viernes, 30 de septiembre de 2011

Rafael




Es 28 de Septiembre en 2004 y Rafael se levanta de su cama, se cepilla los dientes y se va al colegio. Está roto las pelotas del colegio. No lo aguanta más. Para colmo hace rato que viene trayendo malas notas y su padre lo cagó a pedos por enésima vez. Y le pegó. Es muy vergonzoso que tu padre te pegue a los 15 años. Siempre es vergonzoso porque la primera no te la esperás, justo de tu padre, que es quien te trajo al mundo y quien “te quiere” más que nadie, que venga y que te pegue... Es shockeante y te corre del eje. La vida ya no es más lo que uno supone. Pero que te pegue de grande es más vergonzoso. Más humillante.

Y encima a Rafael le da vergüenza todo, le molesta que lo miren o que le pregunten cualquier cosa, no le gusta incluirse en el grupo del aula. Es muy tímido, pero se disfraza de cabrón, porque es más copado ser cabrón que ser tímido. Él prefiere que no le hablen. Cuanto menos lo jodan, mejor. Y nadie le habla, eso es lo más terrible, porque tanto jodió con mostrarse estrecho, cerrado y hermético que al final nadie le da bola. Y eso es lo que más lo jode. Contradicción adolescente.

Y en la casa tampoco le dan bola. Viven cagándolo a pedos y recriminándole cosas. Los únicos que lo entienden son Dante, su único amigo, y Marilyn Manson, extraño ser hermafrodita que no es ni mina ni tipo ni travesti ni gay ni hétero que intenta incansablemente no parecerse a un ser humano para vender más y más discos y merchandising de la mierda que produce. Y canta unas canciones muy violentas, con gritos cavernosos desgarradores, que es lo que necesita Rafael. Necesita gritar todo eso que grita Marilyn Manson por él. Y por eso le cae simpático.



Y Rafael tiene 15 años, momento difícil en la vida si los hay, con la cabeza construida por la mitad y con el cuerpo ya listo para enfrentar cualquier cosa. Y el tiempo que pasa en el colegio es insoportable, porque una de dos: O sus compañeros no le dan ni cinco de pelota, o lo gastan hasta reventar. No tienen término medio. Desolación. Ahogo. Desesperación.

Y ya está en el límite. Él lo sabe. Hace rato que lo sabe. No aguanta más y no tiene con quién hablar del tema. El único que lo escucha es Dante, su íntimo amigo. Y para colmo Dante no es precisamente la mejor oreja del mundo para escuchar sus desesperados reclamos: adolescente como él, enfrascado en la onda gótica y escuchando Marilyn Manson…, mejor invitarlo a un recital antes que ponerse a debatir sobre "inclusión social" o sobre cómo contrarrestar su personalidad "impulsivo-explosiva". Pero ¿con quién va a hablar?, si Dante es el único que lo escucha…





Y aquello que venía pensando desde hacía años finalmente se le instaló en el bocho y se decidió a llevarlo a cabo. Incluso sabe que está listo desde anoche, que fue cuando le avisó a Dante que lo haría. Y Dante le aprobó la idea y lo alentó en su proyecto.

Así fue entonces que esa mañana Rafael entró en el colegio, respetó la bandera y se metió en su aula infestada de compañeros de curso. Nadie lo mira. Como siempre. Ya lo van a mirar. Falta muy poco para que finalmente le presten atención. Se pone de pie y va al frente del aula, se afirma con la espalda pegada al pizarrón y saca la Browning 9 mm de su padre prefecto, el mismo que anoche lo abofeteó haciéndolo sentir la peor mierda del mundo, el mismo que se metió con sus posters de Marilyn Manson y de Hitler, arrancándoselos de la pared. Rafael se da vuelta y apunta a sus compañeros, que se le cagan de risa en la cara. Rafael empieza a los tiros. Todos siguen riendo. El arma hace un ruido que dista mucho al de las películas, parece una pistola de cebitas. Y se siguen riendo. Hasta que uno ve a Sandra volcada en el pupitre con los pelos derramados en la cara y los ojos abiertos sin vida. Y finalmente ahí, en ese momento mágico, Rafael es tenido en cuenta por sus compañeros. Pero ya es tarde. Ya no hay marcha atrás. Y mata a Federico. Y mata a Evangelina. Y le pega 3 tiros a Pablo que casi lo matan, dejándolo herido de gravedad junto con Natalia, Nicolás, Cintia y Rodrigo que, desmayado, vomita sangre sin parar. Todo el episodio no dura diez segundos.

Rafael se queda sin balas. Tira el cargador vacío en el piso y sale al pasillo a recargar su pistola, y una vez recargada le dispara al kioskero, que justo se encomendaba a abrir su ventanita para atender los pedidos de los chicos en un recreo que no llegaría por dos semanas.

Los bendecidos por el milagro de no haber recibido disparos salen despavoridos del aula, a los gritos y golpeándose contra el marco de la puerta al querer salir todos a la vez. Dante también sale del aula y ve a su amigo arrodillado en el piso del pasillo llorando a los gritos y tapándose la cara. Dante lo abraza y le aleja el arma con el pie y le pregunta, a los gritos: “¿Qué hiciste?”.

Pero Rafael no escucha nada. Está completamente sordo y aturdido. Acaba de construir con sus propias manos la “Masacre de Carmen de Patagones”. Acaba de matar a tres compañeros. Acaba de destrozar la vida del resto. Acaba de matarse en vida.



Esta semana se cumplen siete años de ese episodio y Rafael está internado en un neuropsiquiátrico de Ensenada con 22 años ya cumplidos. Nadie sabe qué fue de la vida de Dante ni de la familia de Rafael. Todos escaparon de Carmen de Patagones y viven nuevas vidas en otras localidades sin levantar la perdíz de quiénes son.

Rafael está solo y aislado. Su familia no lo visita. Nunca fueron a verlo. Siete años.

Pablo y Rodrigo, los dos heridos graves, estuvieron a punto de morir. Solo que la suerte les jugó de su lado. A Pablo le falta un riñón y el bazo. A Rodrigo hubo que reconstruirle el estómago.






No sé ustedes, pero seguramente sí tuvieron, como en mi caso, un buscapleitos en el aula. Seguro. Como también tuvieron un tímido. En todas las aulas hay de esos. Porque las aulas expresan la realidad de la vida, que somos todos diferentes. Todos somos en algún punto un poco cagones, buscapleitos, tímidos o populares.

En mi caso particular recuerdo dos buscapleitos de horario completo, uno de la primaria y otro en la secundaria. El de la primaria era bien rompe huevos: un poco gordo, enorme e intimidante, se la agarraba con los más chiquitos mientras las maestras hacían la obsesiva vista gorda. Nunca pasó nada grave con él, pero sé que muchos chicos lo sufrieron bastante. Incluso a mí me jodió durante todo un año y la impotencia que me generaba no poder terminar con el suplicio al que me hundía este muchacho me hacía desear convertirme en un gigante y aplastarlo con un pie hasta que solo quede una mancha sanguinolenta en el piso de lo que alguna vez fue su exagerado cuerpo. Era realmente insufrible ir a la escuela en la época en que este idiota se proclamó mi rompe huevos personal. Y las maestras nunca jamás le pusieron un coto. Nunca. Hoy tengo la data de que se fue a vivir a EEUU y que importa cosas para la policía, como no podía ser de otra manera, creo que les vende escudos y macanas y borceguíes y esas cosas. Tiene un buen pasar.

Y en la secundaria recuerdo a otro, que vivía repitiendo años y sacándose terribles notas, gigante también y con apellido pesado, que fue un gran rompe huevos que torturó sistemáticamente durante los tres años que estuve en el colegio a otro compañero al que nadie le daba pelota porque era feo, lenteja, tímido, introvertido y tenía un sinnúmero de granos en el rostro.

De ninguno de los dos supe más nada hasta hace poco, que me enteré que el buscapleitos está pasando un momento económico bien de mierda por más apellido pesado que portaba. Y de su víctima me han contado que se volvió loco. Que no soportó ni las cargadas ni las torturas que este pelotudo le propinaba.

Y yo me siento un poco culpable, porque a mí jamás se me ocurrió acercarme a este flaco y brindarle mi amistad, porque yo también era chico y también elegía las amistades dependiendo un poco de la cantidad de granos y de la cantidad de chispa que portaban en sus currículums.

Y seguramente no tiene nada que envidiarle la desesperación que sufrió durante la secundaria mi compañero de curso a la que debe haber sufrido Rafael. Y habría que agradecerle al cielo que el padre de mi compañero torturado se haya dedicado a lo que fuera que se haya dedicado en lugar de ser policía o prefecto, porque estoy seguro que si mí compañero hubiera tenido la posibilidad de acceder a un arma, quizás no solo se hubiera vuelto loco, quizás una mañana hubiéramos asistido a la primera masacre nacional en una escuela, allá por 1987. Y quizás yo esté muerto ahora, por qué no…

Yo fui testigo de la desesperante tortura que le propinaron a mi compañero y no hice nada porque tenía 15 años y no me importaba. Pero mis hijas ya están en edad de empezar con esas cosas, y me voy a montar en una cruzada por inculcarles que eso no se hace. Y que si queremos vivir en un mundo sin diferencias, sin barreras, sin prejuicios y sin “loquitos armados”, debemos respetar a todo el mundo como todo el mundo debe respetarnos a nosotros, porque dicen las autoridades competentes que Rafael tuvo un brote psicótico del que aún no salió y que por eso continúa encerrado en un psiquiátrico. Pero yo creo que si le dieran a elegir si volver a ese día y asistir a clases sin el arma, creo que Rafael elegiría dejarla en el placard.

No debemos olvidarnos nunca de este horrendo episodio. Y deberían poner al 28 de Septiembre como feriado escolar y hacer actividades con los chicos recordando aquel hecho, porque tímidos y buscapleitos habrá por siempre. Y esto que ocurrió en Carmen de Patagones hace 7 años volverá a ocurrir si no tomamos cartas en el asunto.

Ojalá que los padres de Federico, Evangelina y Sandra puedan superar algún día esto y no sientan todo el tiempo el punzante dolor que tienen en sus corazones.

Ojalá que Pablo y Rodrigo no tengan problemas de salud luego del episodio que les marcó el cuerpo para siempre.

Ojalá que Rafael se recupere y entienda lo que hizo y pueda vivir con eso.

Ojalá que Dante dé la cara y se haga cargo de la parte que le toca.

Ojalá que el papá de Rafael, esté donde esté, entienda que todo esto fue culpa suya, y que no suma nada olvidando y abandonando a su hijo como si fuera un terrible error. Porque un hijo no es un error. En todo caso el error es uno.

Ojalá que Marilyn Manson se pegue un tiro en las pelotas esas que insiste en ocultar, siendo también culpable de esta tragedia, cuando en lugar de pagar por sus actos recauda millones de dólares.






Ojalá.

2 comentarios:

  1. Es tremendo además como en la inmediatez en la que vivimos no nos permite tener presente en el tiempo estas cosas. Me sorprendo de los 7 años transcurridos. Lo recuerdo porque una de mis hijas se llama como una de las fallecidas. Recuerdo haber tocado el tema con ellas, recuerdo que hablamos siempre del respeto "a pesar de"...
    Me gusta mucho el blog, voy a tomarme un tiempo para leerlo todo.
    Saludos.

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  2. Gracias por todos tus comentarios, gracias por leerme.

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