manera, ni la tendremos jamás, de advertir cuándo, cómo, cuán grande y dónde será el próximo movimiento telúrico.

Hoy en el mundo hay más de 20.776 ojivas nucleares, según una suma que hago gugleando, aunque en algunas páginas señalan la mitad de esa cifra. ¿Cuál será la cifra exacta? Sólo el terremoto lo sabe.

A esto hay que agregar las plantas de energía nuclear diseminadas por el mundo, que están compuestas por 442 reactores repartidos en 29 países.

Es muy desagradable escuchar al primer ministro japonés dar escuetas informaciones sobre las roturas de sus aparatitos nucleares con franca mirada pedante.



Es sorprendente ver al emperador de Japón hablándole a su país pidiendo calma. ¿Por qué Japón tiene emperador? ¿No son gente inteligente? ¿No hacen reactores nucleares, buques, automóviles, electrodomésticos de alta gama? ¿No sería hora que en 2011 un emperador sea aquel que embala peras en un puesto en el mercado? ¿Qué habrá hecho el pueblo japonés ante el pedido de calma del emperador? ¿Se habrá calmado? ¿Dónde se protegió el emperador del tsunami y del terremoto? ¿Habrá perdido sus pertenencias? ¿Por qué razón dio la cara sólo después del accidente apocalíptico nuclear de TEPCO? ¿Por qué Japón tiene emperador?



Es indignante ver en youtube una entrevista de una reportera del Russia Today a un científico en donde el hombre asegura que tanto en 1975, 1977 y 1981 les dijo varias veces a los ponjas que no debían instalar reactores nucleares en sus tierras, ya que estas eran las elegidas por los terremotos y tsunamis más severos al estar enclavadas en las intersecciones de tres placas tectónicas. ¿Es compatible la inteligencia con la estupidez lisa y llana? ¿La arrogancia y el ego desactivan la inteligencia a ese punto? ¿Los japoneses son una raza inteligente?


Es inadmisible escuchar a los chilenos, en medio del desastre nuclear de Japón y viniendo hace muy poquito de un fuerte sacudón que les reventó la patria, adviertiendo con cara de póker que ellos están por armar un par de reactores nucleares en su trémulo país.

Un accidente nuclear deja a la zona del desastre contaminada por 100.000 años. Un buen ejemplo de lo que significa esta temporada sin habitar esa zona contaminada es citar a las pirámides de Egipto, que tienen entre 5000 y 6000 años de vida, siendo esto muy poco en comparación con lo otro.

El accidente de Chernobyl fue 500 veces más grande que la bomba de Hiroshima.

En Chernobyl murieron, de manera inmediata, 31 personas, y en la actualidad esa cifra subió sostenida hasta más de 200.000 muertos, más 93.000 que están en camino a la muerte por los cánceres que padecieron luego del accidente. Pero algunos aseguran que el total de muertos será de más de medio millón de personas.



Ucrania no interpretó el problema como debería haberlo hecho siendo un país con la capacidad de montar un reactor nuclear (o sea, inteligente, en teoría) y hubo que convencerlos de que cierren la planta. Ucrania aceptó hacerlo sólo si el mundo le daba una mano con el abastecimiento eléctrico. Sí, leyó bien; luego del accidente, el gobierno ucraniano no dispuso el inmediato cierre de la planta, tuvo que intervenir el G7 y la UE prometiendo ayuda económica.

El gobierno ucraniano decidió evacuar a los 60.000 habitantes de Pripyat en 3 días, despacio, para que no cundiera el pánico y, sobre todo, para no demostrar al mundo que había un grave problema. Muchos murieron por esta decisión.

En estos videos de youtube usted puede ver víctimas de Chernobyl, le recomiendo que lo haga, a pesar de que es muy fuerte, ya que no debemos andar por la vida haciéndonos los pelotudos:





Hoy en día no se sabe con certeza cuanta gente murió, ni cuantos heridos dejó, ni cuantos malformados nacieron. Es todo un misterio. Un misterio parecido al de Japón, que no habla claro, que no dice la verdad de lo que ocurre, y que ocultará, para que no cunda el pánico y para que el mundo no se alarme, la verdad por siempre.





Tengo 38 años. Hace 26 años que soy consciente de que el mundo está enfermo. Y el mundo estaba enfermo desde mucho antes de que yo me diera cuenta. Y aún no vi, ni creo que veré, un solo acto de inteligencia de parte de ninguno de los gobernantes de las superpotencias que manejan este planeta. Uno solo.

¿Saben por qué?

Porque no se puede hacer nada.





Alberto Einstein dijo:

“Hay dos cosas que son infinitas: El universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy muy seguro”

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mundo tarado




Estuve de vacaciones, fui a Puerto Madryn nueve días. Hacía tres años que no me iba de vacaciones. Me fui con la patrona y con Etelvina, mi perra, que se bancó estoica los 1400 kilómetros que nos separaban de ese paradisíaco paraje patagónico, y que disfrutó en la playa las olas de agua salada sin la molestia de los oficiales de la GUM que no le permiten hacer eso en nuestra ciudad.

Y como corresponde en unas vacaciones, estuve al reverendo pedo. Al pedo como timbre de cementerio, al pedo como bocina de avión o como cenicero de moto. Al pedo como cerebro de Susana, o de Fantino. Y cuando uno está al pedo hace cosas que ni en pedo haría en días tradicionales. Y que trataré de contarles en esta simpática publicación haciendo un canchero preámbulo para ubicarlos en situación.

Hace unos meses fui de Pancho, mi diariero amigo de Salta y Balcarce, a buscar los matutinos de domingo que celosamente me guarda y, mientras esperaba que me atienda ya que había una señora comprando las revistas Pronto y Paparazzi y el diario La Capital, me quedé contemplando las ofertas de revistas que Pancho lucía en esos estantes de chapa finitos donde los ejemplares aguardan novio apretados tras un elástico color té con leche y noté, sorprendido, que entre las Hombre, Maxim, Anteojito, Caras, Gente y Radiolandia, había una revista que decía simplemente: SUSANA. Y no tenía otro nombre. SUSANA.

Al principio pensé que era una edición especial de alguna Gente o Caras de esta blonda y geronta mujer que para el público es re-macanuda y la consume sin ton ni son pero no, era una revista marca SUSANA. La revista se llamaba SUSANA. Y tenía a Susana en la tapa, con un vestido largo, con lentes oscuros, riéndose para arriba con la boca bien abierta con una mano en la patilla derecha de los lentes y la otra en el pesebre, tirando el culo para atrás en esa pose tan pero tan trillada de esta mujer de 67 años.

Y le pregunté a Pancho qué mierda era eso y me dijo, encogiéndose de hombros, que era una revista de Susana.
Y le pregunté qué carajo decía dentro y me dijo, encogiéndose de hombros, que no sabía.
Y me fui a casa realmente intrigado, ya que no podía concebir que haya una revista dedicada en exclusiva a Susana Giménez… ¿quién comprará esa revista? ¿para leer qué cosa? Me quedé inquieto.

Y bueno, los meses pasaron, el trabajo y los blogs me hicieron encontrar de golpe con las vacaciones y aquí estamos, vueltos de vacaciones y con el alegrón de contarles que, al reverendo pedo y rascándome el hígado a cuatro manos sin saber qué cazzo hacer para aburrirme más aun mientras mi mujer enviaba unos mails en un bar con WiFi que tenía internet, me paré con gran escepticismo delante de esos marquitos de fierro que tienen los bares con 10 o 15 revistas completamente intrascendentes para que uno escoja y lea como el aburrido que es. Y ¿a que no saben el ejemplar de qué revista colgaba del tendedero negro ese…? ¡Sí! ¡De la revista de SUSANA!

Así que no lo dudé un instante y me aferré a ese ejemplar con gran osadía y partí, muy jocoso, hacia mi mesa para deleitarme con el hallazgo mientras mi mujer seguía mandando fotos del viaje a sus parientes.

En la tapa estaba Susana (como no podía ser de otra manera) vestida con un palier (diría Boluda Total) rosa, con un zorrino clavado en la cabeza, en clara pose de “me estoy meando mal” aunque, como siempre, muy divertida, con unos nombres de ella misma en color pastel o algo así que la enmarcaban como puede usted apreciar en la foto que aquí arriba le clavé.

Comencé a hojear el ejemplar con curiosidad y había propagandas de ropa, muchas pero muchas páginas de propagandas de ropa. En una revista normal siempre uno se tiene que morfar la primera y segunda hoja de ropa y después viene el editorial, el índice, y comienzan las notas. Acá no. Acá el editorial (de Susana) apareció por la página 20 más o menos. Ya estaba re quemado de ver propagandas de ropa, pero apareció el editorial de Susana, que leí con gran entusiasmo. Y lo transcribí (sí, querido lector, recuerde que estaba al pedo y que me gustaba mucho estar en ese estado)

El editorial del mes de Setiembre de 2010 de la revista SUSANA decía, escrito por ella misma, lo siguiente:


Ahhhhh! Llegó la primavera, que nostalgia de otras épocas, el colegio, el picnic, las salidas con amigos, nos divertíamos como locos sin drogas, sin alcohol… ¡No los necesitábamos!

Vivíamos enamoradas, pensando en los chicos y soñando con ser grandes y hacer todo lo que no nos dejaban hacer…

Yo tengo el recuerdo de reirme todo el día.

Las razones por las que un chico me gustaba o no eran varias:
Primero: tenía que ser muy buen mozo; después sumaba si era bueno en los deportes, si bailaba bien o si era canchero al caminar. Como se vestía, también era un dato importante.

Todo sumaba puntos: El coqueteo, la seducción ¿hay algo más divertido?
Que lindos eran esos besos eternos que te sacaban el corazón por la boca, porque besar bien es y ha sido siempre un arte. ¡Ni hablar del drama de llegar a casa con el cuello marcado! Inolvidables las tácticas para cambiarme los tacos bajos por altos y acortarme la pollera al salir de casa. Sigo agradeciendo la complicidad de mamá para poder salir durante la semana. Yo me pregunto: ¿hay alguien que tenga que hacer esto hoy? Yo sé que no nací ayer, pero tampoco pasaron siglos ¡cómo pudo haber cambiado todo tanto! No quiero decir con esto que todo tiempo pasado fue mejor, pero no me digan que no estaría buenísimo que volvieran los lentos, los zaguanes, las orejas coloradas y los ramos de flores en las puertas…

Bueno chicas, me voy a escuchar a Luis Miguel. ¡Feliz Primavera para todas!!!!



¿Qué esto?

¿Qué estoy leyendo?

¿Por qué esta mujer tiene esta revista?

¿Quién la compra?

¿Alguien la compra?

¿Por qué?

¿Para qué?

¿Las señoras que compran esta revista saben lo que están comprando?

¿Qué leen dentro del ejemplar de 272 páginas de la revista Susana de Setiembre de 2010?

¿Talan árboles para hacer las impresiones o es un papel especial hecho a base de bosta de camello y no necesita de materia prima forestal?

Luego la seguí hojeando, completamente perplejo, y me encontré con varios colaboradores: Maju Lozano, Jaime Baily, Alessandra Rampolla, Ivan de Pineda y Valeria Shapira, entre otros.

No me detuve a leer ni siquiera el título de estos escritos, con el editorial de Susana me había alcanzado. Hubo sólo un momento en las 272 páginas infestadas de propagandas de marcas de ropa que me detuvieron un instante:

“Viaje con Ricardo Darín por Europa hace muchos años, segunda parte”

En donde un caricaturista había dibujado en un convertible neutro a Ricardo manejando y a Susana y su hija sentadas atrás moviendo los brazos como esos energúmenos muñecos inflables de los estacionamientos que parece que los estuvieran asaltando y estuvieran muy pero muy nerviosos con las manos en alto. Pero no la leí, me faltaba la 1era parte que seguro había venido en el número anterior…

Susana Giménez tiene mucha plata. Susana Giménez vive asediada por una horda de aprovechadores cincuentones que dos por tres le entran y a cambio la estafan en varios millones. Susana Giménez es ignorante. Susana Giménez no sabe dónde vive ni dónde está parada ni qué debería hacer por el bien de la humanidad siendo una mujer con posibilidades de revertir algunas cuestiones. La revista esa que lleva su nombre debe ser en realidad de otro señor que le puso una moneda a Susana Giménez para utilizar su nombre a cambio de un editorial completamente absurdo y delirante y un par de anécdotas imbéciles que esta señora haya presenciado a lo largo de su vasta carrera.

El editorial del mes de Setiembre de esta incomprensible publicación no tiene nada que envidiarle a una de esas charlas telefónicas de dos señoras de barrio que no tienen lo que hacer hasta que dentro de unas horas vuelvan sus maridos del laburo y les tengan que cebar unos mates.

¿Por qué a Susana le pagan fortunas por hacer esos comentarios y al común de la señoras de barrio a las que denominaremos “doña Marta” no?

¿No sería hora que doña Marta comience a reclamar derechos de autor al menos? Ir a las oficinas de la editorial y decirles que eso que publicaron ella lo había dicho un mes antes a una amiga por teléfono??

¿Ricardo Darín sabe que Susana está contando en una revista unas vacaciones que con él tuvo hace muchos años?

¿Por qué hay tanta injusticia y desigualdad en el mundo?

¿Qué tiene que ver esta pregunta que acabo de formular?

¿Me he vuelto loco?


Hoy no enganchaba bien la radio en el negocio (tengo un galpón muy faradaydiano que impide la buena sintonización) y tuve que poner la única que sí funcionaba, al mediodía.

Hay un programa nuevo que conduce con bravura (…) Alejandro Fantino. No estaba prestando atención, lo puse para no sentirme tan solo y escuchar algo. Nunca escucho esa radio. Fantino estuvo la hora y media que lo escuché preguntándole a sus panelistas cuál era el tip de mina o tipo “ideal”. Y los panelistas opinaban cosas muy parecidas a las que Susana Giménez planteaba en su editorial de setiembre: que tenía que bailar bien, que tenía que ser canchero y esas cosas; que a mí me gusta mucho esta, y a mí me encanta aquel otro… O yo se la pondría a tal señora, o déjate de joder! Cómo le vas a dar a esa! Y así sucesivamente...

¿Qué está pasando con la humanidad?

¿Seremos todos subnormales?

¿Cuánto cobra Fantino por ese programa?

¿Cuánto cobra Susana por esa revista?

¿Cómo puede ser que esto ocurra todo el tiempo y nadie haga nada de nada por resolverlo?

¿Por qué la gente mira o lee a Susana o escucha a Fantino hablar de esas pavadas?

¿Nadie tiene nada mejor que hacer?

¿Seré yo que estoy loco y que siento que vivo en un mundo tarado o estaremos rodeados de seres humanos con sus ínfimas necesidades culturales satisfechas?

¿Algún día veremos una luz en el camino?

¿Algún día cambiarán la televisión, la radio y las revistas?

Yo creo que no. Habrá que dedicarse a mirar la pared y pensar. Pensar mucho. E inventar algo.