lunes, 31 de enero de 2011

Personal te conviene

Hoy les voy a intentar describir un inconveniente que estoy teniendo con el celular, ese mágico aparatito que nos cambió la vida y que, sin él, ya no podemos vivir.

Soy cliente de Personal. Desde hace muchos años, creo que al menos 15. Y desde hace más de 5 años tengo un plan de “empresas” para poder hablar gratis con mi madre, mi hermana, mi padre, mi mujer y mis hijas.

Los celulares no funcionan más. No sé si usted tomó nota de esto que le digo pero es así: no funcionan. Porque hay muchos y las antenas están congestionadas de manera crónica. Sépalo, amiguito, así no se le sale la cadena de la bicicleta al pedo por algo que no tiene solución.

Dicen las malas lenguas que en este país hay un promedio de al menos 2 celulares por habitante. Y eso arroja un total de 80 millones de líneas.

Entonces pasa lo siguiente, cuando usted habla con su interlocutor se producen “muteos” irrecuperables de un cuarto o medio segundo de duración que trastornan de manera irremediable las comunicaciones por las que pagamos el servicio que la empresa de telefonía nos debiera brindar.

Ahora bien, si esos “muteos” fueran sólo producto de la falta de calidad en el servicio por saturación de equipos y escasa cantidad de antenas diseminadas en la ciudad, éstos deberían aparecer en cualquier instancia de la conversación y no sólo en la “palabra estratégica” o en la “palabra líder” de la oración. Y esto me hace pensar que las empresas de telefonía celular tienen un entrenado ejército de elite que escucha sin destajo las conversaciones de los abonados y dispara los “muteos” en los momentos críticos, para que el cliente deba volver a llamar y así gastar una nueva llamada.

Voy a poner cuatro ejemplos de lo que ocurre, así usted se hace amigo del problema y va contemplando si esto que le digo no le pasa a diario:


Conversación 1: 


- Madre e hijo -


HIJO: ¿Qué hacés, Ma?
MADRE: Acá estoy, leyendo el “MUTEO” de la “MUTEO”
H: ¿Qué?
M: Leyendo el “MUTEO” de la “MUTEO”
H: Se corta justo. No te entiendo.
M: Leyendo el “MUTEO” de la “MUTEO”
H: Bueno, no importa, sigo sin entenderte, mirá que en un rato voy a pasar, estáte atenta así bajás a abrirme.
M: ¿A qué hora venís?
H: A eso de las “MUTEO” y cuarto
M: ¿A qué hora? Se cortó justo.
H: A las “MUTEO” y cuarto.
M: Se sigue cortando.
H: ¿Ahora me oís?
M: Sí. Fuerte y claro.
H: A las “MUTEO” y cuarto.
M: No, se sigue cortando. Hacé una cosa, yo me preparo y te espero, y cuando llegás me tocas timbre.
H: ¿Y si no “MUTEO” lugar para “MUTEO”?
M: No, se corta, hijo; no sé qué me dijiste…
H: Que si no “MUTEO” lugar para “MUTEO”.
M: No, qué macana, se corta justo.

Este es un ejemplo tonto y cotidiano sobre una situación que, a pesar de romper mucho las pelotas porque uno paga por un servicio y pretende utilizarlo, el caso no es de vida o muerte. Realmente no importa qué estaba leyendo la madre, como tampoco es tan relevante a qué hora llega el hijo a la casa. Suponiendo una madre que está en su morada y no piensa salir o no tiene qué hacer. Tampoco importa mucho si el hijo no consigue lugar para estacionar y no le puede tocar timbre, en todo caso deja un minuto el auto en doble fila, cuestión arraigada en nuestra idiosincrasia, y le toca timbre para que la madre vaya bajando mientras él estaciona en la otra cuadra y vuelve caminando. Póngale onda, tampoco es tan grave…

Veamos otro cristalino ejemplo.


Conversación 2: 


– Jefe – Empleado -


JEFE: Martínez, ¿Pudo hacer el depósito?
EMPLEADO: No, señor. Estaba “MUTEO” el “MUTEO” de la cuenta.
J: No lo escuché, Martínez. Se cortó justo. ¿qué le pasó?
E: Estaba “MUTEO” el “MUTEO”, señor.
J: Sigo sin recibirlo, ¿por qué no se queda “MUTEO”?
E: ¿Señor? No entendí lo último que dijo…
J: ¡“MUTEO”, Martínez! ¡”MUTEO”! A ver si me toma mejor…
E: ¿Ahora me escucha?
J: Sí, mucho mejor. ¿Qué problema tuvo con el depósito?
E: Le decía que estaba “MUTEO” el “MUTEO” de la cuenta.
J: Caramba, Martínez, parece a propósito pero justo se cortan esas dos palabras tan necesarias para que nos entendamos, haga una cosa, es la una y media, por qué no se viene a la oficina y me lo explica en persona, todavía tiene tiempo de volver a hacer el depósito.
E: Como no, señor. Ya estoy yendo.
J: Lo espero.

Tanto Martínez como su jefe, por esta ocasión, tuvieron suerte ya que era la una y media, faltaba otra hora y media para que el banco cerrase sus puertas y la oficina de Martínez estaba sólo a unas cuadras de la sucursal del banco. Martínez volvió a su oficina, un poco agitado por la disparada y le explicó finalmente el problema con el depósito: Estaba MAL el NÚMERO de la cuenta. El jefe constató el error, faltaba un número, y Martínez salió disparado al banco con el número de cuenta correcto.


Hasta aquí son imponderables razonablemente inocuos. No hacen mal a nadie. Sólo hacen perder el tiempo. Ése tiempo que nos es esquivo desde hace varios años. Porque ya no tenemos más tiempo, si usted no se dio cuenta todavía.

Pero pongamos un tercer ejemplo. Un poco más complicado, por cierto:


Ejemplo 3:


– Cliente de empresa de seguros en la ruta con la familia compuesta por dos hijos pequeños y una mujer – Telefonista de la empresa de seguros.


TELEFONISTA: "BORDER-COLLIE" Seguros on-line, mi nombre es Fabiana, ¿En qué puedo ayudarlo?
CLIENTE: Sí, buenas tardes. Me quedé en la ruta, me podría mandar una grúa, aparentemente es un problema eléctrico porque el auto se paró y no arranca más.
T: Cómo no, señor, dígame por favor la ubicación.
C: Estamos a “MUTEO” kilómetros de la estación de servicio Shell de “MUTEO”, mano a “MUTEO”
T: Disculpe, pero no le entendí.
C: Le decía que estamos a “MUTEO” kilómetros de la Shell de “MUTEO”, mano a “MUTEO”. Pero pasando la Shell, pasándola para el lado de "MUTEO"...
T: No logro entender la locación, hágame el favor de correrse unos metros para ver si puedo recibirlo mejor, mientras tanto dígame la patente de su vehículo y el número de póliza.
C: Cómo no. El auto es un “MUTEO”, gris perla. Y la patente es JG”MUTEO” “MUTEO” 8. Y el número de póliza… Espere que no lo encuentro. Acá está. Tome nota: “MUTEO””MUTEO”4 H 14 J “MUTEO”MUTEO””MUTEO” 3.
T: No, señor, lamentablemente no le entendí nada de lo que me dijo, debe correrse de donde está porque no lo tomo. Se corta.

En este caso, más peligroso, por cierto; el cliente podría haber tenido un accidente en la ruta. Al no conseguir brindar la información solicitada a la telefonista puede que hubiera desesperado por estar con la familia en la ruta y hubiese optado por hacer dedo y dejar a su mujer e hijos solos, con todo lo que esto significa, con los accidentes de tránsito de los que somos testigos a diario.


Pero vamos de una vez por todas al ejemplo más peligroso de todos, ese que no tiene salida y que transporta al cliente a una muerte segura.


Accidente hogareño. Un niño tomó veneno para hormigas. Su madre, desesperada, llama a emergencias. Esta mujer vive muy lejos y la ambulancia va a tardar una hora larga en llegar a su casa. Por lo que la telefonista del centro de atención deberá darle consejos a la mujer de cómo actuar hasta que lleguen los paramédicos.

MADRE DESESPERADA: ¡Hola! ¡Por favor! ¡Mi hijo tomó veneno para “MUTEO”! envíenme una ambulancia. Está en el suelo con los ojos en blanco y la botella tirada a su lado ¡SE MUERE!
TELEFONISTA: Por favor, señora, cálmese. ¿Veneno para qué tomó el nene? No se escuchó.
MD: ¡Para “MUTEO”!
T: Sigo sin comprender, pero no se aflija, dígame la dirección, que ya enviamos un médico.
MD: ¡“MUTEO” 4284!
T: No le entendí la calle, señora. Relájese y córrase de donde está porque se corta. Se vé que no tiene buena señal.
MD: ¡”MUTEO” 4284! ¡Vengan pronto! ¡Le sale “MUTEO” por la boca! ¡Y tiene “MUTEO”!
T: No logro entenderla, señora, deberá ir a otra habitación para poder tomarle los datos porque se corta. De lo contrario no podré enviarle el médico y tampoco podré decirle qué hacer mientras estos llegan a su casa...


¿Vieron como de golpe, con este último ejemplo dejaron de reírse y se asustaron un poquito?

Entonces, me pregunto.

¿Qué debemos hacer con estas empresas de cuarta que nos brindan estos patéticos servicios, que nos atienden como si fuéramos ratas apestosas y que nos venden aparatos de pésima calidad para comunicarnos para de esta inútil manera mientras cobran fortunas inadmisibles que no se comparan con el mismo servicio en otra parte del mundo, convirtiendo a la Argentina en uno de los países con telefonía más cara del mundo, que encima está por aumentar inminentemente?

¿Por qué razón si el “MUTEO” es producido por la absoluta congestión que sufrimos, éste no aparece en cualquier lado y sí lo hace en esos lugares estratégicos?

¿Por qué razón no importa las veces que uno repita la frase, como tampoco importa como uno de vuelta la oración, el “MUTEO” sigue perturbando a la palabra líder para que uno no logre hacerse entender?

¿Los celulares no fueron inventados para que nos comuniquemos?

¿O son sólo para pagar una cuentita más en esta vorágine miserable que es nuestra vida?

¿Algún día tomaremos el toro por las astas y tiraremos todos los celulares a la basura, haciendo que estas poderosas empresas claudiquen, se fundan y exploten de una vez por todas?




Personal no te conviene… Personal te abstiene. Personal te detiene.

domingo, 23 de enero de 2011

Vamos de paseo, pí, pí, pí.

El viernes estaba trabajando como un temerario, con la cabeza partida por toda la semana y con el calor, que sobre fin de Noviembre me hizo decidir, muy a mi pesar, que a partir del día siguiente trabajaría sólo de 6 de la mañana a 14, de corrido. Tengo la ventaja de poder decidir esas cosas y no me imagino lo que deben sufrir los que no pueden y deben trabajar por la tarde en labores como la mía (galpón de chapa sin ventilación y, obviamente, sin aire acondicionado). Entonces, decía, estaba trabajando muy acalorado con una paspadura en la entrepierna que ya se me hizo perenne. Y estaba escuchando a Víctor Hugo.



Siempre escucho a Víctor Hugo, a pesar de que odio la manera desfachatada con que mete las publicidades entre noticias, que hizo que durante un largo tiempo lo abandone, pero ahora hace rato que volví. Y necesito escucharlo. Sobre todo para saber cómo viene la mano.

Le tenía gran respeto a este hombre hasta el día en que me llegó un mail diciendo que Néstor le había pagado 10 palos verdes para que lo apoye en su gobierno. Al principio no lo podía creer, realmente. No lo concebía. ¿Víctor Hugo? Me sentí ultrajado, engañado, qué se yo, me sentí para la mierda.

Pero el mail que me enviaron no dejaba lugar a dudas:

1.Vicente Horacio Mendoza y Viviana Hilda Méndez, empelados de Continental, advirtieron la dádiva y lo comentaron entre los demás empleados de la radio. Y Víctor Hugo hizo presión para que los echen. Y los echaron.
2.Magdalena Ruiz Guiñazú cortó abruptamente su relación con Víctor Hugo, cancelando de un día para otro el “pase” que hacía con él al final de su programa, que tan interesante era.
3.Continental y Víctor Hugo, que ya habían mencionado que no transmitirían el mundial Sud África 2010, de un día para otro fueron y lo transmitieron.
4.Víctor Hugo dejó de hablar mal para siempre de Julio Grondona, su enemigo acérrimo N°1.


Yo escuchaba “el pase” que hacía con Magdalena. Lo escuchaba, no me lo contó nadie. Y fui testigo el día en que ese pase no estuvo más. Tampoco estaba como un pelotudo sentado en una silla con una mano sosteniéndome la pera, embelesado con los comentarios de estos dos, no. Simplemente lo escuchaba y noté que un día no estuvo más.
Y luego, hace poco, cuando Víctor Hugo renovó su contrato con la radio por 4 nuevos años, un oyente le preguntó a Fernando Bravo, periodista que lo sucede en la grilla de Continental, qué opinaba de la extensión de dicho contrato, a lo que Fernando Bravo contestó: - A mí ésta radio me paga para que hable entre las 13 y las 17, de lunes a viernes. Lo que pase fuera de ese horario no me incumbe… -




Hace un año atrás, más o menos en la época que posteé indignado el debate entre Longobardi y Víctor Hugo sobre la ley de medios (en donde Longobardi quedaba como un perfecto idiota por no dar su punto de vista sobre la ley y Morales sostenía su postura con dignidad, garbo, prestancia y mucha información) le habían hecho una nota en la revista del diario La Nación, en donde Víctor Hugo mostraba su casa, en Puerto Madero, un departamento absolutamente del carajo, que impactaba por donde se lo mire y dejaba a uno con la baba goteando. Y Víctor Hugo posaba para las fotos en el estar, en la sala de música, en la cocina, en el living; siempre custodiado por ventanales enormes que mostraban, a lo lejos, el Uruguay. Era el departamento de un potentado.

Cuando leí esa nota me quedé sorprendido por la forma elegante y súper cómoda de vida de Víctor Hugo, pero enseguida entré en razones: Víctor Hugo es un tipo que hace 30 años que es muy escuchado y los contratos que firma deben ser millonarios, así que es lógico que tenga tamaña cantidad de plata.

Y el tiempo pasó, y Víctor Hugo siguió hablando maravillas del gobierno, siguió metiendo la publicidad de los lentes Francioni en lugares absolutamente descabellados y yo lo seguí escuchando con tristeza, bastante a mi pesar. Porque la otra opción, querido amigo, es poner a Oscar Gonzales Oro, y no puedo. Realmente no puedo escuchar ese programa.

Entonces, volviendo al párrafo inicial de esta simpática publicación, el viernes pasado estaba trabajando muy acalorado y Víctor Hugo transmitía desde Mar del Plata y eran las once y pico. Y hacía mucho calor y me dolían mucho las manos. Y estaba paspado. Y tenía sueño. Y Víctor Hugo menciona algo sobre que Mar del Plata es la ciudad en donde veranean los argentinos de clase “media”, y que para calcular qué tipo de clase media veranea en Mar del Plata (se ve que para Víctor Hugo hay varias "clases medias"), le había pedido a su producción que le haga un listado de los autos que circulaban por la puerta de la radio porque, a pesar que él estaba detrás de una ventana que mostraba la avenida, él no conocía de marcas de autos y no podría señalar qué auto estaba circulando, que la producción le había dicho qué auto tenía él: Un Chevrolet Corsa, y que los autos que pasaban eran: un Ford Sierra, un Fiat Duna, un Peugeot 504, un Ford Taunus, etc, etc.



Víctor, mirá que yo no me enojo fácil, fijate incluso que, a pesar de todo el mal olor que hoy te rodea, te seguí escuchando… Pero no podés. Definitivamente no podés.
En primer lugar no podés señalar como clase media a gente que tiene esos autos. Admitílo. Es gente pobre. No es clase media. Nadie en ese escalafón de la sociedad tiene ese tipo de autos. Son pobres, Víctor Hugo. Pobres. Pobres que viven en este país. Porque hay pobres en este país. Y veranean todos juntos en Mar del Plata, como pueden, rifando todos los ingresos del año que comienza en cuotas con la tarjeta para poder vacacionar 15 días en enero, todos apretados, en la Bristol. Entendé ése punto. No seas tan caradura.

En segundo lugar: no podés no saber los nombres de los autos, Víctor Hugo, déjate de joder, sos un tipo grande, ¿Cuántos años tenés? ¿60?

¿Nunca viste, en tus años de juventud, un Torino con ansias de manejarlo?

¿No conocés el Audi?, ¿el BMW?, ¿el Mercedes Benz? ¿No te suenan esos nombres? ¿Nunca viste los logos de esas marcas? En el garage de tu torre de Puerto Madero está lleno de esos... ¿Nunca te atrajo verles el culo cuando estan estacionados?

¿Cómo podés ser tan gil de suponer que alguien te va a creer que vos de autos no sabes nada?

Y lo otro:

¿Realmente crees que decir que manejas un Chevrolet Corsa te hace más digno y te corre del lugar de periodista corrupto en el que te metiste sólo?

¿Vos crees que al comentar eso la gente va a decir: Mirá Víctor Hugo, qué macanudo que es, ¡tiene un corsita como nosotros!?

¿Cuándo volvés al estacionamiento de la torre de súper lujo en la que vivís estacionás el corsita al lado del auto de qué vecino?

¿Qué auto tiene tu vecino de al lado?

¿No desentona con el decorado el corsita tuyo en el estacionamiento ese?

¿No te manifestaron tus vecinos que lo cambies porque no pega y les molesta a la vista? ¿Vos crees en serio que nosotros vamos a cambiar nuestra opinión de vos porque nos digas que manejás un corsita?

¿Vos crees que la gente es pelotuda?

Y otra cosa, que me quita el sueño y prometo que es la última:

¿En serio no sabés la marca del auto que manejás?

¿Cómo hiciste para comprarlo? ¿Lo compraste por correo?

¿Cómo hacés para meterte dentro del cockpit de ese misterioso auto cuando vas a trabajar? ¿Vas con los ojos cerrados y te lleva alguien para que no te tropieces como si se tratara de una inquietante sorpresa?

¿Le sacaron el logo de la marca del volante para que tampoco lo sepas dentro?






Víctor Hugo, hacete un favor, No trates de arreglar algo que ya está roto y que nunca se podrá reparar. Seguí laburando. Hablá por radio, apoyá al gobierno y hacé la tuya. Sos grande y merecés disfrutar de la vida. No inventes situaciones inadmisibles para quedar bien con la población. El tiempo es justo y sabio. Y si toda esta historia sobre los 10 palos verdes es una mentira, a la larga se sabrá, quédate tranquilo. Quizás se sepa cuando ya estés muerto porque a veces el tiempo tarda en dar su veredicto, pero al menos tus oyentes podrán volver a respetar a ese hombre que todos suponíamos que eras.

domingo, 9 de enero de 2011

El imantado

Yo tengo un imán. De eso no hay ninguna duda. Lo sé desde que tengo uso de memoria.

En la cola del supermercado siempre tengo adelante a alguien con algún problema de falta de precio, o de error en la tarjeta, o de producto en malas condiciones… También me pasó varias veces que la cajera decida en el instante que me toca a mí cerrar la caja.

En el cine me siento siempre, a rajatabla, al lado de algún energúmeno que manda mensajitos sin parar como un poseído durante todo el transcurso de la película, cuando no se la pasa abriendo caramelos envueltos en celofán o riendo a carcajada limpia en compañía de sus secuaces.

En el banco siempre se clava el cajero automático cuando es mi turno.

En los innumerables trámites por mí realizados ante las autoridades que nos gobiernan por la venta de un vehículo, como por el cambio de domicilio, como por el pago de algún impuesto atrasado de mi casa siempre me encontré con que el formulario no era o el sellado estaba mal o la próstata estaba vencida. Siempre.

Siempre tuve problemas. Siempre me tocó a mí. Es más, no podría contar una sola vez en que no haya tenido que atravesar un improperio. Soy así. Soy un garcado irresoluto. Y debo aceptar vivir con esa cruz.

Cuando comencé, hace casi 2 años, a llevar a mi perra al parque en Wheelright y Dorrego, sufrí en varias ocasiones el asedio de "Los misteriosos hombres de negro" que viven en la barranca y se drogan y emborrachan y chorean sin escrúpulos, incluso una vez publiqué una simpática anécdota que disfruté con uno de ellos (que luego me informaron unos amigos que también van al parque que el tipo se llama "Andrés" y que es un prófugo de la justicia santafecina, que finalmente fue encarcelado por homicidio y que por eso no lo veo más…)

Luego disfruté el comienzo de la construcción de una especie de plaza en la zona, cercando todo el lugar y achicando el predio a menos de la mitad, motivo por el cuál ahora estamos todos apretados y muy incómodos, pero nos respetamos y entendemos. Y no nos jodemos entre nosotros.

También fui partícipe de una situación un domingo que fui con mi novia, mis hijas y la perra a comer unos sanguchitos con bebida cola y elegimos un banco bajo un árbol y nos sentamos a almorzar. La estábamos pasando realmente muy bien: mi perra jugaba sin parar con un perro llamado "Indio", mi novia leía el diario, yo leía unos impresos que me había organizado sobre Julian Assange para luego postear mi comentario en este blog y mis hijas jugaban con unos diminutos dinosaurios plásticos en el banco de cemento. Todo era perfecto hasta que apareció por un costado una vieja (a la que conozco del parque y a la que mi novia una vez ayudó a atarse el pelo) con un chango de supermercado, unos 6 perros callejeros y un palo amenazándome que me vaya de ahí, que ella tenía que darle de comer a los perros y que ése era “su” lugar, yo la miré pero no le dije nada pero mi novia se ve que la miró mal porque inmediatamente la siguió con ella, diciéndole que no la mire así, y que se vaya. Mi novia insistió, intentando manifestarle que ese era un lugar público y que había miles de formas de decir las cosas a lo que la vieja levantó el palo y comenzó a darle al banco donde mis hijas jugaban con sus dinosaurios plásticos, volándolos a la remismísima mierda.
Y ahí me levanté y protegí a la más chica de algún futuro palazo mientras la más grande se alejaba sola y mi novia juntaba todo en una canasta y se iba mientras yo, abrazado a mi pequeña, intentaba recuperar los dinosaurios ante los continuos palazos de la vieja loca a centímetros de mis manos. Llamé a la policía y me fui, pero la policía nunca vino. Nunca viene la policía, la policía está para cosas más importantes que encarcelar ladrones, matones, trapitos intimidantes y/o vendedores a cielo abierto de merca. Y la vieja consiguió darle de comer a los perros en la comodidad de “su” banco de plaza.

Luego lo comenté entre los amigos del parque con los que nos vemos a diario y me dijeron que sí, que incluso algunos de lejos habían visto el triste episodio y que al parque no se puede ir más. Que los "misteriosos hombres de negro" no están más porque con esto de la construcción de la plaza los corrieron y se fueron, pero que ahora hay unos veinte flacos nuevos que venden merca en la barranca y que aprietan a los que estacionan autos para que les den $4 por cuidar un auto que no van a cuidar ya que una vez recolectados los pesos se vuelven a enfiestarse en la barranca.

Entonces me cansé. Y me fui del parque.

La semana pasada unos amigos me recomendaron que vaya con Etelvina, mi perra, a la Florida, que a los perros les gusta mucho el agua y que se iba a divertir bastante. Así que el sábado pasado fuimos los 3: mi novia, Etelvina y yo.



La pasamos fenómeno, al principio Etelvina no entendía nada y miraba el agua con resquemor, pero pasaron 2 señores cincuentones caminando y debatiendo cuestiones de nuestra cotidianeidad y le enseñaron de un empujón que el agua estaba re-buena, y después le tiraron un palito y Etelvina lo fue a buscar. Y nunca más la pude sacar del agua. Estaba enloquecida.











Así que no lo podía creer, tanto tiempo perdido, tantos malos momentos vividos y tenía un lugar fantástico para estar un rato divirtiendo a mi perra.
El domingo fuimos de vuelta. Y el lunes a la tardecita. Y el martes. El miércoles fui con mis hijas, a eso de las 4. Dos pibes que llegaron después que yo desensillé se sentaron a fumar sendos porrazos en la escalerota que baja al agua, pero tenían pinta de estar en la suya así que no le di mayor importancia. Incluso pasaron caminando por al lado de los “porristas” unos agentes de la GUM y no les dijeron nada así que los deberían conocer, o quizás en ese lugar la cosa era distinta, más libre, más respetuosa, que se yo… Era nuevo en el lugar y no entendía mucho como se manejaban las cosas. Los porristas me preguntaban de vez en cuando algunas pelotudeces sobre la perra, si era buena, cómo se llamaba y esas cosas. Me incomodaba un poco la situación porque estaba con las nenas, pero se los veía tipos tranquis así que no me preocupé demás.
El jueves volví a ir, como el viernes y el sábado. Toda la semana fui. Etelvina ya se hizo un par de amigos: Uma, que es una ovejero que también va siempre al horario que voy yo con sus dueños y una pastor inglés rapada que aún no sé su nombre a la que denominaremos “Pastora”. Los dueños de Uma y Pastora van con las reposeras y Etelvina, Uma y Pastora juegan mucho solas ante la mirada siempre atenta de nosotros, sus dueños, que no les permitimos que se corran del lugar delimitado por nuestras pertenencias. Y no se corren. Jamás salen del pedacito demarcado por nuestras reposeras.

Hoy domingo volví a ir. A las 9:30. Pagué con orgullo los $4 que te cobra una asociación en beneficio del Hospital Alberdi que emplea a unos ciudadanos con insignia y ticket y me fui al agua. Etelvina ya está canchera y se mete de inmediato. Yo le tiro un palito. Etelvina lo busca y me lo trae y yo se lo tiro de vuelta. Al rato cayó Uma y Pastora con sus dueños y se instalaron en el exacto lugar de siempre, y me saludaron de lejos (ya nos tenemos vistos pero aún no hubo contacto verbal) Y los perros comenzaron a jugar.

30 minutos después aparecieron por el lado norte 2 agentes de la GUM y se me acercaron con timidez. Yo no entendía que querían porque estaba muy concentrado en mi perra que estaba nadando medio lejos pero los veía que sigilosamente se acercaban a mí. Y era para mí, porque donde yo estaba parado no tenía gente alrededor.

El más alto me preguntó si la perra tenía correa. Le dije que sí y se la señalé en la escalinata.

El más petiso me preguntó si tenía bozal. Le dije que no.

El más alto me ordenó que le ponga la correa. Le dije que era de cuero y que se iba a arruinar con el agua.

El más petiso me dijo que no podía tener a la perra suelta sin bozal, que me retire.




Etelvina retirándose..


Y se fueron a dar el mismo discurso a los dueños de Uma y Pastora, que tienen toda la pinta de llegar caminando al lugar por lo quemados que están, tienen pinta de vivir ahí nomás e ir al río a pata hace años.
Yo me enojé mucho, como siempre, y me fui puteándolos, que es lo que hago cuando la injusticia y, sobre todo, “el imán”, se apoderan de mi vida sin pedir permiso. Y me fui a caminar por la vereda para que Etelvina se seque con el sol así poder meterla en el auto.

Cuando llegué a las rejas que impiden el paso al Balnearo la Florida, volví a encontrarme con estos dos sujetos a los que denominaremos “Don Quijote y Sancho Panza”que les preguntaban a un señor y una señora cuánto tiempo se iban a quedar tomando mate en el banco que habían elegido porque no se podía estar ahí. Y me metí en el medio e, irónicamente, les señalé a los pobres candidatos que no se podía tomar mate en ese lugar, que en qué cabeza cabía semejante delirio, que circulen. El señor y la señora entendieron que los estaba ayudando y se rieron con esa cara de sorpresa que puse yo en el primer contacto con estos dos inimputables de uniforme y logré al menos que Don Quijote y Sancho Panza los dejen en paz y sigan con su absurdo patrullaje en busca de nuevas víctimas.

Luego de esto comencé a masticar arduamente mi bronca y a luchar en mi interior por no seguirla, por irme y dejarme de joder, pero no puedo. Es imposible. Así que dejé a la perra en el auto y me dirigí a la “carpa de la seguridad” en donde Don Quijote y Sancho Panza se habían sentado a tomar mate en compañía de otros agentes que se ve que estaban en el descanso y les pregunté el nombre a los gritos y muy encolerizado. Ambos dos me revelaron sus identidades (que voy a guardar como un oscuro secreto para no deschavarlos, sobre todo porque no tienen la culpa, son 2 giles de goma, 2 pobres salames que no tienen de qué trabajar y que engancharon este absurdo empleo y cumplen órdenes dictadas por algún desequilibrado del municipio que ya no sabe cómo hacer para demostrar a la ciudad que estos agentes inventados cobran un sueldo digno) y una oficiala GUM, con franca pinta de alcahueta y aires de policía, me preguntó mi identidad haciéndose la guapa, a lo que le respondí: Talarga, Juan Carlos… “Juancho”, para los amigos; pero no entendió el chiste y anotó el nombre en un papelito.

Luego entró en escena el jefe de esta bandita de rompe-huevos y se presentó en sociedad estrechando mi mano con respeto diciéndome que hay una ley desde hace más de 20 años, la 8.468, que dicta que los perros deben estar con bozal y encadenados, yo le manifesté, sintiendome de inmediato un alcahuete, el episodio de los porristas del miércoles por la tarde, que si eran tan estrictos en hacer cumplir las leyes más pelotudas, por qué habían pasado tan alegremente por al lado de 2 flacos que estaban meta porro y no les habían hecho mención alguna sobre el tema, a lo que Jose Luís Jefe me contestó que ese tipo de cuestiones son pura y exclusivamente de la policía, que ellos no están para eso.

Luego se metió en la trifulca un señor mayor, aduciendo que el hace del ’82 que va al río y que los perros andan sueltos y que nadie tiene problemas, que porqué me cagaban la fiesta gratuitamente de esa manera, pero ninguno respondió nada, hicieron como que el hombre no estaba ahí parado, como que no existía. Yo lo tomé del hombro y lo llevé de vuelta a su silleta plástica y le dije que no se altere, que gracias igual por preocuparse.

Siempre me pregunté qué cazzo significaban las siglas “GUM”, y siempre supuse, seguramente equivocado, distintos significados:

Gamberros Unidos Maniseros

Goleadores Uruguayos Montoneros

Gratuitos Usuarios de Machete

Grandísimos Ulcerosos Maquiavélicos

Ginebra, Uvasal y Mandioca

Gerardo Unta Manteca

Y un montón más.


Ahora sé qué coño significan esas siglas:

Garcadores Unidos Magistrales

Démosle un caluroso aplauso a A. A., I. P. y al Señor L., agentes y jefe, respectivamente, de la GUM, esa organización tan indispensable y tan protectora de las leyes que preservan nuestra integridad con garbo, valentía, ímpetu y equidad.





La GUM. Esa organización necesaria.