Hoy quiero escribir sobre un tema que ya se fue de las manos y al que no le veo solución alguna: El tránsito vehicular.
Aún no hace diez años que viajaba por trabajo a Buenos Aires dos veces por mes, y me gustaba hacerlo, lo tomaba como una escapada. Al menos no iba a estar otro día de mi vida encerrado en el galpón asediado por la mirada metálica de las ocho máquinas naranjas y verdes que me dan el sustento para vivir.
Entonces tener que viajar a Buenos Aires por la autopista para ir a ver clientes era una flor de escapada, sin dudas. En dos horas y cuarenta y cinco minutos estaba en el Obelisco, así que si salía a las cinco y media de la mañana llegaba al centro de la Capital Federal con el tiempo suficiente para tomar un café antes de una supuesta reunión a las nueve. Era muy grato viajar a Buenos Aires. Y aún de esto que le cuento no hace diez años, debe hacer siete.
Ahora no voy más a Buenos Aires, y esquivo hacerlo incluso arriesgando mi trabajo. No puedo ir. Me hace mal. Es insostenible la vida porteña. Todos se fueron a vivir a los countries, que son mucho más inseguros que los barrios donde otrora vivían y a primera hora es imposible entrar en esa ciudad. Hay que viajar para llegar tipo once, y llegar a esa hora hace que uno tenga que pagarse un hotel y utilizar dos días para dichas entrevistas. Así que no fui más a Buenos Aires.
Y cada vez que tuve que ir sí o sí volví a Rosario con una acidez trepidante que no se me pasaría ni con un puré de ranitidina, completamente devastado por los nervios. Pero llegar a nuestra ciudad, tan contrastante y tan parecida a la vez a Buenos Aires, hacía que me de orgullo. Porque Rosario es la segunda ciudad del país. Y yo vivo en ella. Y siempre me sentí bien siendo rosarino, porque nadie nos puede tocar el culo. Y uno de los motivos por los que nadie nos podía tocar el culo era precisamente ese: El tránsito vehicular.
Y en los últimos cinco años todo esto se fue al carajo. El tránsito en Rosario se degeneró hasta el colapso total, de manera paulatina pero sostenida en el transcurso del tiempo que le señalo: Cinco años.
Hace cinco años, si uno tenía que ir hacia zona oeste y quería evitar el tráfico, tenía un montón de opciones para hacerlo. Yo era chico y mi padre nos llevaba los domingos a Funes y calle Santa Fe siempre fue un quilombo. O San Juan, las dos eran problemáticas. Porque todos iban por esas arterias para ese lado como si no existieran las paralelas o como si no hubiera avenidas bastante cercanas que conducían al mismo destino. Y ahí es donde se refuerza la teoría que me gusta enunciar cada tanto, que somos vacas. Vacas huecas y estúpidas yendo a recibir el martillazo en la cabeza que nos haga dejar de sentir angustia.
Y cuando finalmente me tocó manejar a mí, comencé a poner en práctica todas las cosas que ansiaba hacer sentado en el asiento de atrás de todos los Peugeot 504 blancos que mi padre adquirió en su etapa joven (que siempre reemplazaba por otro igual, y otro igual, y otro igual, se ve que le gustaba mucho esa marca, ese modelo y ese color).
Y saqué de mi mapa genético las palabras “Santa Fe”, “San Luís”, “San Juan”, “Pellegrini”, “Callao”, “Ovidio Lagos”; tirándolas a la papelera de reciclaje y vaciando la misma. Y no quiero fanfarronear, pero puedo aseverar que sólo me subí a esas calles cuando no tuve más remedio. Y mientras el resto de los rosarinos se tocaban bocina e insultaban e intentaban pasarse al cuete porque más adelante habría algún colectivo que iría a paso de hombre por tener el circuito adelantado por Santa Fe, por ejemplo; yo iba para el mismo lado que el resto pero por Rioja, o por Salta (hoy Catamarca), o por 3 de febrero. Hasta Zeballos agarraba con tal de no entrar en el juego perverso del resto de los mortales.
Y era genial ir por esas calles, porque no iba nadie. Solo algún auto a lo lejos, algunas cuadras delante. Y por el retrovisor podías avistar algún otro que vendría detrás, también bastante alejado. Y llegábamos al mismo lado. Solo que más rápido y más tranquilo.
Incluso en el centro, bajar por San Lorenzo o por San Luís fue siempre para mí una elección descabellada. Jamás se me hubiera ocurrido, estando Tucumán o Mendoza, o Brown, mire lo que le digo. O 9 de Julio. Cualquier cosa. Lo importante era no ir como idiota detrás de mil autos sin poder llegar a destino y sin conseguir adelantar a ninguno. Cualquier elección de paralela era mejor para mí, nunca me importaron las cuadras de más que hiciera. Siempre tenía una salida victoriosa.
Pero todo esto se terminó. No hay más. La cantidad desbocada de edificios berretas con looks chetos que hicieron en la zona del río tirando abajo mansiones en perfecto estado de construcción (encuadremos Tucumán, Oroño, Güemes, San Martín) sembraron en la zona miles y miles de nuevos vecinos que por ahí circulan haciendo de todas esas calles, hasta hace poco despobladas al punto de ver pasar de vez en cuando un rollo de pastizal empujado por el viento ante el constante graznido de los cuervos vigilantes de los árboles del lugar, unas arterias de circulación que nada tienen que envidiarle a las viejas y deschabadas hasta el hartazgo Santa Fe o San Lorenzo. Hoy Tucumán, Salta y Brown son igual de conflictivas que Santa Fe o San Lorenzo. Igual.
Lo mismo ocurre con Dorrego, o con Moreno, o España e Italia. Calles hasta hace muy poco bastante ágiles por donde uno podía encarar Norte o Sur evitando el Boulevard o el centro, yo me acuerdo de los mismos problemas antes mencionados en Santa Fe con las calles Entre Ríos o Corrientes. O Paraguay, esa era brava también. Pero uno tomaba por alguna de las arriba mencionadas y listo. Llegaba a velocidad constante y sin tráfico a su destino. Y que los que fueran por las otras arterias se jodan por estúpidos. Cuanto menos personas supieran que Rosario no tenía cuatro calles para ir y venir, que había muchas más opciones, para mí mejor.
Y esto también se terminó. Dorrego es intransitable. Es imposible. La llenaron de nuevos edificios (bien berretas, por supuesto) y ahora le clavaron un semáforo nuevo, vaya uno a saber por qué imbécil razón. Pero tiene nuevo semáforo. En Mendoza creo que se lo pusieron. Un semáforo que no tiene hacia el circulante el más mínimo reparo de nada, ya que no está interconectado con ningún otro semáforo al estar solo en varias manzanas a la redonda, por lo que no se adhiere a ninguna “onda verde”. Y te agarra siempre en rojo.
El viernes pasado, a las 6 de la tarde, tuve que volver a mi galpón porque se me había quemado una máquina por culpa de la EPE, que cortó mal la luz y me quemó un coso del panel eléctrico y venía a esa hora un ingeniero electrónico a resolverlo. El viernes, a las 6 de la tarde, cuando ya la semana terminó y nadie debería estar yendo para ese lado de la ciudad, me encontré con una congestión de tránsito inusitada, estúpida y caprichosa, que no permitía avanzar y que trababa todo en Dorrego y San Luís.
Yo no entendía nada. Y me enojé, como siempre. Si por mí fuera cuando pasan estas cosas agarraría una pluma y entraría a levantar autos para depositarlos en las terrazas de los edificios de la zona por simple diversión. Y la fila no avanzaba, a duras penas nos movíamos unos metros cada dos minutos. Era inconcebible. Inconcebible y perturbador. Y enloquecedor. Y generaba una fuerte impotencia no tener al menos una Dodge RAM con un potente mataburros para acelerar y levantar como sorete en pala a los vehículos que delante mío estaban para abrirme paso y llegar donde debía.
Y al final atravesé las dos cuadras de congestión y aterricé en Mendoza, y me encontré con el problema en cuestión, que hasta último momento fue ocultado celosamente de mi vista por los gordos culos de dos colectivos grandotes que se encargaron, victoriosos, de hacer pasar solo un auto en los últimos seis semáforos haciendo que casi me explote la yugular manchando de sangre toda la ventanilla.
Y entonces logré ver lo que sucedía: Antes de la esquina para que el nuevo semáforo te impida pasar, había dos, no uno, dos, corralitos de Aguas Provinciales separados por un par de metros.
Y ese es el otro punto de inflexión en esta situación dantesca, desesperante e imposible de resolver. Por cada nuevo edificio berreta que se genera en alguna de las calles ya mencionadas, se demuele una mansión en perfecto estado de construcción y se crea un nuevo corralito de Aguas Provinciales, ya que no es lo mismo evacuar los efluvios corporales de una familia numerosa que viva en una mansión, o de los empleados que trabajen en el ahora instituto de lo que fuera que funcionare en ésta, como evacuar los efluvios corporales de 24 familias promedio que aparecen de la nada y defecan y orinan y se bañan y lavan los platos y la ropa en la misma cantidad de metros cuadrados en donde antes lo hacían a lo sumo veinte personas.
Entonces vamos a seguir encontrándonos con los corralitos, porque todas estas cuadras que le menciono tienen al menos un edificio nuevo en construcción, que en breve hará florecer otro corralito. Por lo que vuelvo a señalarles, compungido y presa de una devastadora depresión, que estamos acabados.
Los lugares con más problemas de tránsito en el centro de Rosario son (desde mi modestísimo punto de vista):
Rioja y Oroño:
Esta es buena, porque no se entiende. No se puede explicar qué carajo pasó acá, porque los edificios son los mismos de siempre, pero intentar atravesar Oroño por Rioja a cualquier hora del día genera una estúpida fila de dos cuadras de autos. Nunca ando por la zona, pero lo veo cuando vengo por Moreno y llego a Rioja. Hasta el que viene por Moreno cuando llega a esa intersección se las ve difíciles.
Dorrego y Pellegrini:
Estúpida e imposible intersección. En Dorrego, en esa cuadra, antes de Pellegrini, estuvieron 2 años haciendo un edificio detrás del otro. Y ahora terminaron. Pero apareció un nuevo terreno, en frente, que nuevamente están demoliendo y estacionando camiones con materiales y sacando volquetes; todo esto, vale aclararlo, entre las 8 y las 9 de la mañana, hora en que todo el mundo sale en auto a trabajar ante la mirada inoperante del inspector de tránsito contratado por la empresa constructora, que aprovecha para mandar mensajitos a sus familiares durante el turno que le toque estar parado ahí al pedo cuando debería impedir que un camión haga maniobras a esa hora tan conflictiva o al menos ayudar haciendo señas y dirigiendo el tránsito. El corralito de Dorrego y Montevideo fue uno de los más persistentes de todos, estuvo varios meses confeccionando un histérico y estrecho cuello de botella.
Este es el huequito que tenía para no poder pasar con mi bicicleta hoy a las 2 de la tarde en Montevideo y Dorrego, a cien metros del semáforo de Pellegrini.
Italia y Pellegrini:
Ese colectivo amarillo que se avista al fondo es el último de la cola, y está parado a mitad de cuadra entre Cochabamba y Pasco.
Otra intersección desesperante. No existe momento en el día que en ese lugar no se forme una cuadra y media de cola. La culpa la tienen un corralito perenne (que hace poco sacaron, finalmente) y el semáforo. Ese semáforo es quizás uno de los cinco más hijos de puta de la ciudad. Lento como De la Rúa. Lentísimo, decenas de minutos para los que vienen por Pellegrini y unos pocos segundos para los desdichados que vengan por Italia (Igualdad de género: 0). Usted puede constatar lo que le digo prestándole atención al semáforo de peatón, que prende el hombrecito blanco de “cruce” y ya lo hace titilando de entrada.
Santa Fe y Oroño:
Apretada como 4 dedos en el… La culpa la tienen los semáforos y los colectivos. Muchos colectivos. Muchísimos. No circule por esa calle, no sea tan papa frita. Déjesela a los colectivos.
Pte Roca (Pocho Lepratti) y Córdoba:
Intentar doblar para tomar Roca cuando uno viene por Córdoba es al pedo. Miles y miles de peatones justo cruzan cuando uno tiene verde pudiendo cruzar por la senda peatonal que hay detrás, en la vereda sur, y así evitar ese desastre que ocurre casi en todo momento en la zona. Y hay otra situación completamente descabellada: Una vez tomada Pte Roca ¿por qué estúpido motivo se genera esa cola larguísima del carril izquierdo dejando el derecho casi liberado? ¿Todos van a doblar en Santa Fe? Yo creo que no, yo creo que en realidad están pensando en otra cosa cuando deberían estar atentos a la conducción.
Y FORUM.
FORUM destrozó el buen funcionar de aquella zona, en complot con los detestables shopings. Por culpa de FORUM no se puede ir más por la avenida de la costanera para tomar Avellaneda. Hay que hacer un dibujo medio extraño y de golpe se aparece en Vélez Sarsfield, calle que no tomaba desde mi juventud más prematura. En Vélez Sarsfield hay tres semáforos, que están desde que yo era chiquitito, que no sirven para nada y que rompen los huevos de manera ejemplar. Y ahora no rompen más los huevos. Directamente destruyen la psiquis del que intente atravesar esas tres cuadras. Y esto es culpa de FORUM, de los semáforos, y de la horda nefasta de boludos atómicos que no tienen nada mejor que hacer que ir al shoping. ¿Me quieren explicar qué mierda van a hacer al shoping? ¿Qué carajos tienen que ir a ver ahí dentro? ¿Todos los días tienen que ir? Yo debo haber ido alrededor de diez veces desde que los pusieron y está todo en el mismo lugar que siempre, ¿a qué mierda van al shoping? ¿A pelearse con sus hijos, a los que llevan para hacerles desear todas las mierdas que ofrecen en los escaparates por no poder comprárselas y para que lloren humillados? ¿No se dan cuenta que en la ciudad hay mil cosas mucho más atractivas que hacer que ir a meterse ahí dentro a boyar como zombies desahuciados? Me tienen las pelotas por el piso con el shoping, no los aguanto más. El día que yo sea intendente voy a dinamitar esos dos cosos de plástico con todos ustedes adentro.
Lo que yo me tuve que fumar el sábado pasado, que tenía que llevar a mi mujer a Granadero Baigorria a una reunión que debía asistir a las 9 de la noche y me pasé veinte minutos en calle Vélez Sarsfield a paso de bicho bolita por la cantidad inconmensurable de autos y colectivos que iban para el mismo lado no se lo deseo a nadie. ¿Por qué imbécil razón no apagan esos tres semáforos hasta que se termine la obra de vialidad que están haciendo en FORUM? ¿Qué hay que hacer para apagarlos? ¿Es muy complicado o hay que desenchufarlos nomás? ¿O ni siquiera se les ocurrió?
Yo creo que no se les ocurrió. Yo creo que hay mucha gente ocupando cargos importantes sacándose los mocos con la mirada perdida en el nerolite del escritorio sin saber cómo hacer para aburrirse más en lugar de utilizar las horas del día para alivianar la vida de los ciudadanos rosarinos que padecen estas situaciones desesperantes.
Y podría seguir mencionando lugares conflictivos, pero me dedicaría a describir cada esquina de Rosario y me parece que sería bueno que ustedes me señalen si me faltó alguna, así debatimos y pensamos una solución ¿no?
Y otra cosa, los inspectores de tránsito de esta bendita ciudad, ¿podrían tener la deferencia de trabajar? Hay muchas más cosas que hacer aparte de enganchar changas cuidando obras en construcción, medir velocidades máximas, medir alcoholemia y hacer multas pelotudas. ¿Por qué no patean la calle y revisan si no hay en algún lugar un semáforo que entorpece el tránsito y lo apagan y le buscan la vuelta? ¿Por qué no laburan, me pregunto? Laburen, hagan algo por lo menos. ¿No se dieron cuenta que el ciudadano común evita mirarlos a la cara, que todo el mundo los odia? ¿Alguna vez vieron algún ciudadano saludando con respeto a un inspector de tránsito? No, ¿no?, ¿saben por qué? Porque nadie los aguanta, porque viven mostrándose como son, mandando mensajitos por celular de espaldas a una congestión de tránsito producida por un camión que está descargando materiales en horario prohibido o haciendo la vista gorda ante un semáforo que entorpece la circulación de manera despiadada. Porque no les importa un carajo. Esa es la triste realidad. Desnudémosla de una vez por todas. No les interesa. Cobran un lindo sueldo. Cobran una linda changa por las obras en construcción. Y seguramente a eso habrá que agregarle lo que cobran de coimas pequeñas por hacer la vista gorda en situaciones mucho más pelotudas e inocuas que las arriba mencionadas a pobres tipos que enganchan estacionando un segundo sobre una esquina para no dejar el auto en doble fila.
Entonces, resumiendo, Rosario está muy mal con el tránsito. Rosario no es más la ciudad tranquila que era. Seamos inteligentes y respetémonos entre nosotros. Realmente no creo que cada uno de los conductores que circulan por estas calles estén obligados a hacerlo. El hábito es el más grande adormecedor, dijo una vez un señor llamado Beckett. Déjese de joder con ir por calles que quizás no sean necesarias y circule por otro lado.
Rosario nos quedó chica. Rosario se infestó de edificios berretas. Rosario no invirtió en reestructuración vial. Rosario pretende meter en una caja de zapatos más de 4 pares. Y consigue hacerlo, pero así quedan después los zapatos.
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