Cuando Leonardo Fariña apareció hace un par de
años de la nada misma refregándonos a todos en la cara sus inexplicables posesiones,
debo admitir que me dio bronca. Pero no la que usted piensa, que seguro supone
que sentí “envidia” o algo de eso, no. Bronca. Bronca porque ni bien apareció,
de ningún lado y en un Ferrari negro pidiéndole matrimonio a Karina Olga, me dije: “este
debe tener algo que ver con las matufias del gobierno”. Y ¿por qué pensé de
inmediato en esa única opción? Porque, como pasa siempre en nuestro país,
cuando un tipo de golpe es multimillonario sin posibilidad alguna de
demostrar sus fastuosos ingresos y no sólo no va preso sino que, por el
contrario, continúa refregándonos en la cara sus viajes, sus relojes, sus
autos, sus pisos en Madero y sus excesos desmedidos, es porque ése tipo lava
plata del gobierno.
Pasó siempre. Viene de la época del hermano de
Evita, se hizo una película con eso. Juancito Duarte terminó muerto de dudosa
manera por exponerse como lo hace hoy Fariña.
En la época de Menem también pasó. Y pasó
mucho. Con varios. Con Lourdes Di Natale, por ejemplo, cuando se vio excluida
de golpe en la habitual repartija y vomitó todo, despechada, dejando a Emir
Yoma en clarísimo off-side. Pobre Lourdes, no lo soportó y terminó suicidándose
tirándose de un décimo piso justo cuando faltaba poco para que declarase encontra de su ex jefe. Incluso parece que, una vez lanzada al vacío, se
arrepintió de suicidarse porque quedaron cables arrancados de donde intentó
tomarse, y sus uñas marcadas en la pared, como quien intenta desesperado no perder
la vida. Contradicción.
Y apenas Néstor comenzó con su gobierno, de
inmediato aparecieron los que ponían la cara: Lázaro Báez y Cristóbal López,
seguidos muy de atrás y con desparpajo por un impresentable Rudy Ulloa que, desde
que la etapa K existe, sabemos que son los testaferros señalados de Néstor y Cristina.
Y todos sabemos –por supuesto que no tenemos
pruebas, como bien solicitan todo el tiempo los amantes de este gobierno- que
Lázaro Báez salió de la nada, de adentro de un Banco donde Néstor depositaba de
joven en su cuenta de abogado. Como sabemos que Rudy Ulloa fue el chofer de
Néstor o como que Cristóbal López era un transportista de petróleo muy
amigo de Néstor y su hermana, que de golpe construyó casinos por toda la
Argentina. Lo sabemos. Porque no somos idiotas, porque tenemos el mismo
cerebro, las mismas dos manos y el mismo par de piernas que ellos y vivimos en el mismo país. Y tenemos la
edad suficiente para saber, sin lugar a debate alguno, que nadie puede hacerse
millonario de esa manera viniendo de donde vienen generalmente este tipo de
personajes siniestros, de la nada misma. Lo sabemos.
Ni bien Menem dejó el gobierno, se corría el
rumor de que había acumulado más de diez mil millones de dólares entre coimas y
tranfugueadas diversas con sus testaferros a cargo de las matufias. Se decía
incluso que la suma total recolectada eran 20 mil millones. Que diez mil se había
quedado Menem y diez mil se repartieron entre sus cinco o seis colaboradores y
amigos más cercanos. Sin hablar por supuesto del resto, de los que vienen
inmediatamente por debajo. Por lo que, si esto fuese cierto y por cómo se
estructura la pirámide de poder en estos casos, estaríamos hablando de que en
la época de Menem se repartieron por lo menos entre 50.000 y 100.000 millones
de dólares entre favores, licitaciones adjudicadas engordadas y sin
trasparencia alguna, coimas, trueques, pitos, flautas. Porque como bien dice Leonardo
Fariña en la entrevista a cámara oculta que le ofreció a Jorge Lanata,
nosotros, los que estamos afuera, no tenemos “dimensión” de la estructura que
arman los presidentes en el poder para poder hacer de las suyas. Cualquiera que
se pusiera a pensar en serio en lo que planteo se daría cuenta de que no
exagero. Si aquel que está sentado arriba en la pirámide se lleva diez mil
millones y los cinco o seis que están inmediatamente debajo se llevan otros
diez mil millones, imagínense cuántos Leonardo Fariña habrá en el camino hacia
la base de la pirámide, que aceitan y disfrazan y licúan y transforman y llevan
y camuflan y aparentan y dan vuelta y acomodan y tergiversan millones y
millones y millones de dólares para que, finalmente, el de arriba de todo y
luego de 10 años de gobierno, pueda irse a la cama con la tranquilidad de haber
recaudado diez mil millones de dólares vaya uno a saber –y esto jamás lo
entenderé- para qué carajo.
Por eso me dio tanta indignación cuando
Cristina, tiempo atrás, señaló muy patriótica que haría caso a las palabras de
Víctor Hugo, que le había recomendado por radio a los políticos que pasaran a
pesos sus ahorros en dólares, para pregonar con el ejemplo. Porque realmente solo
un necio obsecuente y ciego habrá visto esa acción como patriótica u honesta o revolucionaria.
Porque dan asco. Da asco Cristina. Da asco Menem. Da asco Néstor. Porque al
menos Menem, y esto lo digo siempre, fue un cara dura importante que se pasó
por las pelotas lo que pasaba con su pueblo y su gobierno, y solo le interesó
por siempre su patrimonio personal. Pero siempre lo demostró con sus gestos y acciones, de frente manteca.
Menem fue un cara dura y se comportó como tal.
Y ahí es donde el matrimonio Kirchner hace la
gran diferencia, por lejos y quedando por siempre en nuestras memorias. Porque
se manejan de esa manera vil, haciéndoles ver a un segmento joven de la
sociedad que son gobernantes que no dormirán hasta que el último niño quede al
resguardo, o que se quedarán pelados de tanto luchar contra los monopolios, las
corporaciones y los egoístas ricachones del campo mientras lo único que hacen,
desde que se sentaron en el trono, es acumular dinero “por kilo”, como hiciere
cualquier otro gobierno corrupto que dejare al país en el estado que lo dejó mientras de vez en cuando hacen "una bien", en claro jueguito para la hinchada.
Entonces volvamos, volvamos a foja cero y
continuemos con esta nueva historia que nos cuenta Jorge Lanata.
Un “joven empresario”, como le decían en las
revistas del corazón, a bordo de un Ferrari negro se casó con Karina Olga Jelinek
y nadie sabía de dónde había salido ni por qué tenía la plata que tenía hasta
que al torpe jovencito se le terminó la joda o se le acabó la plata o se peleó
con quién le suministraba el suculento buen pasar o lo que coño haya sucedido.
Como con Juancito Duarte. Como con Lourdes Di Natale. Y se enojó. Porque estas
cosas revientan en un segundo. Y se despachó, envalentonado y sin saber que
tiene los minutos contados. Y aún no sabe que lo mejor hubiese sido recluirse
en un pueblo perdido del norte de la frontera con Bolivia y desparecer de la
faz de la tierra con los pocos dólares que pudiere no haber mal gastado. Pero ya
sabemos por lo que vimos anoche que no es el caso de Leonardo Fariña, que salió hecho una
fiera a vomitar todos los chanchullos que Lázaro Báez le había encargado cuando a éste
se le terminó el negocio con el anterior Fariña,
vaya a saber por qué motivo.
Y ahí están ellos. Todos escrachados. Todos con los
minutos contados. Todos con diarrea, con acidez y con presión alta. Escondidos
en sus mansiones con el panic-attack incinerándoles el pecho y la adrenalina
arruinándoles la ropa.
Y acá estamos nosotros, con una crisis
económica pocas veces vista, donde la clase media está desapareciendo mientras
Ernesto, el dueño del galpón donde guardo mi auto, puso un papelito al lado de
la ventana aclarando que a partir de este mes aquel que no pagare del 1 al 10
el alquiler de la cochera deberá abonar $10 por día de retraso, porque mucho
más de la mitad de sus clientes no le pagan la cochera a término porque no
tienen los $600 que Ernesto cobra por el servicio. Mientras mañana tendré que
ir a mi Obra Social a reingresarme, porque estuve cuatro meses sin poder pagar
la cuota y me dieron de baja hasta que mi mujer hizo un plan de pago con su tarjeta
para que no me quedara sin cobertura. Mientras no podemos más que pagar el
alimento, olvidándonos, hasta que este gobierno termine, de comprar ropa, por ejemplo.
Ojalá que Leonardo Fariña no aparezca muerto en
la vereda del edificio donde vive porque se lanzó al vacío como
Lourdes Di Natale, así podemos terminar con esta investigación, que seguro
necesitará confirmar sus dichos delante de un juez.
Ojalá que Lázaro Báez pague todas sus deudas
con el fisco y vaya preso por los 9 años que debe.
Ojalá que Cristina, en caso de confirmarse todo
esto, renuncie y se presente ante la justicia como una ciudadana más, pero no
creo. Cristina seguirá en su ardid indecoroso por destrozar todo y acaparar
todo lo que pueda a su paso, de la misma manera en que Menem lo hizo, solo que con la hipocresía de mostrar otra cosa.