Anoche miles de argentinos salieron a cacerolear pidiendo
justicia por la intempestiva muerte de Natalio Alberto Nisman, pero no me gustó
lo que vi.
Vi gente elevando carteles que clamaban “Yo Soy Nisman” y me
sentí con el deber de hacer mi cartelito y salir a reclamar al Monumento.
Pero después vi otra gente –mucha- aferrada a afiches que
vociferaban “Soberbios, intolerantes, corruptos, mentirosos, ladrones. Ahora,
¿Asesinos?”, y ahí ya no me sentí incluido en el reclamo.
Y no me sentí parte de la contienda. Como no me siento parte
de otras contiendas ni de este país que estamos construyendo desde hace ya 10
años.
Soy un paria.
Un paria al que le hubiese gustado que anoche saliéramos a
pedir justicia kirchneristas y opositores, pero de la mano, elevando carteles
que enunciaran “Yo Soy Nisman”, señalándole a quién lo obligó a matarse, sea
este quien fuera: La Side, la Corpo, el Gobierno, Irán o la CIA que repudiamos
este detestable hecho y que no vamos a permitir una sola muerte más.
Y ése es el país en el que me gustaría vivir.
Un país en donde si fuera cierto que la denuncia de Nisman
era una “tontería endeble” como asegura Aníbal Fernández se pudiese haber
decantado solo con Nisman vivo y quedando como un gil delante de los diputados.
Un país en donde el diario Clarín no publicara la tapa que publicó hoy: “El
gobierno apura la hipótesis del suicidio” para sembrar sin tapujos en quien lee
ese asqueroso diario aquella “verdad” que le interesa. Un país en donde nuestra
presidente no hubiese publicado esa confusa carta llena de inútiles párrafos que
no solo no suman nada sino que, como ya nos tiene acostumbrados, restan y restan
y no conducen a ningún lado. Un país en donde Víctor Hugo Morales, 6, 7, 8,
Jorge Lanata y Nelson Castro no tenga cabida en los medios y debieran dedicarse
a vender chocolatines, o trabajar en una gomería.
Un país distinto.
Un país en donde pueda tomar de la mano a mi amigo
kirchnerista y pudiésemos ir juntos al Monumento a pedir justicia por la muerte
de un fiscal que, horas antes de presentar su investigación en el Congreso,
pidió un arma a sus custodios, se encerró en el baño y se pegó un tiro en la
sien atrapado en alguna amenaza que jamás conoceremos.
Y ya estoy cansado de decir siempre lo mismo. Y no veo que
vayamos hacia ese país que anhelo y que deberíamos tener a 30 años de la vuelta
de la democracia saliendo a cacerolear creyendo como una horda de sonsos todo
lo que induce Clarín, quien claramente está demasiado interesado en
convencernos de que Cristina mandó a matar a Nisman, o no yendo al Monumento
por nuestro egoísta capricho kirchnerista, que tampoco nos deja pensar con
claridad y nos obliga a actuar solo de una determinada forma.
El día que tengamos ese país, me sentiré de nuevo parte de
la contienda.
Por ahora seguiré esperando.