lunes, 30 de enero de 2012

Gustavo Sala, el xenófobo



Hace unos días encontré en el Facebook de Diego Parés una cruzada épica para respaldar y reivindicar el buen nombre de Gustavo Sala, un humorista que hace tiras cómicas en Página 12 y en la revista Barcelona, que hace poco descubrí y que, por qué negarlo, a veces me hace cagar bastante de risa con sus ocurrencias rockeras, oscuras, ordinarias y descerrajantes, si es que existe esa palabra.

Y entonces me puse a investigar un poco qué había pasado, y aparentemente una señora y la colectividad judía se habían visto ofendidas, ultrajadas y pisoteadas “nuevamente” en su buen nombre por una tira publicada el jueves 19 de enero en el diario Página 12 en donde un desopilante “David Gueto” amenizaba las jornadas dentro de los campos de exterminio nazis meta punchi-punchi alentando a los futuros exterminados a que bailen mientras éstos, flacos al punto mismo de la muerte y con unas expresiones faciales dignas del campo de concentración en el que se encontraban, le señalaban al simpático y extraviado David que no bailarían, ya que nada tenían que festejar porque los estaban matando, cuando irrumpe en escena el mismísimo Adolf Hitler y, con muy buena onda y como si se tratara del anfitrión de una relajada fiesta, les aconseja que bailen ya que la vida es corta, consiguiendo con su "carisma inigualable" que los judíos se pongan a bailar, aprovechando Adolf el momento para acercarse a David Gueto, que sigue danzando al compás de su estúpida música, para agradecerle su labor, ya que los jabones les salen mucho mejor cuando los judíos están relajados.

Y ¿qué quiere que le diga? No hay un solo momento en la tira que no sea excelente y súper original, porque realmente, lo de David Gueto es genial. Suponer un DJ dentro de un campo de exterminio…, me hace estallar de la risa. Y que encima venga Hitler, rosagante y medio gordito y les hable con una sonrisa como si fuera un personaje de los chistes Bazooka..., no pude parar de reírme. Genial chiste de Gustavo Sala, sin dudas. Sublime.

Pero ¿qué pasó? Resulta que ofendió, que hirió en lo más profundo y que ahora enfrenta un señalamiento sin igual que de seguro lo tiene bastante preocupado, triste y sin ganas de explayar su “peligrosa” inspiración en una próxima tira cómica. Y no está bien. O al menos no es justo, porque yo pensé que vivíamos en 2012, yo pensé que vivíamos en un país libre en donde cualquiera podía decir cualquier cosa. Porque si nos ponemos a enumerar la cantidad de cosas que se dicen EN SERIO y ADREDE para VERDADERAMENTE buscar herir sentimientos…, puedo hacer una lista larga. Y solo en la mente de un pacato o de un susceptible crónico puede germinar la semilla de la ofensa sobre la tira de Gustavo Sala.

Solo a una persona llena de odio que aún no elaboró una madurez madura sobre el holocausto puede ocurrírsele que Gustavo Sala es nazi o que aprueba el exterminio, o que a Gustavo Sala no le importa un carajo de nada o que no tiene límites, o que Gustavo Sala se excita basureando judíos. Porque con ese criterio entonces, Langer sería fascista por su personaje “Mamá Pierri” y habría que denunciarlo, o Diego Parés sería un pornógrafo por sus últimas publicaciones en Barcelona y habría que prohibirlo, o León Ferrari debería morir en la hoguera por haber dibujado a un pájaro sacudiéndose a la virgen María.

Y estoy un poco roto las pelotas de todo eso, porque realmente ya fue, no se puede seguir intentando ir para atrás en este momento mágico que estamos viviendo en donde solo hay un camino, que es el que está ahí adelante.

Hay una escena en la película “The people Vs. Larry Flint” (que le recomiendo a la señora que denunció a Gustavo que la vea en lugar de estar leyendo cosas que no son de su agrado) en donde su abogado, en uno de los primeros juicios que Mr. Flint debe afrontar, le dice al jurado que “si empezamos a poner paredes donde hay cosas que no nos gustan, un día nos vamos a despertar y vamos a ver paredes por todos lados, incluso en lugares donde nunca hubiéramos imaginado que las veríamos… Y eso no es vivir en libertad”

La libertad, la aceptación del otro y el respeto por las ideas opuestas terminan en una línea muy delgada dando lugar a la censura, al racismo y al autoritarismo. Y hay que ser necio o idiota para suponer que Gustavo Sala escribió esa fantástica tira intentando insultar a la comunidad judía cuando es una histriónica situación delirante en un campo de exterminio nazi, con un poder de síntesis fenomenal y con un grado de ironía que maneja los tiempos y las sutilezas de una manera exquisita durante el transcurso de cuatro cuadros de tira cómica.

Y yo no pediría perdón si fuera él, porque es entrar en el juego perverso al que lo quieren meter de las pestañas.

Yo redoblaría la apuesta, Gustavo, porque la época en que la gente se ofendía por semejantes nimiedades ya pasó, aunque aún haya algunos vejarrones que intenten enarbolar esas banderas pelotudas.


Te mando un abrazo y espero que sigas haciéndome cagar de risa.


Juan Pablo Scaiola.

jueves, 19 de enero de 2012

La realeza




En la última etapa de su vida, Elsa se entretenía solo con dos cosas y las mantenía a rajatabla, y nada ni nadie era tan importante como para dejarlas para otro momento. Y está bien que así haya sido, tenía setenta años, era viuda hacía más de veinte y tenía que cuidar de Gabriel, su hijo mayor con síndrome de Down que jamás se separó de ella hasta el día de su muerte… Así que sus entretenimientos eran justos y razonables (aunque prefiero mucho más “justos” que “razonables”). Estábamos surcando los comienzos de los ochentas.

Uno de sus entretenimientos o escapadas o recreos, no sé cómo clasificarlos, era ir dos veces por semana a la peluquería de a la vuelta de casa para teñirse el pelo de violeta, porque las mujeres grandes se tiñen el pelo de violeta, o de un lila suave, nunca entendí por qué pero así lo hacen.

Y lo otro que no abandonaba así estuvieran cayendo bombas nucleares de punta era ir todas las semanas al kiosko de la esquina en busca de su nuevo número de la revista Hola!, con las novedades más picantes de la farándula española y de la realeza. Pero de toda la realeza: la de España, la de Inglaterra, la de Holanda, la de Noruega, la de Mónaco. La realeza en general.



Elsa se interesaba mucho sobre la vida personal de los reyes de España. Le encantaba contemplar en fotos el último collar de perlas que el príncipe Rainiero le había regalado a su mujer, Grace Kelly, y disfrutaba viendo como se desenvolvían en la primera juventud los hijos de éstos, Carolina, Estefanía y Alberto como si fuera su propia madre. Y no daba para nada el visto bueno a la relación de los príncipes de Gales, viendo lo linda que era Lady Di y lo feo que era el príncipe Carlos. O lo churro que era el rey de España cuando su mujer, por el contrario, no era tan pero tan linda como él, más bien era medio insulsa, medio feona…

Y así pasó sus últimos años de vida, leyendo embelesada la revista Hola! y tiñéndose el pelo de violeta mientras nos cuidaba a mi hermana y a mí mientras mi madre hacía mandados. Y recuerdo que, a pesar de mis 10-12 años de edad, los titulares de esa revista desesperante me producían mucha indignación y urticaria. En primer lugar porque no entendía el idioma español-gallego y me provocaba una rara mezcla de gracia y enojo leer, en alguna Hola! que mi abuela dejara a mi alcance, que “Concha había decidido alejarse de Paquito” o frases pelotudísimas por el estilo. Pero lo que más me ponía del tomate, y aún hoy me pone, es no entender, PARA NADA, qué mierda le puede interesar a una mujer de a pie qué carajos está haciendo en este momento el marqués de Florianópolis, o dónde tomó sus vacaciones el archiduque de Teodelina, o cómo es la última novia del conde de Drácula. O las exclusivas fotos de los príncipes de Noruega, que finalmente salieron al balcón real a saludar al pueblo con sus hijitos todos pulcros y blancos y rubios, llenos de joyas y cucardas y medallas y dinero exasperante.



Y tanto me jodía esa revista hija de la chingada, que en séptimo grado y en primer año de la escuela utilicé carpetas forradas con recortes de esa estúpida revista con las notas que más me indignaban, como por ejemplo: “La Infanta Doña Elena, compungida por la finalización del primer año escolar de Don Felipe, su primogénito”. Que alguien se gaste en escribir un artículo sobre eso y que otro vaya, lo pague y lo lea... Literalmente me daban ganas de agarrar la revista y cagarla a martillazos con mucha bronca. Así que hacía catársis tomándolo en broma y riéndome con mis compañeros de aula.

Mi abuela Elsa murió en 1986, víctima de una afección en los ojos producida por la lectura indiscriminada de noticias románticas de la realeza y agudizada por una afección producida por la tintura violeta en el pelo. No, mentira. Elsa murió de leucemia, pobre abuela, la quería mucho y me encantaría tenerla otra vez, aunque sea un día, para contarle de mi vida y que conozca a mis hijas.

Y nunca más vi de cerca una revista Hola!, acá tenemos revistas parecidas, como la Caras, que hace muy poquito se portó muy bien sacándole fotos sin permiso al Flaco Spinetta y dándome muchas ganas de agarrar al sorete que le sacó la foto y al eunuco de Jorge Fontevecchia y recagarlos bien a trompadas, pero no es lo mismo. No hay como la revista Hola! para padecer la desesperante indignación que me produce leer los chismes o ver los lujos o contemplar las últimas vacaciones de la realeza o las entrevistas a esos pseudo periodistas de palabra, que son como una suerte de “voceros no autorizados” de la realeza. Tipos que conocen cada cosita de lo que ocurre dentro de los palacios y que, cuando se viene un casamiento o una muerte o un bautismo o un divorcio, todas las radios los llaman para que estos lameortos les cuenten, con obcecación asnal y orgullo galáctico, los secretos mejor guardados del vestido en caso de un casamiento, de la madera elegida para el jonca en caso de un sepelio, del origen del agua bendita que verterán en la cabeza real del nuevo retoño real en caso de un bautismo, o de dónde y cómo fue que pegó el plato de porcelana de la dinastía Ming en el cristalero luego de que La Infanta Doña Elena decidiera mandar a tomar por culo a su marido, su excelencia el duque consorte de Lugo, Don Jaime de Marichalar, miembro de la realeza española.



La realeza, ese grupo de señores y señoras reales que no hacen nada, que son alimentados por el pueblo que los mantiene, que aparentemente tienen sangre azul aunque nunca vi un rey accidentado como para dar fe de ello, donde las mujeres, denominadas “su alteza” o “infanta” o “doña” utilizan sus días para posar en fotos de protocolo con unos sombreros por demás de desubicados haciendo ver que trabajan por el pueblo en alguna reunión con té de por medio con alguna organización que ayuda a algún sector olvidado mientras, para dicha reunión, se gastan miles de euros solo en ropa para la foto, te y exclusivas galletitas diseñadas para el ágape.

La realeza, donde los hombres reales participan de los desfiles militares de su pueblo con unos espléndidos trajes completamente inundados de medallas y cruces de honor y cucardas, cuando jamás de los jamáses anduvieron en una guerra y el único mérito militar que desde hace varias generaciones tienen es haber hecho alguna maniobra con algún avión en alguna prueba en algún lugar tan pero tan remoto que alcanzaría para justificar que no hubiera nadie que pueda dar fe de que fuera cierto.



La realeza, esa clase social en donde los niños reales muestran, al ser niños y ser reales, los verdaderos sentimientos de sus padres sobre los actos a los que participan, poniendo caras de cansancio o de pedantería al punto de no soportar muchos segundos estar saludando a unos soldados o mirando a los plebeyos desde un balcón.



La realeza, ese grupete de ricachones hipócritas que se casan entre sí para continuar con la línea de sangre azul, generando maridos y cuñados y yernos duques o marqueses o condes o archiduques que, al casarse con las princesas, ingresarán en las filas de las más altas castas sociales para no trabajar más, para vivir de vacación en vacación y para salir, por obligación y de vez en cuando, en alguna foto protocolar mostrando sus inmerecidos honores y su familia perfecta, comprendida por su mujer (la princesa heredera al trono) y sus 3, 4 o 5 hijos rubios, que mirarán la cámara con hartazgo y altanería desbordante.



Y así llegamos a toparnos con Iñaqui Urdangarín Liebaert, duque consorte de Palma de Mallorca, nacido en 1968, en Zumárraga. Un “balonmanista(deporte por demás de inquietante…) que se enamoró de la Infanta Cristina (hermana menor de la Infanta Doña Elena y bastante más agraciada) que se retiró de ese deporte que al menos lo vio ejercitarse un poco cuando es un hombre que jamás trabajó, para dedicarse de lleno a hacer de marido de la Infanta Cristina.



Y ahora resulta que sale a la luz que el tipo hizo algunos negociados utilizando su poder y cobrando sobreprecios por varios cientos de miles de euros extra salidos de la bolsa de plata que es el dinero público español por lo que, cuando la cosa se empezó a caldear, el rey de España vio oportuno quitarlo de las fotos oficiales. Y los diarios comenzaron a mostrar sutilmente cómo el rey estaba en desacuerdo con su yerno, separándolo del problema del que ES PARTE, con títulos como “La justicia es igual para todos, dijo el rey”.

Y acá me planto y le pido disculpas al querido rey de España y le señalo que no, que la justicia no es igual para todos, ya que yo, por poner un tonto ejemplo, no vivo del aire ni me paso la vida no haciendo nada porque el pueblo me mantiene ya que tengo sangre azul, ni paso mis vacaciones en los alpes suizos, ni tengo un yate del tamaño de un departamento de 3 dormitorios, rey de España...



O el otro titular, donde señalan que “El rey de España no quiere ver a su yerno ni en fotos” haciendo que vuelva a indignarme bastante, ya que es absolutamente imposible que el rey de España NO SUPIERA en qué andaban los negocios de sus hijos o sus yernos ya que, al tener más tiempo libre que una jubilada pensionada cómoda y sin problemas de salud, debería haber visto, solo por entretenerse y pasar el día ocupado, en qué andaba su familia (en el improbable caso que sea como él dice cuando en realidad, si vamos a hablar sin pelos en la lengua, es que están todos entongados).



Y yo sé que usted me va a decir que el tema de los reyes viene de hace miles de años y que es una tradición y todas esas cosas, pero realmente me enoja que aún haya, en 2012, reyes y monarquías. Porque precisamente debería no haberlas. Porque cuando los rusos irrumpieron sin golpear en la casa de Juan Carlos Romanov allá por 1914 y los hicieron boleta a casi todos, debería haberse fomentado una reacción en cadena como la última experimentada en Egipto, y Europa debería haber empalado a todos sus reyes y príncipes para siempre. Y deberíamos habernos dejado de joder con esa tontería de los reyes y la sangre azul y las revistas de corazón y esos periodistas obcecados hasta el vómito con sangre.

Porque del episodio de 1914 ya pasaron 98 años, y los reyes siguen viviendo vidas inmerecidas, siguen morfando caviar de Irán con champán Francés, siguen esquiando en los Alpes Suizos en invierno y disfrutando de paradisíacas playas griegas en verano mientras todos nosotros vamos a trabajar y ni siquiera podemos amenazar con vacacionar como corresponde más de una vez por lustro.

Y la culpa de todo esto la tienen mi abuela Elsa y usted, que se detiene a escuchar lo que la radio dice del próximo casamiento o se pone a leer lo grandes que están las hijas de Máxima Sorreguieta y el dueño de Shell, o asume como cierto el estupor que dice padecer el rey de España por enterarse tarde de que su yerno es un turro.



Ojalá que algún día se terminen las monarquías.

Ojalá que Iñaqui Urdangarín y el rey de España vayan presos.

Ojalá que les confisquen todos los bienes y los repartan entre los que menos tienen.

Ojalá que la gente deje de mirar con idolatría lo que hacen estos parásitos reales.

Ojalá que algún día maduremos.

martes, 3 de enero de 2012

¿Y ahora? ¿Quién podrá defendernos?

Cuando el otro día abrí el diario en internet y vi el recuadro rojo que decía “Cristina tiene cáncer” me quedé mudo un rato largo, recordando el momento en que prendí la radio esperando al censita aquel lunes feriado y Víctor Hugo, desahuciado, me notificaba la muerte de Néstor.

Debo reconocer que primero no caía, sentía que leía sin leer, como cuando voy sobrevolando las distintas notas del día sin particular interés en aterrizar en ninguna. Y de inmediato pensé lo mismo que dijo el otro día Chávez, porque no existe…. No puede ser que haya tantos pero tantos casos de cáncer juntos en países de Latinoamérica con gobiernos populares. Y aunque sea solo producto de una funesta coincidencia, la experiencia, la memoria, la historia y el prejuzgamiento natural de todo latinoamericano pensante hacen que se genere en mí cierta preocupación, ya que todos sabemos como opera Estados Unidos cuando algo lo molesta o le traba algún interés por mucho tiempo sin lograr “por las buenas” su cometido.

Y cuando anunciaron por radio que la presidenta iba a hablar por cadena nacional, estuve ansioso porque llegue ése momento. Quería saber qué iba a decir, hasta dónde debía preocuparme o qué medidas debería tomar en mi vida personal de ahora en más cuando ya no me quedan muchas opciones, porque ya no sé de qué manera disfrazarme. He tenido uno de los peores años en cuanto a lo económico y estaba ansiando que termine el 2011 que tanto trabó todo por culpa de las elecciones, esas elecciones que siempre traban todo ya que todos especulan vaya uno a saber por qué imbécil motivo. Porque todo se frena, todo se posterga cuando hay elecciones. No importa que se vea claramente que el gobierno que termina continuará gobernando ya que es el favorito por lejos en las encuestas. Los argentinos especulan. Es el maldito karma que nos acompaña en esta vida.

Y debo reconocer que me sorprendió la fuerza y el optimismo que emanaba la Presidenta en su discurso, realmente no parecía que estuviera hablando de un tema tan serio como es el de su enfermedad. Porque hay que estar en su lugar, que te digan que tenés cáncer no debe ser fácil, el solo hecho de pensarme en esa situación me genera un ataque de pánico inmediato: ¿Qué pasará con mis hijas? ¿Qué harán mis padres sin mi sustento? ¿Y mi mujer?, ¿podrá con todo? El solo hecho de pensarlo me genera estas preguntas todas de golpe y en catarata. Y me pongo panicoso.

Y yo soy un simple gil, un chabón de casi 40 pirulos que vive en este país y que tiene 5 o 6 responsabilidades. Un presidente tiene algunas responsabilidades más que un simple gil como yo, por lo que el ataque de pánico, potenciado, debería ser varias veces superior. Se me ocurre que si yo fuera presidente y estuviera por arrancar con el 3er mandato de gestión donde fuera a terminar de abrochar todo lo que con tanto esfuerzo he conseguido y me dijeran que tengo cáncer de tiroides… Yo creo que me quedaría blanco, estático y catatónico por varios meses.

Y yo soy un tipo que va al frente, no quiero hacer alarde pero realmente siento que soy un tipo que tiene coraje, que encara los problemas, he tenido varios durante mi vida y hasta ahora, peguen nomás que me la banco… Pero ser presidente en un tercer mandato tan difícil, tan cambiante como el que está surcando Cristina, en donde se van a ver finalmente los pingos, en donde el fruto de este cambio se va a lograr avistar aunque solo sea de lejos, debe ser al menos la peor noticia de tu historia. Y me pareció el mejor gesto del mundo que salga como salió, con toda la energía y toda la entereza a hablarle al país dando calma. Y encima logrando su cometido, porque quisiera que alguno de ustedes me diga si no se quedó más tranquilo cuando la escuchó hablar como habló…

Ahora, hay un problema, que se viene arrastrando desde hace mucho y que, lejos de haber sido solucionado, se optó por eliminarlo, creyéndose inmortal como se cree que es nuestra presi, demostrando esto en su discurso del otro día que tanta calma nos devolvió.

Si uno comete el error de alistar en las filas a un vicepresidente que luego se da vuelta y no acompaña el proyecto, la solución no es “para la próxima no pongo vicepresidente, o pongo a un colaborador que no tenga ni medio centímetro de vuelo propio así no jode”.

Diego Parés, gran referente del momento si los hay, dibujó hace un tiempo en el Barcelona a Amado con una guitarrita bajo el comentario “¿Es requisito fundamental para ser vicepresidente ser un boludo a cuerda?”

Caricatura que me hizo hacerme, como siempre que Diego dibuja, asentir indignado con la cabezota. Y yo no sé si ustedes se dieron cuenta, pero yo sí. Yo me di cuenta, porque siempre ando viendo esas cosas, tengo exacerbado ése sentido. Amado Boudou está recontra cagado en las patas. Se cagó encima el día que se enteró que tendría que gobernar la nación por 20 días, porque para él esto fue un juego desde que arrancó, porque Amado Boudou es tan infantil como la decisión de haberlo elegido.

Nombrar a Amado Boudou como vicepresidente fue una decisión infantil.

Aceptar la invitación fue una decisión infantil.

La cara del Sr. Boudou lo demuestra. Está asustado. Está por volar por el aire. Es demasiado para él. Nunca lo pensó. Nunca lo imaginó.

Lo que él pensó (lo único que pensó), fue que esto era pura joda, que tendría que hacer la plancha mientras Cristina esté de viaje protocolar y que solo debería firmar cosas ordenadas por ella por teléfono.

Nunca imaginó que debería ser presidente por 20 días con la presidenta en reposo absoluto.

Y hay algo más, que lo tiene sin dormir: Tiene terror de que algo salga mal, que la enfermedad de la presidenta termine expandiéndose. Porque no está a la altura de las circunstancias… Porque, para él, esto era solo un juego.

Y debo discrepar con vos, Cristina, cuando dijiste con sorna: “Mirá vos, ¿eh?, yo pensaba (aplausos estentóreos), yo pensaba… Cómo la biología enseña derecho constitucional más que los jurisconsultos, ¿no? Porque durante buena parte de mi gestión casi se planteaba que era una obligación que el presidente disintiera con el vicepresidente, un caso único en el mundo… Ahora, imaginensé, ¿vieron como la biología enseña mucho más? Miren qué importante es que el vicepresidente piense lo mismo que el presidente para conducir los destinos del país, así que… (lo mira) guarda con lo que hacés, porque… (aplausos estentóreos) yo no… yo no es que te quiera… (más aplausos)… Imagino los títulos de los institucionales de mañana: “Presionó al vicepresidente para que haga lo que ella quiere” “Autoritaria y hegemónica” (aplausos, más aplausos, incluso silbidos de aliento).

Si mañana se hiciera una nueva votación en donde Amado Boudou se presentase como presidente, ¿usted lo votaría? ¿Cuántos votos sacaría Amado Boudou si se presentara para presidente? ¿Cinco? ¿Ocho?

Cristina, espero fervientemente que te cures. Espero que sea cierto eso de que solo es un carcinoma o como se llame alojado y encapsulado en la glándula tiroidea que no hizo metástasis. Espero que te pongas bien en el tiempo que estipularon.

Espero que Amado Boudou no tenga grandes sobresaltos ya que justo hay feria y vacaciones, espero que logre atravesar los 20 días con coraje y calma. Espero que no se medique de más y no quede tirado en la cama como un depresivo severo. Espero que Clarín no aproveche estos 20 días para pergeñar alguna maldad inusitada, porque soy medio pesimista, y siempre estoy mirando lo que puede salir mal, y si lo tuyo verdaderamente se complica y te ausentás por más tiempo, o te morís (posibilidad que debería haberse contemplado en el momento de elegir vicepresidente) el encargado de llevar las riendas del país por los próximos 4 años será Amado Boudou, 48 años, concheto revolucionario que habita Puerto Madero que aceptó el cargo de vicepresidente como aceptó el cargo de ministro de economía que le ofreciste cuando ya nadie aguantaba más ni la cara ni la mudez de Carlos Fernández.

Porque Néstor reventó por hacer todo solo, al igual que ahora estás reventando vos. Y deberías haber advertido que Amado Boudou no era la mejor opción del mundo para sucederte si a vos te pasaba algo…

Espero que lo de tu carcinoma sea solo un susto, porque de lo contario vamos a estar complicados.

Recuperate pronto.

Juan Pablo Scaiola.