Hace alrededor de 15 tanques de nafta que cargo Súper. Desde que compré el auto, allá por 2007, siempre llené el tanque con naftas V-Power, porque me molesta mucho ponerle veinte o cincuenta pesos. ¿Para qué? ¿Para ir de vuelta a ponerle otros veinte u otros cincuenta pesos al día siguiente? Siempre me dio mal olor eso de ponerle 50 mangos, me parece que te la ponen, porque no se pueden gastar tan rápido $50, no puede ser que al otro día tengas que ir otra vez a cargar. Y siempre me pasaba lo mismo, ponerle 50 mangos a la mañana de un día tradicional solo me depositaba nuevamente a la otra mañana en la estación de servicio para cargar otros 50 mangos. Y la cuenta no me da, y nunca me dio, porque si sumás 50 mangos por día te da 300 mangos en la semana entera, y un tanque me dura 10 días cómodamente y eso, aún hoy, es mucho menos que 300 pesos.
Entonces me acostumbré a cargar completo. No es tan difícil, hay que obligarse a hacerlo rutina y juntar la plata y guardarla, ir a la estación y decirle al playero de turno: “Lleno, por favor”. Y listo. Una vez que te acostumbrás, no volvés a la vieja modalidad del pichuleo. Y al menos sentís que no te la ponen.
Y entonces cargaba en la Shell, por ser hincha de Ferrari de chiquito siempre cargué ahí por inercia o por magnetismo, qué sé yo. Y le ponía V-Power, extraña y moderna nafta que de seguro es muy superior a las Súper tradicionales, no me va a comparar… Aunque en realidad nunca supe bien-bien qué es lo que las hace tecnológicamente tan superiores a las otras naftas, pero si la usa Ferrari o Schumacher… para mí es una garantía.
Así que le cargaba V-Power. Tanque lleno para mi Fiat Idea, que me duraba entre 10 y 12 días, dependiendo del uso (que siempre es el mismo: Ir al trabajo, ir al parque a pasear a la perra, ir a la escuela a buscar o llevar a mis hijas, ir a ensayar una vez por semana, ir a Pérez todos los domingos a por asado en familia). Y el tanque me costaba $180. Durante mucho tiempo, hasta que empezó a subir de a 5 o 10 pesos de manera constante y sistemática. Y pasó a $190. Y después a $200. Recién cuando subió a $214 me acuerdo que dije, enojado: “Basta, esta es la última vez que le cargo V-Power, se va a la mierda, de ahora en más le pongo Súper y listo”.
Y le empecé a poner Súper y bajé a $170 de golpe. Y ¿qué quiere que le diga? Me encantó volver a recibir billetes de diez de vuelto, pero esto duró muy poco. Enseguida comenzó a subir y subir el costo del líquido elemento combustivo para el vehículo automotor que conducía otra vez de manera sostenida. Y de inmediato volví a los $200 y pensaba: “Qué cara que debe estar la V-Power ahora…” sabiendo que nunca más la utlizaría, porque cuando uno baja esos peldaños no los sube más, se lo digo con conocimiento de causa. He bajado varios peldaños ya.
Y el aumento de las naftas Súper continuó destrozando mi billetera mientras advertía algo terrible: Uno se da cuenta mucho más rápido el incremento de la Súper que el de la V-Power porque debajo de la Súper no hay más nada. Así que cada vez que sacaba mi billetera en una estación de servicio, el movimiento del brazo extirpando el sobre de cuero de mi bolsillo trasero iba siempre acompañado de un “epa” con la cara absorta, completamente alelado. Y de $200 se fue de vuelta a $214, y me acordé de la vez que había decidido no cargar más V-Power por el altísimo costo que ésta portaba. Y ahora no iba a poder bajar otro escalafón, porque nafta Normal no hay más, y me parece que tampoco se le podría poner Normal a un auto con tecnología posterior al año 2000, así que estaba frito.
Y siguió aumentando, Juan Carlos Shell se las ingeniaba para subir unos centavitos el litro cada semana. Y empecé a pagar $220, incluso $230.
La semana pasada fui a cargar nafta cerca de mi negocio, en Amenábar y Oroño, en la Shell donde cargo casi siempre desde hace más de 10 años y en donde incluso tengo amigos playeros, Aníbal, por ejemplo. Gran muchacho, sin dudas.
Aníbal no estaba. Había todos pibes nuevos. Me mandé a un surtidor y el joven y lustroso nuevo playero se me acercó y puso su mano en una de las pistolas larga-nafta y me preguntó, apresurado: "¿Súper o V-Power?" A lo que respondí, con la mirada y la cabeza en otro lado: “Súper”, y el joven sacó la pistola y la encajó en el agujero del tanque y me preguntó: “¿Lleno?”, a lo que respondí: “Lleno”.
Y comenzó a llenarme el tanque mientras yo, desconcentrado, intentantaba despegar una vieja calcomanía de la luneta que ya estaba descolorida y fea al punto de parecer un círculo blanco sin nada que ofertar cuando en sus tiempos mozos había sido una hermosa calcomanía de Cluster, la fábrica de pedales de efecto de viola más seria del país. Y el tiempo se me pasó volando, mientras rascaba el vidrio con la llave del auto para retirar la calco. Eso es raro, porque siempre estoy a mil y soy muy impaciente y siempre estoy mirando como suman los numeritos en el display, pero ese día estaba con la guardia baja como nunca, me había obnubilado aquella labor de retirar la calcomanía. Y tanto me obnubiló la tarea que, cuando la pistola cortó sola desclipando el gatillo con ese “¡Track!” ensordecedor, debo admitir que me asusté. Y el playero, que justo venía porque sabría que estaba terminando de cargar, tomó la pistola con una mano mientras se acomodaba de coté para mirar el surtidor y a la vez me preguntaba: “¿Te hago 250?”.
Lo primero que pensé fue: “Qué pibe bobo, me puso V-Power…”, y a mí no me gusta hacer bardo, y menos si el pibe es nuevo, ya tendrá oportunidad de ser cagado a pedos por otro. No me gusta ni forrear al pedo ni armar escándalos gratuitos. Si me puso V-Power se equivocó. Ya fue, no hay que tremendizar tampoco. No me voy a morir por cargar una vez V-Power... No me voy a hacer ni más rico ni más pobre, como dice el célebre refrán cantonés.
Y le dije, mientras sacaba la billetera con cara de “No pasa nada, quedate tranquilo”, “Te dije súper, no V-Power”, y el flaco me miró, atónito, y me señaló la pistola que retiraba de mi tanque de nafta, que iba insertada en el casillero de nafta Súper del surtidor. “Es Súper”, me confirmó, con un tono como diciendo: ¿te pensás que soy boludo, que nací ayer?” Entonces miré el contador del surtidor y decía “Súper: $6,05 Total $249.99 – 41,22 litros”.
“¿Cuándo aumentó tanto?” le pregunté indignado, ya se me había borrado la comprensión de la cara. “No sé”, me dijo, “hace tres días que trabajo acá”, culminó, como diciendo: “no me rompas las pelotas y si tenés alguna queja andá a hablarla adentro pero correme el auto que tengo que seguir atendiendo”
Y me fui sin quejarme, porque tengo algunas mañas con mis casi 40 años de edad y una de ellas es dejarme violar en silencio. “¿Así que la nafta cuesta eso? No hay problemas, tomá, cobrate y trae una cámara de fotos. Digo, así me sacás una y la guardás de recuerdo, porque es la última vez que me ves por acá” No sé si me explico. Tengo la costumbre de obrar de esa manera.
Y entonces, días después, le comenté el episodio a mi padre, que me dijo que eso me pasa por cargar en Shell, que él hace rato que carga en YPF, que solo a mí se me ocurre cargar en Shell y todas esas cosas que dicen los padres. Que de ahora en más vaya y cargue nafta en YPF, que la Súper está $5,20 y la Premium cuesta solo $6.
Así que me dije: “Listo, Máxima Zorreguieta no va a poder comprarse más carteras de Loui Vuitton con la plata que dejaba como un pelotudo en la caja de la Shell, de ahora en más cargaría en YPF, qué mierda”.
Este domingo fui a Buenos Aires con unos amigos a ver a Pearl Jam. Y fuimos cinco en mi auto, como buenos descapitalizados que somos, pagando así mucho menos que ir en bondi o en trafic. Y entonces fui a una YPF a cargar mi saludable nafta Súper de $5,20 con la fea intención de pasar luego haciéndome el canchero por alguna Shell y mirar socarronamente al playero de turno, que no entendería por qué motivo estaría circulando ese boludo que lo mira con esa cara, pero a mí me encanta hacer esas pavadas, me divierten, qué sé yo.
Entonces entré en la estación y vino un playero, atajándose de antemano, y me dijo: “Mirá que no tengo Súper, ¿eh? Sólo Premium”. Y no me molestó mucho que digamos, el día estaba en pañales, estaba saliendo para Buenos Aires con todo el tiempo del mundo y podría probar en otra, así que me fui, no le cargué nada y terminé saliendo a la ruta sin darme cuenta. Al final pasé a buscar a mis amigos y habladuría va, habladuría viene, se me pasó lo de cargar nafta y ya estaba en la ruta. Tenía cuarto tanque así que llegaba bien hasta el peaje donde está la Shell, pero seguía ansiando cargar YPF.
Como nunca había cargado YPF en la ruta, decidí preguntarle a la mujer del peaje si había alguna estación más o menos cerca y la joven, sin mirarme y extendiéndome el comprobante de pago, me dijo que había una a 15 kilómetros. Perfecto. No tendría que cargar V-Power y podría hacerme acreedor, finalmente, de cristalinos y olorosos litros de nafta Súper de nuestros queridísimos Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Y al poco tiempo de viaje la divisé, había una a cada lado de la ruta, para que los viajeros puedan disfrutar de ese combustivo ya sea de ida o de vuelta.
La YPF estaba repleta de camiones. Llena estaba, un camión detrás de otro. Había como 50, pero autos no había ninguno. Genial. Ni siquiera iba a tener que esperar esos tediosos minutos que a veces hay que fumarse cuando hay cola en las estaciones. Así que me bajé y saqué la tapa del tanque y me quedé un rato esperando que se acerque algún playero a cargarme delicada nafta Súper a $5,20.
El playero vino varios minutos después, no sé por dónde apareció pero me hizo asustar bastante, ya que salió de la nada detrás de un surtidor, al grito de “Flaco, mirá que nafta no tengo, ¿eh?” haciendo enérgicos movimientos horizontales con ambas manos como diciendo “se pudrió todo”.
Yo casi lo mato, ¿por qué negarlo? Realmente me dieron ganas de darle una piña, porque ahora sí que estaba listo ¿Cómo mierda no van a tener nafta, manga de inoperantes? ¿No venden nafta ustedes? ¿Por qué no se ponen a vender frutillas en la ruta si son tan boludos de no haberse dado cuenta que se quedaron sin nafta? ¿No querés mejor que te de una trompada ahora así ya te vas cobrando en cuotas la ira de los cientos de pelotudos que como yo van a venir a escuchar esa pelotudez que decís tan suelto de cuerpo? Me dieron ganas de decirle, pero solo solté un crispado: ¿Y ahora qué hago? con gran indignación, a lo que me respondió, encongiéndose de hombros, que había una estación de servicio a 60 kilómetros para el lado de Buenos Aires, pero que no me podía garantizar que fuera a tener combustible. Un pelotudo importante, diría Juan Perugia.
Así que me fui con la firme convicción de volver sobre mis ruedas y cargar en la Shell del peaje, porque si en la estación a 60 kilómetros más al sur no tenían nafta después sí que iba a estar frito. Y pegué la vuelta rumbo a mi Rosario natal en busca de holandesa nafta Súper a $6,05 para seguir enarcando obsesivamente el patrimonio descomunal del príncipe heredero de Holanda y de nuestra desesperantemente insulsa Máxima Zorreguieta.
Pero unos kilómetros antes del peaje advertí una estación EG3, vieja, fea y abandonada a la vera de la ruta. Y paré ahí. Aún no había arrancado el viaje y ya estaba hinchado las pelotas de la pelotudez de andar como un boludo de acá para allá por culpa de la nafta y el buen hombre de la EG3 que me atendió tenía de todo: Súper, Normal, Kerosene, Marihuana, Thinner, Aguarrás, Johnny Walker, de todo tenía el mozalbete. Así que le puse Súper, a $5,85, y me pegué la vuelta hacia Buenos Aires en busca de insoportables 2:45 de contínuo Pearl Jam en mis orejas.
En Buenos Aires paré en 3 YPFes a por mi nafta Súper de $5,20. Y no la conseguí. Los carteles la promocionaban y la ofrecían con alegría pero los playeros nos advertían antes que detengamos el vehículo por completo que no tenían Súper, que solo podían cargarnos Premium.
Y llegué a La Plata, donde debía disfrutar del recital en el Estadio Único de Daniel Scioli y ya era a matar o morir. Ya tendría que cargar sí o sí porque después a la vuelta iba a ser terrible con todos los grunges queriendo cargar a la vez con sus remeras de Pearl Jam, sus camisas leñadoras y sus terribles e implacables calvicies de cuarentón boludo grande.
Y encontré una última opción, a 15 cuadras del estadio. Una reluciente YPF que me llamaba como una víbora ponsoñoza que está hipnotizando a su presa antes de morderle la yugular. Y entré a por mí cristalina nafta Súper de $5,20 pero tampoco tenían. Así que le eché Premium, nomás. Y me volví a los cabezazos turnando el manejo con Esteban a la 1 de la mañana del Lunes, con el tanque lleno de Premium, completamente entristecido y vejado, haciéndome las siguientes preguntas:
¿Por qué razón aumenta la nafta si, en teoría, no debería hacerlo?
¿Qué absurdo impulso ataca a Shell para cobrar la nafta con diferentes precios dependiendo de la estación a la que uno vaya?
¿Por qué despiadado motivo hay cerca de $1 de diferencia entre la Shell y la YPF en lo que a naftas Premium se trate?
Y la más lastimosa e indignante de las preguntas:
¿Por qué razón hija de puta YPF promociona una nafta a $5,20 que luego no puede servir? ¿Eskenazi realmente supone que nosotros creemos esa historia pelotuda de que no tiene nafta? ¿Realmente cree que al decirnos que no tienen Súper y ofrecernos Premium nosotros no nos damos cuenta que el cartel es una estafa para atraer clientes cansados de buscar soluciones que no existen y cargan Premium porque ya están hinchados las pelotas de dar vueltas?
¿Qué mierda tiene en la cabeza, don Eskenazi?
¿Cuándo va a dejar el cuentito de “Súper no me queda más”?
Me hace acordar a una vieja borracha que tenía un kiosko de morondanga a la vuelta de mi casa y que nunca tenía un carajo y que no importaba lo que uno le pidiera, ella nunca lo tenía, pero le daba vergüenza admitirlo de frente manteca y siempre decía lo mismo “No, ¡hic!, lo que pasa es que se me terminó, ¡hic!. Recién vendí el último ¡hic!”.
Nunca se le terminó porque nunca lo tuvo. Nunca. Como Eskenazi, que no tiene nafta Súper y por eso la promociona a un precio que no la puede vender.
Don Enrique, tengo más ideas para darle para atraer al público. Mire, se me ocurrió esta, que es buenísima: Ponga un cartel que diga, bien grande: “Si carga más de 50 pesos la flaca del minimarket le hace un pete” entonces después pone adentro un fornido y fulero morocho de bigotes a atender el kiosko y cuando los clientes pregunten por la flaca petera, déle la órden al morocho de decir que ésta se rompió un diente en el último pete que hizo y está en el odontólogo ahora, que si el cliente quiere, el pete se lo puede hacer él. Es un éxito seguro, se le van a llenar de clientes las estaciones, créame.
U otra, ¿para qué poner ese precio tan cerca de la realidad? $5,20 es muy caro, ponga que vale un peso. ¡O que no vale nada!, es más, oferte que al que cargue nafta Súper le regala cien mangos, ¿sabe cómo se le ponen las estaciones de servicio? ¡Así de clientes!
En serio, don Eskenazi, hágalo, hágalo así la hacemos completa.
A veces parecen chicos por cómo se comportan... Es una vergüenza que pasen estas cosas y habría que meter preso a Eskenazi por ofrecer cosas que no puede vender. Porque Eskenazi no es una vieja borracha que tiene un kiosquito en un barrio. Es el dueño de YPF, la empresa argentina que debe proveer mejor que ninguna otra de combustible a sus conciudadanos.
Y así estamos, yendo de acá para allá como ovejas pelotudas cagados a rebencazos por estos hijos de su madre.
Váyanse ahí donde los mando siempre, desubicados.
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