El jueves
pasado, a la tarde noche, mientras una gran multitud de gente salía a las
calles en busca de protesta, me encomendaba a visitar a un amigo que hacía rato
que no veía. Nunca leí invitación alguna en internet para que me adhiriera al
reclamo, de ningún amigo – y tengo muchos contactos en Facebook, de todas
las ideologías políticas – Pero nadie me avisó nada, nadie armó ningún
evento en donde me incluyeran.
Y al no
tener televisión, me enteré de esto a las siete y media de la mañana del
viernes, cuando me disponía a ir a trabajar en mi abandonado auto escuchando a
Magdalena, que anunciaba con bombos y platillos el rutilante éxito de la
multitudinaria protesta que ocupara todas las plazas de las más importantes
localidades de la república, donde los manifestantes se agolparon con pancartas
pidiendo “justicia”, “democracia”, “republicanismo” o “Basta de diKtadura”.
Así es
entonces que llegué a mi trabajo perplejo, con la novedad retumbando en mis
oídos: El pueblo argentino, ya harto de este nuevo y joven mandato de Cristina
Kirchner, decidía espontáneamente salir a las calles para pedir imposibles a
esta mujer que nos gobierna, a la que el poder, como al resto de los
presidentes que surcan segundos mandatos, la ungió de desatinos, la corrió del
eje que “él” había marcado y
la zambulló de cabeza y en clavado perfecto en la más profunda confusión
política de la que se tenga memoria, rodeándose de jóvenes de la Cámpora que,
por qué no admitirlo de una vez por todas, son una suerte de remedos flácidos y
poco serios de la célebre agrupación Montoneros, aquella por la que
tantos argentinos murieran en busca de un ideal que nunca fue, en busca de un
rumbo de país al que jamás se accedió y que dejó a sus dos líderes
(Firmenich y Galimberti), enriquecidos a tope viviendo exquisitas vidas de
divos sin apremios económicos en Europa hasta la época de Menem, momento en que
Galimberti decidió volver para pasearse desfachatado e irrespetuoso en
poderosas motos Harley Davidson con su amigo Corcho Rodríguez saliendo en la
revista Caras hasta que una enfermedad hepática finalmente terminara con su
deleznable vida.
Y la
mañana comenzó a avanzar y el programa de Magdalena se extinguía acercándose a
las temibles nueve de la mañana, momento mágico de mi jornada laboral en donde
arranca el programa de radio más propagandista del gobierno que haya en la
radiofonía toda y que es escuchado por este humilde servidor con gran atención,
ya que siempre pensé que, para entender de qué van las distintas vicisitudes
que enfrentamos, hay que tener la cabeza abierta y hay que leer todo y escuchar
todo. Así que no me pierdo a Magdalena y jamás saco a Víctor Hugo. Escucho, muy
a mi pesar, al impresentable de Alfredo Leuco y al correctísimo Paulino
Rodríguez. Y veo, desilusionado, triste y estafado, a Jorge Lanata, todos los
lunes, por internet y en diferido mientras ceno con mi mujer.
Y “La
Mañana” de Víctor Hugo comenzó con una muy respetable y seria edición de voces
y resúmenes de lo más importante ocurrido en la noche del jueves donde una
buena parte de la población había salido a las calles reclamando por un cambio
sustancial y drástico en la dirección que ha tomado este gobierno que recién
empieza, que no va a ningún lado y que ya hace agua por todos los costados.
Y Víctor
Hugo estaba realmente alelado, no compartía para nada la decisión de salir a
criticar a su venerable presidenta, pero no podía más que reconocer que había
habido una manifestación multitudinaria de la que no podría hacerse el tonto,
aunque inmediatamente después de hacer el obligatorio reconocimiento de la manifestación
abandonó el tema entrevistando a Esteban Bullrich, que acaba de perder en su
mini batalla porque la justicia kirchnerista admita que un grupo de maestros no
puede montar una ridiculización hacia Macri y su persona en una obra de teatro
para niños de 8 y 9 años ya que, con bastante razón, hay que reconocérselo, los
chicos de 8 y 9 años no deben ser víctimas de ninguna “bajada de línea
política”, ni kirchnerista, ni macrista ni leninista ni marxista ni hitleriana.
Los chicos de 8 y 9 años deben ir a la escuela a estudiar y a aprender jugando
y a nada más. Pero para Víctor Hugo no está mal que esos maestros hayan hecho
esa obra de teatro que ridiculiza a Macri y sus secuaces mientras sí desaprueba
con vehemencia sesgada que el desatinado e inescrupuloso Fontevecchia haya
sacado a la calle una tapa de Noticias con una parodia de Cristina en el
momento mismo en que es atacada por un severo, implacable y visceral orgasmo
múltiple.
Está mal
que Bullrich no entienda que lo de los chicos que lo cargaron fue un chiste
hacia gobierno de derecha. Está mal que Fontevecchia haya osado hacerle un
chiste a la presidente.
Pensamiento
sesgado. Pensamiento alineado. ¿Pensamiento alienado?
Y luego
arremetió contra Francisco “abuela de barrio” de Narváez, ser que me
crispa sin duda alguna muy por encima de Mauricio Macri y llevándole varias
cabezas de ventaja, al que encontré en una revista Caras mientras el
viernes esperaba mi turno en la peluquería, en una estúpida nota en donde asistía
con su mujer a una cena de solidaridad infestada de gente solidaria que se
apersonaba a la glamorosa recepción para dejar unas tontas migajas de sus
inmensas fortunas con el solo fin de salir retratados en la revista más
escandalosamente patética del país bajo el estúpido e hiriente título de: “Estilo
y Solidaridad”, produciendo en mi ser unas ansias inocultables de agarrar
esa revista hija de su madre y estrujarla, romperla y saltarle encima como si
fuese un piel roja al que lo atacare una mística posesión diabólica.
Y Víctor
Hugo la emprendió contra el colorado colombiano De Narváez porque parece que en
la manifestación el tipo dejó caer una pícara sonrisa dando a entender al
notero que lo entrevistaba de que Víctor Hugo Morales estaba alineado con el
gobierno, haciendo que éste se ofenda y le dedicara varios minutos de su
programa refutando con delirantes pruebas esas "infundadas" teorías,
para luego salírsele la cadena, como ocurre habitualmente con los kirchneristas
más acérrimos, y pisar tontamente el palito acusando a diestra y siniestra a
los manifestantes, al punto de señalarlos como “Los ricos de Santa Fe y
Lavalle”, o “La gente salió a las calles para luchar por Magnetto…
¡Paren el mundo que me quiero bajar!” aunque rescatándose de golpe y de
manera aparatosa, como es habitual en nuestro querido locutor radial,
reconociendo que “Las opiniones siempre son respetables, por supuesto, de
una buena parte de la población”.
Y el
programa se fue acercando a su fin y cerca del mediodía entrevistó a Maravilla
Martínez, al que no tuteó y me hizo recordar con gran nostalgia al Víctor Hugo
que tanto respetaba hace pocos años atrás, aquel que era un descollante locutor
de radio al que el respeto por sus oyentes y por los participantes del programa
era puesto por encima de todas las cosas. Ese Víctor Hugo que luego de una
larga vida de trabajo y con una merecida solvencia económica, se fuera a vivir
a Puerto Madero, a una torre bien alta, desde donde poder ver su Uruguay natal
tras el inmenso ventanal de su estudio. Ese Víctor Hugo que iba al Colón, que
no se perdía una sola obra de teatro y que se la pasaba viajando, como corresponde
a un ser de su trayectoria con la meritoria fortuna acumulada en tantos años de
trabajo, pero que desde el mismo momento en que se hizo Kirchnerista, abandonó
Puerto Madero, se compró un Chevrolet Corsa del que no conoce su marca y todo
el tiempo se asegura de que sus oyentes sepan que, cuando va al teatro, compra
las entradas más baratas en las butacas más alejadas de las obras que va a ver
y que, en un sesgo total y absoluto de la realidad, confirmara que los 1.700
dólares que la AFIP le dejó llevarse a Londres para asistir a los quince
días de estadía en los Juegos Olímpicos, no solo le alcanzaron fenómeno sino
que, para mejor, ¡logró traerse 500 dólares de regreso!, que seguramente
al volver a pisar suelo argentino fue corriendo a entregárselos en mano a Echegaray,
para alejarse de su despacho haciendo lambisconas reverencias y retirándose
caminando hacia atrás como si fuera Gianni Lunadei.
Y mientras
escuchamos a Víctor Hugo ahogando sus fauces de las sandeces más ridículas que
uno pueda imaginar, en esta otra mano tenemos a Jorge Lanata, periodista por el
que escribo estas editoriales, quien me deslumbrara a mis veintipico de años
con su manera de hacer periodismo, abriéndome la cabeza y haciéndome pensar,
que se convirtió en esto que es hoy, que no sé cómo describirlo.
Durante mi
primera juventud, en plena época de Carlos Menem, (esa que los jóvenes K no
conocieron) seguía con fruición sus programas televisivos y tenía
reservadas en el kiosko las cuatro ediciones mensuales de Revista XXI de
Jorge Lanata, que venía con un regalo irónico todas las semanas haciendo
alusión a algún delirio del gobierno de Menem (el único que aún mantengo,
pegado en una vieja sala de ensayo en desuso, es el de la patente de cartón que
decía “1999- SE VA”, saludando con ansiedad al Turco cuando aun le faltaban
varios meses para terminar su segundo mandato).
Jorge
Lanata siempre fue un gran referente en lo que a periodismo se refiere. Y su
vuelta a la televisión me llenó de alegría, porque aun recuerdo cuando asumió
Néstor, que Jorge tenía su programa de televisión y que denunció lo de los 500
palos verdes expatriados a Suiza, y también recuerdo como fue silenciado y
sacado del aire. Y no entiendo qué le pasó a Lanata, no lo entiendo, porque
también está sesgado de ira y venganza, quedando todo el tiempo pisando el
palito. Ir a trabajar con Magnetto después de haberlo denunciado como siempre lo
denunció es suficiente para cavarse la fosa y perder la seriedad que
pudiera haberse construido. Para siempre.
De cada
diez situaciones denunciadas en su programa “Periodismo Para Todos”,
seis son crueles verdades, pero las otras cuatro, lejos de ser ciertas, son
noticias sobre cuestiones exageradas y rumbeadas para un molino que cualquier
persona con dos dedos de frente se da cuenta de que son inventos que no
conducen a ningún lado, que no suman ni restan y que lo único que consiguen es
generar más y más retruques al día siguiente en La Mañana, o en 6 7 8,
programa que ya hace mucho que no consigo ver sin quedar inmensamente
indignado.
Y mientras
todo esto sucede, Cristina sale en su cadena nacional número veinticinco mil
diciendo que “No la vamos a poner nerviosa” y Abal Medina dice que “los
que salieron a cacerolear no saben dónde queda la provincia de San Juan (…), y
ya les dije que si no les gusta la presidenta, vayan y armen un partido
político y preséntense a elecciones”, para luego vociferar que en realidad
a la manifestación “fue muy poca gente, pasa que estuvo muy bien editada,
por eso parece que son muchos”, haciéndome recordar a Carlos Korach, con
sus estúpidas defensas a cualquier cosa que hiciera el turco; o a Juan Pablo
Baylac, del gobierno de De la Rua en la época del corralito, cuando le dijo a
una señora que caceroleaba frente a la quinta de Olivos que "se vaya a su
casa y se quede tranquila, que su plata nadie se la iba a tocar y que cuando el
tiempo pasara se iba a acordar de él y le iba a agradecer", haciendo que
los extrañe. Tenés que conseguir eso, Abal Medina... Sos tan patético…
Y entonces
así estamos, gobernados por una mujer terca y necia que no da el brazo a torcer
y que continuará presionando y exprimiendo sin freno a la clase media mientras
los ricos se divierten de lo lindo haciendo la misma exacta vida que hicieron
siempre, mientras Magnetto lucha con violencia por que el mundo explote antes
del 7 de diciembre, a la vez que Víctor Hugo continúa poniéndose el sayo de
periodista político que tan aparatoso y desprolijo le queda, destrozando su
inmensamente respetable trayectoria, a la par de Jorge Ernesto Lanata, que se
sacó la careta y nos demostró con creces que no es aquel periodista serio que
suponíamos que era, haciendo que este humilde servidor no tenga claro para
nada, y como nunca jamás en su vida, cómo terminará esta historia y si la
sobreviviremos.
Y como
dije siempre, en cada una de las respetables o patéticas discusiones que he
tenido con amigos kirchneristas en estos nueve largos años de mandato
santacruceño:
Lo único
verdaderamente valedero e importante que dejará esta administración K es que,
al concluir, todos se habrán sacado la careta. Y Argentina no será más la que
fue, y finalmente habrá madurado.
Juan Pablo
Scaiola