lunes, 17 de septiembre de 2012

Vivir desamparados



El jueves pasado, a la tarde noche, mientras una gran multitud de gente salía a las calles en busca de protesta, me encomendaba a visitar a un amigo que hacía rato que no veía. Nunca leí invitación alguna en internet para que me adhiriera al reclamo, de ningún amigo – y tengo muchos contactos en Facebook, de todas las ideologías políticas – Pero nadie me avisó nada, nadie armó ningún evento en donde me incluyeran.

Y al no tener televisión, me enteré de esto a las siete y media de la mañana del viernes, cuando me disponía a ir a trabajar en mi abandonado auto escuchando a Magdalena, que anunciaba con bombos y platillos el rutilante éxito de la multitudinaria protesta que ocupara todas las plazas de las más importantes localidades de la república, donde los manifestantes se agolparon con pancartas pidiendo “justicia”, “democracia”, “republicanismo” o “Basta de diKtadura”.


Así es entonces que llegué a mi trabajo perplejo, con la novedad retumbando en mis oídos: El pueblo argentino, ya harto de este nuevo y joven mandato de Cristina Kirchner, decidía espontáneamente salir a las calles para pedir imposibles a esta mujer que nos gobierna, a la que el poder, como al resto de los presidentes que surcan segundos mandatos, la ungió de desatinos, la corrió del eje que “él” había marcado y la zambulló de cabeza y en clavado perfecto en la más profunda confusión política de la que se tenga memoria, rodeándose de jóvenes de la Cámpora que, por qué no admitirlo de una vez por todas, son una suerte de remedos flácidos y poco serios de la célebre agrupación Montoneros, aquella por la que tantos argentinos murieran en busca de un ideal que nunca fue, en busca de un rumbo de país al que jamás se accedió y que dejó a sus dos líderes (Firmenich y Galimberti), enriquecidos a tope viviendo exquisitas vidas de divos sin apremios económicos en Europa hasta la época de Menem, momento en que Galimberti decidió volver para pasearse desfachatado e irrespetuoso en poderosas motos Harley Davidson con su amigo Corcho Rodríguez saliendo en la revista Caras hasta que una enfermedad hepática finalmente terminara con su deleznable vida.

Y la mañana comenzó a avanzar y el programa de Magdalena se extinguía acercándose a las temibles nueve de la mañana, momento mágico de mi jornada laboral en donde arranca el programa de radio más propagandista del gobierno que haya en la radiofonía toda y que es escuchado por este humilde servidor con gran atención, ya que siempre pensé que, para entender de qué van las distintas vicisitudes que enfrentamos, hay que tener la cabeza abierta y hay que leer todo y escuchar todo. Así que no me pierdo a Magdalena y jamás saco a Víctor Hugo. Escucho, muy a mi pesar, al impresentable de Alfredo Leuco y al correctísimo Paulino Rodríguez. Y veo, desilusionado, triste y estafado, a Jorge Lanata, todos los lunes, por internet y en diferido mientras ceno con mi mujer. 




Y “La Mañana” de Víctor Hugo comenzó con una muy respetable y seria edición de voces y resúmenes de lo más importante ocurrido en la noche del jueves donde una buena parte de la población había salido a las calles reclamando por un cambio sustancial y drástico en la dirección que ha tomado este gobierno que recién empieza, que no va a ningún lado y que ya hace agua por todos los costados.

Y Víctor Hugo estaba realmente alelado, no compartía para nada la decisión de salir a criticar a su venerable presidenta, pero no podía más que reconocer que había habido una manifestación multitudinaria de la que no podría hacerse el tonto, aunque inmediatamente después de hacer el obligatorio reconocimiento de la manifestación abandonó el tema entrevistando a Esteban Bullrich, que acaba de perder en su mini batalla porque la justicia kirchnerista admita que un grupo de maestros no puede montar una ridiculización hacia Macri y su persona en una obra de teatro para niños de 8 y 9 años ya que, con bastante razón, hay que reconocérselo, los chicos de 8 y 9 años no deben ser víctimas de ninguna “bajada de línea política”, ni kirchnerista, ni macrista ni leninista ni marxista ni hitleriana. Los chicos de 8 y 9 años deben ir a la escuela a estudiar y a aprender jugando y a nada más. Pero para Víctor Hugo no está mal que esos maestros hayan hecho esa obra de teatro que ridiculiza a Macri y sus secuaces mientras sí desaprueba con vehemencia sesgada que el desatinado e inescrupuloso Fontevecchia haya sacado a la calle una tapa de Noticias con una parodia de Cristina en el momento mismo en que es atacada por un severo, implacable y visceral orgasmo múltiple. 

Está mal que Bullrich no entienda que lo de los chicos que lo cargaron fue un chiste hacia gobierno de derecha. Está mal que Fontevecchia haya osado hacerle un chiste a la presidente.
Pensamiento sesgado. Pensamiento alineado. ¿Pensamiento alienado?

Y luego arremetió contra Francisco “abuela de barrio” de Narváez, ser que me crispa sin duda alguna muy por encima de Mauricio Macri y llevándole varias cabezas de ventaja, al que encontré en una revista Caras mientras el viernes esperaba mi turno en la peluquería, en una estúpida nota en donde asistía con su mujer a una cena de solidaridad infestada de gente solidaria que se apersonaba a la glamorosa recepción para dejar unas tontas migajas de sus inmensas fortunas con el solo fin de salir retratados en la revista más escandalosamente patética del país bajo el estúpido e hiriente título de: “Estilo y Solidaridad”, produciendo en mi ser unas ansias inocultables de agarrar esa revista hija de su madre y estrujarla, romperla y saltarle encima como si fuese un piel roja al que lo atacare una mística posesión diabólica.


Y Víctor Hugo la emprendió contra el colorado colombiano De Narváez porque parece que en la manifestación el tipo dejó caer una pícara sonrisa dando a entender al notero que lo entrevistaba de que Víctor Hugo Morales estaba alineado con el gobierno, haciendo que éste se ofenda y le dedicara varios minutos de su programa refutando con delirantes pruebas esas "infundadas" teorías, para luego salírsele la cadena, como ocurre habitualmente con los kirchneristas más acérrimos, y pisar tontamente el palito acusando a diestra y siniestra a los manifestantes, al punto de señalarlos como “Los ricos de Santa Fe y Lavalle”, o “La gente salió a las calles para luchar por Magnetto… ¡Paren el mundo que me quiero bajar!” aunque rescatándose de golpe y de manera aparatosa, como es habitual en nuestro querido locutor radial, reconociendo que “Las opiniones siempre son respetables, por supuesto, de una buena parte de la población”. 

Y el programa se fue acercando a su fin y cerca del mediodía entrevistó a Maravilla Martínez, al que no tuteó y me hizo recordar con gran nostalgia al Víctor Hugo que tanto respetaba hace pocos años atrás, aquel que era un descollante locutor de radio al que el respeto por sus oyentes y por los participantes del programa era puesto por encima de todas las cosas. Ese Víctor Hugo que luego de una larga vida de trabajo y con una merecida solvencia económica, se fuera a vivir a Puerto Madero, a una torre bien alta, desde donde poder ver su Uruguay natal tras el inmenso ventanal de su estudio. Ese Víctor Hugo que iba al Colón, que no se perdía una sola obra de teatro y que se la pasaba viajando, como corresponde a un ser de su trayectoria con la meritoria fortuna acumulada en tantos años de trabajo, pero que desde el mismo momento en que se hizo Kirchnerista, abandonó Puerto Madero, se compró un Chevrolet Corsa del que no conoce su marca y todo el tiempo se asegura de que sus oyentes sepan que, cuando va al teatro, compra las entradas más baratas en las butacas más alejadas de las obras que va a ver y que, en un sesgo total y absoluto de la realidad, confirmara que los 1.700 dólares que la AFIP le dejó llevarse a Londres para asistir a los quince días de estadía en los Juegos Olímpicos, no solo le alcanzaron fenómeno sino que, para mejor, ¡logró traerse 500 dólares de regreso!, que seguramente al volver a pisar suelo argentino fue corriendo a entregárselos en mano a Echegaray, para alejarse de su despacho haciendo lambisconas reverencias y retirándose caminando hacia atrás como si fuera Gianni Lunadei.

Y mientras escuchamos a Víctor Hugo ahogando sus fauces de las sandeces más ridículas que uno pueda imaginar, en esta otra mano tenemos a Jorge Lanata, periodista por el que escribo estas editoriales, quien me deslumbrara a mis veintipico de años con su manera de hacer periodismo, abriéndome la cabeza y haciéndome pensar, que se convirtió en esto que es hoy, que no sé cómo describirlo. 



Durante mi primera juventud, en plena época de Carlos Menem, (esa que los jóvenes K no conocieron) seguía con fruición sus programas televisivos y tenía reservadas en el kiosko las cuatro ediciones mensuales de Revista XXI de Jorge Lanata, que venía con un regalo irónico todas las semanas haciendo alusión a algún delirio del gobierno de Menem (el único que aún mantengo, pegado en una vieja sala de ensayo en desuso, es el de la patente de cartón que decía “1999- SE VA”, saludando con ansiedad al Turco cuando aun le faltaban varios meses para terminar su segundo mandato).

Jorge Lanata siempre fue un gran referente en lo que a periodismo se refiere. Y su vuelta a la televisión me llenó de alegría, porque aun recuerdo cuando asumió Néstor, que Jorge tenía su programa de televisión y que denunció lo de los 500 palos verdes expatriados a Suiza, y también recuerdo como fue silenciado y sacado del aire. Y no entiendo qué le pasó a Lanata, no lo entiendo, porque también está sesgado de ira y venganza, quedando todo el tiempo pisando el palito. Ir a trabajar con Magnetto después de haberlo denunciado como siempre lo denunció es suficiente para cavarse la fosa y perder la seriedad que pudiera haberse construido. Para siempre.

De cada diez situaciones denunciadas en su programa “Periodismo Para Todos”, seis son crueles verdades, pero las otras cuatro, lejos de ser ciertas, son noticias sobre cuestiones exageradas y rumbeadas para un molino que cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de que son inventos que no conducen a ningún lado, que no suman ni restan y que lo único que consiguen es generar más y más retruques al día siguiente en La Mañana, o en 6 7 8, programa que ya hace mucho que no consigo ver sin quedar inmensamente indignado.

Y mientras todo esto sucede, Cristina sale en su cadena nacional número veinticinco mil diciendo que “No la vamos a poner nerviosa” y Abal Medina dice que “los que salieron a cacerolear no saben dónde queda la provincia de San Juan (…), y ya les dije que si no les gusta la presidenta, vayan y armen un partido político y preséntense a elecciones”, para luego vociferar que en realidad a la manifestación “fue muy poca gente, pasa que estuvo muy bien editada, por eso parece que son muchos”, haciéndome recordar a Carlos Korach, con sus estúpidas defensas a cualquier cosa que hiciera el turco; o a Juan Pablo Baylac, del gobierno de De la Rua en la época del corralito, cuando le dijo a una señora que caceroleaba frente a la quinta de Olivos que "se vaya a su casa y se quede tranquila, que su plata nadie se la iba a tocar y que cuando el tiempo pasara se iba a acordar de él y le iba a agradecer", haciendo que los extrañe. Tenés que conseguir eso, Abal Medina... Sos tan patético…



Y entonces así estamos, gobernados por una mujer terca y necia que no da el brazo a torcer y que continuará presionando y exprimiendo sin freno a la clase media mientras los ricos se divierten de lo lindo haciendo la misma exacta vida que hicieron siempre, mientras Magnetto lucha con violencia por que el mundo explote antes del 7 de diciembre, a la vez que Víctor Hugo continúa poniéndose el sayo de periodista político que tan aparatoso y desprolijo le queda, destrozando su inmensamente respetable trayectoria, a la par de Jorge Ernesto Lanata, que se sacó la careta y nos demostró con creces que no es aquel periodista serio que suponíamos que era, haciendo que este humilde servidor no tenga claro para nada, y como nunca jamás en su vida, cómo terminará esta historia y si la sobreviviremos.


Y como dije siempre, en cada una de las respetables o patéticas discusiones que he tenido con amigos kirchneristas en estos nueve largos años de mandato santacruceño:

Lo único verdaderamente valedero e importante que dejará esta administración K es que, al concluir, todos se habrán sacado la careta. Y Argentina no será más la que fue, y finalmente habrá madurado.

Juan Pablo Scaiola


9 comentarios:

  1. Me pareció excelente el articulo, comparto mucho de lo que escribis, esta es la razon del crecimiento del Cristinismo, la falta de oposicion verdadera. Las caretas se van cayendo una a una y cada vez nos vamos hundiendo mas en la miseria, miseria de ideales politicos. Me preocupa mucho este circulo vicioso en el que estamos cayendo y que siempre nos deja mas pobres para pensar y para desarrollarnos. No aprendimos nada.

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  2. Genial, Juan. Me sentí identificado con casi todo. Los párrafos finales: magistrales.

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  3. Muy bueno Juan, comparto totalmente tu visión del tema, y sobre todo tu desilusión de Jorge. Personalmente, la defensa (innecesaria) que hizo de Clarín cuando cuando abrió el programa del lunes fue una astilla abajo de la uña que se me enterró hasta el codo. Todavía espero que un día salga y diga algo como "Me metí para filtrar información de los arreglos de Clarín con Dualdhe, Menem, la dictadura, etc, y meter en cana a todos de un sopetón".. En fin, siga escribiendo! Un abrazo

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  4. No va a pasar eso porque Lanata se sacó la careta y está mostrando quien verdaderamente es, el otro día fue patético, dijo, haciendo alusión a Guillemro Moreno, que "el miedo estalla en pedazos cuando se pierde, no se pierde "un poco" de miedo, cuando se pierde, se pierde por completo. Es como el respeto, o la dignidad, cuando perdés eso, lo perdés para siempre..." Y yo me quedé pensando, no? Porque este hombre perdió todo eso y lo dice tan suelto de cuerpo que realmente no lo puedo creer. No sé dónde vamos a terminar con esta historia, pero me gusta estar viviéndola, porque sé que hay un cambio sustancial después de todo este presente.

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