Hace
más de dos meses que se está construyendo una marcha por la “libertad de
expresión” para que mañana, 8 de noviembre, salgamos todos a la calle y así
reclamar por nuestro derecho a ser escuchados. Se la llama el “8N”, en clara alusión competitiva al
mote puesto por el gobierno del próximo 7 de diciembre: “7D”.
La
idea es que nos congreguemos todos aquellos que estamos disconformes con este
gobierno, para reclamar por un sustancioso cambio. O directamente para que
Cristina renuncie y se vaya.
Y si
me pongo a hacer cuentas, tengo muchos cuestionamientos para con este gobierno.
Muchos. Tantos que no cabrían en un solo editorial, y si los enumerara, lo más
probable sería que usted dejara de leer y se fuera a seguir con sus labores
cotidianos. Porque realmente estoy harto de este gobierno. Harto. Me indigna la
prepotencia de Cristina, me enoja la Cámpora, me exasperan los ministros.
Todos. Desde Abal Medina hasta Manzur, porque son todos unos necios lame
carteras Louis Vuitton que están pasando un irrepetible momento en sus vidas y
lo disfrutan a pleno. Encandilados de poder, levantándose todos los días con el
solo fin de poder engrosar al mango sus economías hasta el último minuto en que
se encuentren gobernando, sin tener nada que envidiarle a los ministros de
cualquier otro gobierno corrupto que hayamos tenido en el poder. Porque son un
asco. Porque se aprovechan de los humildes dándoles fútbol para todos, ese
deporte de mierda que para lo único que sirve es para tener a la población pensando
en otra cosa, sin un mango para pagar la comida mientras los jugadores de los
clubes de sus amores viven vidas de millonarios tan pero tan cómodas e irreales
que se pueden dar el lujo de salir un día a decir que no sienten que tengan
nada para dar. Vergüenza debería darles.
Porque
deseo verlos en cana, porque sueño con verlos presos, devolviendo cada peso que
se robaron. Porque me apenan los jóvenes que creen en estos hipócritas
gobernantes, porque falta muy poquito para que el encantamiento se desvanezca,
porque no falta nada, porque a este ritmo, en menos de un año, los deleznables
agujeros dejados por todos lados comenzarán indefectiblemente a hacer agua. Y
yo estaré ahí, viéndoles apenado las caras a todos los ultra K conocidos, que
tengo muchos, que evitarán por todos los medios mirarme a los ojos como si
fuera un ser dañino al que le gustase meter un pucho encendido en la llaga
cuando jamás se me ocurriría siquiera volver a tocar esos temas por los que nos
distanciamos en fatídicas discusiones. Porque es muy feo equivocarse, es
horrible. Y, sobre todo, es vergonzoso. Da vergüenza. Es como tirarse un
furioso pedo delante de mucha gente y que no queden dudas de que fuiste vos. Y
a mí no me gusta señalar a quien se cagó y avergonzarlo aun más. Ya tiene suficiente
para remontar solo con un simple y chiquito “perdón, se me escapó” con la
mirada clavada en el piso y a un costado como para que uno vaya y haga leña del
árbol caído... No me gusta, porque no me gustaría que me lo hagan. Porque yo
también tuve 25, y también me recontra equivoqué. Así que ahora, lo que más me
apena de todo esto, es que los ultra K se chocarán de golpe con la realidad de
que el Kirchnerismo no solo no es lo que parece sino todo lo contrario, y que
se comporta de la misma manera que cualquier otro gobierno corrupto que hayamos
tenido, pero con “discurso inclusivo”, que es lo que más me hiere, lo que más
me indigna, lo que más me encoleriza, aplastando de esta manera a la clase
media y sin joder ni un poquito a los ricos, para luego salir a señalarnos como
quejosos sin fundamentos porque no podemos ir a Miami como si ese fuera el
problema que tiene la clase media, que ya ni puede pensar en tomarse unas
simples vacaciones en Mar del Plata en marzo.
Así
que mire si tengo cosas para salir a reclamar… Tengo pila de cosas que ofenden
mi inteligencia. Cada vez que Cristina dice su célebre frase “inclusión social”
a mí se me retuercen las tripas. Cada vez que Estela de Carlotto sale a decir
que aquellos que se quejan son nazis me da una tristeza enorme. Cada vez que
Víctor Hugo sale a decir que la gente puede salir a quejarse de lo que sea pero que
tiene que entender que la presidente también gobierna para el 54% que la votó y
que si quieren un cambio se armen un partido, me sube la presión. Cada vez que
Abal Medina habla de lo que sea, enloquezco de furia. Los gritos del otro día de
ese diputado obsecuente que tildó a los socialistas de narcosocialistas, o el
aprovechamiento del intendente de Venado Tuerto, que salió a decir que “no
están dadas las condiciones de gobernabilidad en la provincia de Santa Fe”
buscando desesperado una suerte de “golpe de estado provincial” para quitarse
del medio a un gobierno que no comparte los ¿ideales? Kirchneristas, o
Cristina, nuestra presidente hablándonos de manera campechana diciéndonos
“córtenla” son situaciones absurdas, lisérgicas y surrealistas que me dejan en
un estado de desconcierto y enojo fúlmines. Porque son unos hipócritas, y
porque se aprovechan de cada cosa, sea esta viable o no, para seguir mintiéndole
a la población con sus delirios.
Pero
mañana no voy a asistir a ninguna marcha en reclamo de nada, porque mañana, aquel
que salga a reclamar, reclamará para que no le quiten las concesiones y el
poder a Magnetto. Y realmente, si hoy, 7 de noviembre de 2012, aun hay gente
que no sabe que Magnetto es un ser vil con un poder escandaloso y único en el
mundo, que desbancó gobiernos y que aumentó su poder en una escalada formidable
desde Manem hasta el propio Néstor Kirchner, y que debe sí o sí ceder ese poder
por una cuestión lógica de falta total de legalidad, entonces estamos fritos.
Porque no necesitamos para nada apoyar a Magnetto para sacarnos a Cristina de
encima. Magnetto necesita desesperado que le demos una mano. Y seguirá
revolviéndose como una cascabel enfurecida hasta el 7 de diciembre. Y buscará
por todos los medios persuadirnos de que Cristina es autoritaria, que Cristina es
corrupta, que su séquito de secuaces son tan corruptos como ella, que nada de
lo que está sucediendo con este gobierno tiene lógica alguna y que no hay un
plan para nada.
Pero no necesito que Magnetto me diga estas cosas. Ya las sé.
Yo necesito que Magnetto también vaya en cana, porque quiero volver a leer
un diario sin tanto prejuicio, porque en ningún otro país del mundo un solo tipo
puede ser el dueño de los diarios, del papel, de las imprentas que imprimen los
resúmenes de cuenta del banco, de los cables, de las radios, de los canales de
aire y de cientos de cosas más. Porque lógicamente, en el planteo más tonto del
mundo que se le hiciera a un nene de 5 años entendería que una persona que es
la dueña de tantas cosas no tendría reparos en tenernos en un puño y se
convertiría en lo que es: un ser despreciable que no parará hasta acaparar todo
lo que su ambición desmedida desee hasta el día de su muerte.
Así
que no voy a ir a ninguna manifestación mañana.
Eso
sí. A partir del 8 de diciembre en adelante, cuenten conmigo para lo que sea.
Juan
Pablo Scaiola.
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