lunes, 8 de noviembre de 2010

Néstor Kirchner




Se fue Néstor Kirchner. Se murió.


Debo reconocer que me tomó por sorpresa su muerte mientras esperábamos con mi novia y mi hija mayor al censista el miércoles a las 9:20. Estábamos con la incertidumbre de los censos: si vendrían rápido, si deberíamos quedarnos como giles todo el día encerrados, si vendrían… Entonces nos dispusimos a desayunar y puse a Víctor Hugo en la radio, que, con voz perturbada y seria, nos notificaba de la muerte del “ex presidente”.

Lo primero que hice fue mirar con asombro desorbitado a mi novia y mi hija, que me devolvieron la misma mueca; pero Víctor Hugo no decía qué ex presidente, sólo decía que acababa de morir el “ex presidente”, sin mencionar su nombre. Estuvo un rato largo hablando sobre esa muerte sin dar la pista necesaria, a lo que supuse se refería a Menem: el tipo está bastante viejo, bastante destrozado y ¿porqué no podría haberlo tomado un infarto? Sería lo más razonable en un tipo que hizo lo que él hizo y supuse que quizás, sobre el final de su vida, se había visto al espejo por primera vez en serio y se había dado cuenta de quién era y se había cagado muriendo; podría haber sido, pero no.

Después de un tiempo que para mí fue extenuantemente largo, aunque en realidad debe haber sido corto ya que culpo la distorsión de aquellos segundos a mi ansiedad para que me revelen el nombre, Víctor Hugo lo nombró: Néstor Kirchner.

No lo creía. O no lo quería creer. Años haciendo el chiste pelotudo cuando me preguntaban cuando me iba a afeitar y yo respondiendo: cuando se muera Cristina, ahora el que se había muerto era Néstor. Se había muerto posta.

La primera sensación que manifestó mi cuerpo fue de relax, y pensé: Al fin se terminó esta historia absurda, pero luego peleándome feo con una amiga por chat que lo ama incondicionalmente me di cuenta que no debía manifestar tan descaradamente mis opiniones frente a gente que sí lo quiso o que estuvo de acuerdo a rajatabla con su gestión. Porque debo reconocer cosas que sí hizo, aunque no me queda claro el porqué.


Cuando Néstor tomó el bastón de manos de Duhalde miró a la cámara y dijo:



“Somos un grupo de argentinos comunes con cargos importantes”



Y me hizo emocionar y creer en él (como me pasó casi eternamente con cada asunción presidencial, creo en esos hombres que toman el poder; quizás sea la ilusión de encontrar ese cambio que nos es esquivo desde que vino Cristóbal Colón, no lo sé…)


Néstor hizo una gran gestión durante sus primeros años de gobierno y después desbarrancó, como les pasa a todos los que han arrancado sus mandatos con frenesí.



Descolgó los cuadros de Videla y de Bignone: Finalmente, respetuoso gesto.


Se le plantó al FMI: Grandes huevos.


Mostró distancia con la iglesia apoyando el matrimonio homosexual: Al fin.


Se le plantó al campo: Y el campo se sacó la careta.


Señaló los chanchullos de Ernestina Herrera de Noble y la dejó sin nada y a los gritos: Ése es mi pollo.


Siguió su pelea con ella por Fibertel y la volvió a cagar: Otra que se sacó la careta para no poder volver a ponérsela nunca más.


Desnudó la tramoya de Papel Prensa: Gran acto.


Puso en evidencia a cada tramposo y a cada trepador que hubo en este país: Muy valorable.



Pero no me gusta Néstor. No noto sinceridad en sus actos. Existe, sin duda alguna, un doble fondo en todas esas acciones. Un doble fondo que me da gran terror, porque no sé para donde saldrá el tiro, que seguro es inmediato.


A pesar que Néstor no me cae bien, me puse a debatir conmigo mismo y me di cuenta que yo soy igual, que si yo hubiera estado gobernando el país seguramente hubiera adoptado los mismos modales, pero luego me frené, retándome: Si yo tuviera la posibilidad de gobernar el país utilizaría modales más acordes a ese cargo, ya que lo merecen más que nada en el mundo, porque ése cargo conlleva la más grande responsabilidad y deja en último plano a la persona que lo ocupa, y no al revés.


Le hubiera mandado una carta, por ejemplo, a Ernestina Herrera de Noble, indicándole las cosas que a partir de mañana no podría seguir usufructuando y la hubiera dejado gritando sola. Jamás me hubiera enfrentado a ella o bajado a su nivel, ya que soy más importante en el cargo que ocupo y Ernestina, por más plata y poder que tenga, es uno de los ciudadanos que gobierno.


Le hubiera notificado al campo que a partir de mañana nada sería igual y que deberían pagar esto, aquello y lo otro. El campo hubiera adoptado las mismas formas coléricas que adoptó y hubiera quedado bien claro cómo era la cosa. Mucho más claro de cómo quedó al principio, con los gritos y las acusaciones.


Le hubiera quitado el negocio de las jubilaciones a Constantini y hubiera guardado celosamente ese dinero para pagar las jubilaciones haciendo públicos tanto los montos guardados como los intereses obtenidos cómo las inversiones realizadas.


Hubiera hecho una “Asignación Familiar” de alimentos, no de plata, ya que sabemos que la gente pobre utiliza esos $180 para comprar tarjetas de celular, fasos y cerveza, está largamente comprobado que sólo el 20% de las asignaciones familiares van a parar a leche-arroz-pañales-polenta.


No hubiera hecho ningún negociado con ningún empresario sureño. Jamás me hubiera reunido a solas en el medio de la nada con Cristóbal López ni con Lázaro Báez, como tampoco hubiera puesto jamás como dueño de un conglomerado de noticias a un ex chofer mío que no tiene ninguna herramienta de defensa ante la primera pregunta pecaminosa que se le haga respecto de dónde sacó el dinero para tener las empresas que tiene habiendo sido chofer toda su vida...


Jamás hubiera dejado que un ministro mío, por ejemplo Julio de Vido, sea el dueño y señor de la cartera del país. Mucho menos lo hubiera dejado 5 segundos en el cargo luego de enterarme que está siendo cuestionado por un sinnúmero de confusas inversiones públicas.


Nunca me hubiera enriquecido ilícitamente. No me lo perdonaría.


No le hubiera pagado, como dicen por ahí unos ex empleados de radio Continental en un mail que anda dando vueltas, 10 millones de dólares a Victor Hugo para que hable bien de mi gestión: si mi gestión es buena y existe en algún lugar recóndito de este país un periodista serio, no haría falta esa millonaria inversión.


Le hubiera dado una reprimenda a mi hija menor en la primera situación en donde me hizo quedar mal quedando mal ella. Así como yo soy el N°1, mi hija debe comportarse como la hija N°1. En lugar de los viajes innecesarios con helicópteros del estado porque se olvidó los libros de estudio, en lugar de comprarle un MiniCooper, en lugar de dejar que se enfieste y gaste lo mismo que Ricardo Fort cada fin de semana le hubiera encomendado que viaje al norte y reparta alimentos entre los ciudadanos abandonados en el Chaco y en Formosa. Jamás hubiera tapado el problema enviándola a estudiar cine a New York.


Lo mismo hubiera hecho con mi hijo, al que le hubiera pedido que recorra el país de punta a punta para que me de el parte de situación de cada pueblo abandonado, para solucionarlo juntos. Eso hubiera sido un gesto inolvidable que me hubiera depositado sin escalas en el escalafón de prócer, aunque los próceres nunca ansiaron ese cargo…


Nunca jamás me hubiera entrevistado con Peter Munk, dueño de Barrick Gold. Y mucho menos hubiera mandado a mi mujer a firmar un trato con ese pirata para que luego los medios tomen fotografías; siempre me sentí fascinado por las expresiones de los rostros, que dicen mucho más que las palabras; en esa foto se ve claramente la expresión de victoria de Peter Munk y la expresión de arrepentimiento de Cristina, se ve muy claro que “arreglaron” una plata, porque los seres humanos no somos robots, por más alto cargo que tengamos, y las muecas faciales son irremediables...


Tengo la fea sensación de que todo esto es una gran farsa. Un montaje absurdo para tapar cuestiones oscuras y perturbadoras. No me lo creo. Sólo anhelo que el tiempo me tape la boca y que toda esta sensación que me invade sea producto de las horripilantes experiencias anteriores.


Sólo espero eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario