domingo, 9 de enero de 2011

El imantado

Yo tengo un imán. De eso no hay ninguna duda. Lo sé desde que tengo uso de memoria.

En la cola del supermercado siempre tengo adelante a alguien con algún problema de falta de precio, o de error en la tarjeta, o de producto en malas condiciones… También me pasó varias veces que la cajera decida en el instante que me toca a mí cerrar la caja.

En el cine me siento siempre, a rajatabla, al lado de algún energúmeno que manda mensajitos sin parar como un poseído durante todo el transcurso de la película, cuando no se la pasa abriendo caramelos envueltos en celofán o riendo a carcajada limpia en compañía de sus secuaces.

En el banco siempre se clava el cajero automático cuando es mi turno.

En los innumerables trámites por mí realizados ante las autoridades que nos gobiernan por la venta de un vehículo, como por el cambio de domicilio, como por el pago de algún impuesto atrasado de mi casa siempre me encontré con que el formulario no era o el sellado estaba mal o la próstata estaba vencida. Siempre.

Siempre tuve problemas. Siempre me tocó a mí. Es más, no podría contar una sola vez en que no haya tenido que atravesar un improperio. Soy así. Soy un garcado irresoluto. Y debo aceptar vivir con esa cruz.

Cuando comencé, hace casi 2 años, a llevar a mi perra al parque en Wheelright y Dorrego, sufrí en varias ocasiones el asedio de "Los misteriosos hombres de negro" que viven en la barranca y se drogan y emborrachan y chorean sin escrúpulos, incluso una vez publiqué una simpática anécdota que disfruté con uno de ellos (que luego me informaron unos amigos que también van al parque que el tipo se llama "Andrés" y que es un prófugo de la justicia santafecina, que finalmente fue encarcelado por homicidio y que por eso no lo veo más…)

Luego disfruté el comienzo de la construcción de una especie de plaza en la zona, cercando todo el lugar y achicando el predio a menos de la mitad, motivo por el cuál ahora estamos todos apretados y muy incómodos, pero nos respetamos y entendemos. Y no nos jodemos entre nosotros.

También fui partícipe de una situación un domingo que fui con mi novia, mis hijas y la perra a comer unos sanguchitos con bebida cola y elegimos un banco bajo un árbol y nos sentamos a almorzar. La estábamos pasando realmente muy bien: mi perra jugaba sin parar con un perro llamado "Indio", mi novia leía el diario, yo leía unos impresos que me había organizado sobre Julian Assange para luego postear mi comentario en este blog y mis hijas jugaban con unos diminutos dinosaurios plásticos en el banco de cemento. Todo era perfecto hasta que apareció por un costado una vieja (a la que conozco del parque y a la que mi novia una vez ayudó a atarse el pelo) con un chango de supermercado, unos 6 perros callejeros y un palo amenazándome que me vaya de ahí, que ella tenía que darle de comer a los perros y que ése era “su” lugar, yo la miré pero no le dije nada pero mi novia se ve que la miró mal porque inmediatamente la siguió con ella, diciéndole que no la mire así, y que se vaya. Mi novia insistió, intentando manifestarle que ese era un lugar público y que había miles de formas de decir las cosas a lo que la vieja levantó el palo y comenzó a darle al banco donde mis hijas jugaban con sus dinosaurios plásticos, volándolos a la remismísima mierda.
Y ahí me levanté y protegí a la más chica de algún futuro palazo mientras la más grande se alejaba sola y mi novia juntaba todo en una canasta y se iba mientras yo, abrazado a mi pequeña, intentaba recuperar los dinosaurios ante los continuos palazos de la vieja loca a centímetros de mis manos. Llamé a la policía y me fui, pero la policía nunca vino. Nunca viene la policía, la policía está para cosas más importantes que encarcelar ladrones, matones, trapitos intimidantes y/o vendedores a cielo abierto de merca. Y la vieja consiguió darle de comer a los perros en la comodidad de “su” banco de plaza.

Luego lo comenté entre los amigos del parque con los que nos vemos a diario y me dijeron que sí, que incluso algunos de lejos habían visto el triste episodio y que al parque no se puede ir más. Que los "misteriosos hombres de negro" no están más porque con esto de la construcción de la plaza los corrieron y se fueron, pero que ahora hay unos veinte flacos nuevos que venden merca en la barranca y que aprietan a los que estacionan autos para que les den $4 por cuidar un auto que no van a cuidar ya que una vez recolectados los pesos se vuelven a enfiestarse en la barranca.

Entonces me cansé. Y me fui del parque.

La semana pasada unos amigos me recomendaron que vaya con Etelvina, mi perra, a la Florida, que a los perros les gusta mucho el agua y que se iba a divertir bastante. Así que el sábado pasado fuimos los 3: mi novia, Etelvina y yo.



La pasamos fenómeno, al principio Etelvina no entendía nada y miraba el agua con resquemor, pero pasaron 2 señores cincuentones caminando y debatiendo cuestiones de nuestra cotidianeidad y le enseñaron de un empujón que el agua estaba re-buena, y después le tiraron un palito y Etelvina lo fue a buscar. Y nunca más la pude sacar del agua. Estaba enloquecida.











Así que no lo podía creer, tanto tiempo perdido, tantos malos momentos vividos y tenía un lugar fantástico para estar un rato divirtiendo a mi perra.
El domingo fuimos de vuelta. Y el lunes a la tardecita. Y el martes. El miércoles fui con mis hijas, a eso de las 4. Dos pibes que llegaron después que yo desensillé se sentaron a fumar sendos porrazos en la escalerota que baja al agua, pero tenían pinta de estar en la suya así que no le di mayor importancia. Incluso pasaron caminando por al lado de los “porristas” unos agentes de la GUM y no les dijeron nada así que los deberían conocer, o quizás en ese lugar la cosa era distinta, más libre, más respetuosa, que se yo… Era nuevo en el lugar y no entendía mucho como se manejaban las cosas. Los porristas me preguntaban de vez en cuando algunas pelotudeces sobre la perra, si era buena, cómo se llamaba y esas cosas. Me incomodaba un poco la situación porque estaba con las nenas, pero se los veía tipos tranquis así que no me preocupé demás.
El jueves volví a ir, como el viernes y el sábado. Toda la semana fui. Etelvina ya se hizo un par de amigos: Uma, que es una ovejero que también va siempre al horario que voy yo con sus dueños y una pastor inglés rapada que aún no sé su nombre a la que denominaremos “Pastora”. Los dueños de Uma y Pastora van con las reposeras y Etelvina, Uma y Pastora juegan mucho solas ante la mirada siempre atenta de nosotros, sus dueños, que no les permitimos que se corran del lugar delimitado por nuestras pertenencias. Y no se corren. Jamás salen del pedacito demarcado por nuestras reposeras.

Hoy domingo volví a ir. A las 9:30. Pagué con orgullo los $4 que te cobra una asociación en beneficio del Hospital Alberdi que emplea a unos ciudadanos con insignia y ticket y me fui al agua. Etelvina ya está canchera y se mete de inmediato. Yo le tiro un palito. Etelvina lo busca y me lo trae y yo se lo tiro de vuelta. Al rato cayó Uma y Pastora con sus dueños y se instalaron en el exacto lugar de siempre, y me saludaron de lejos (ya nos tenemos vistos pero aún no hubo contacto verbal) Y los perros comenzaron a jugar.

30 minutos después aparecieron por el lado norte 2 agentes de la GUM y se me acercaron con timidez. Yo no entendía que querían porque estaba muy concentrado en mi perra que estaba nadando medio lejos pero los veía que sigilosamente se acercaban a mí. Y era para mí, porque donde yo estaba parado no tenía gente alrededor.

El más alto me preguntó si la perra tenía correa. Le dije que sí y se la señalé en la escalinata.

El más petiso me preguntó si tenía bozal. Le dije que no.

El más alto me ordenó que le ponga la correa. Le dije que era de cuero y que se iba a arruinar con el agua.

El más petiso me dijo que no podía tener a la perra suelta sin bozal, que me retire.




Etelvina retirándose..


Y se fueron a dar el mismo discurso a los dueños de Uma y Pastora, que tienen toda la pinta de llegar caminando al lugar por lo quemados que están, tienen pinta de vivir ahí nomás e ir al río a pata hace años.
Yo me enojé mucho, como siempre, y me fui puteándolos, que es lo que hago cuando la injusticia y, sobre todo, “el imán”, se apoderan de mi vida sin pedir permiso. Y me fui a caminar por la vereda para que Etelvina se seque con el sol así poder meterla en el auto.

Cuando llegué a las rejas que impiden el paso al Balnearo la Florida, volví a encontrarme con estos dos sujetos a los que denominaremos “Don Quijote y Sancho Panza”que les preguntaban a un señor y una señora cuánto tiempo se iban a quedar tomando mate en el banco que habían elegido porque no se podía estar ahí. Y me metí en el medio e, irónicamente, les señalé a los pobres candidatos que no se podía tomar mate en ese lugar, que en qué cabeza cabía semejante delirio, que circulen. El señor y la señora entendieron que los estaba ayudando y se rieron con esa cara de sorpresa que puse yo en el primer contacto con estos dos inimputables de uniforme y logré al menos que Don Quijote y Sancho Panza los dejen en paz y sigan con su absurdo patrullaje en busca de nuevas víctimas.

Luego de esto comencé a masticar arduamente mi bronca y a luchar en mi interior por no seguirla, por irme y dejarme de joder, pero no puedo. Es imposible. Así que dejé a la perra en el auto y me dirigí a la “carpa de la seguridad” en donde Don Quijote y Sancho Panza se habían sentado a tomar mate en compañía de otros agentes que se ve que estaban en el descanso y les pregunté el nombre a los gritos y muy encolerizado. Ambos dos me revelaron sus identidades (que voy a guardar como un oscuro secreto para no deschavarlos, sobre todo porque no tienen la culpa, son 2 giles de goma, 2 pobres salames que no tienen de qué trabajar y que engancharon este absurdo empleo y cumplen órdenes dictadas por algún desequilibrado del municipio que ya no sabe cómo hacer para demostrar a la ciudad que estos agentes inventados cobran un sueldo digno) y una oficiala GUM, con franca pinta de alcahueta y aires de policía, me preguntó mi identidad haciéndose la guapa, a lo que le respondí: Talarga, Juan Carlos… “Juancho”, para los amigos; pero no entendió el chiste y anotó el nombre en un papelito.

Luego entró en escena el jefe de esta bandita de rompe-huevos y se presentó en sociedad estrechando mi mano con respeto diciéndome que hay una ley desde hace más de 20 años, la 8.468, que dicta que los perros deben estar con bozal y encadenados, yo le manifesté, sintiendome de inmediato un alcahuete, el episodio de los porristas del miércoles por la tarde, que si eran tan estrictos en hacer cumplir las leyes más pelotudas, por qué habían pasado tan alegremente por al lado de 2 flacos que estaban meta porro y no les habían hecho mención alguna sobre el tema, a lo que Jose Luís Jefe me contestó que ese tipo de cuestiones son pura y exclusivamente de la policía, que ellos no están para eso.

Luego se metió en la trifulca un señor mayor, aduciendo que el hace del ’82 que va al río y que los perros andan sueltos y que nadie tiene problemas, que porqué me cagaban la fiesta gratuitamente de esa manera, pero ninguno respondió nada, hicieron como que el hombre no estaba ahí parado, como que no existía. Yo lo tomé del hombro y lo llevé de vuelta a su silleta plástica y le dije que no se altere, que gracias igual por preocuparse.

Siempre me pregunté qué cazzo significaban las siglas “GUM”, y siempre supuse, seguramente equivocado, distintos significados:

Gamberros Unidos Maniseros

Goleadores Uruguayos Montoneros

Gratuitos Usuarios de Machete

Grandísimos Ulcerosos Maquiavélicos

Ginebra, Uvasal y Mandioca

Gerardo Unta Manteca

Y un montón más.


Ahora sé qué coño significan esas siglas:

Garcadores Unidos Magistrales

Démosle un caluroso aplauso a A. A., I. P. y al Señor L., agentes y jefe, respectivamente, de la GUM, esa organización tan indispensable y tan protectora de las leyes que preservan nuestra integridad con garbo, valentía, ímpetu y equidad.





La GUM. Esa organización necesaria.



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